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Diari de les idees 16
24 febrero 2020

Ideas de actualidad

El veredicto de absolución del Senado americano en el proceso de impeachment contra el presidente Donald Trump marca de alguna manera el punto de partida de la campaña para las elecciones presidenciales de otoño. En efecto, como señala un artículo de Peter Baker en el New York Times, la posibilidad de seguir investigando los intentos del presidente para coaccionar a Ucrania servirá para dar forma al debate nacional durante los próximos meses y también al proceso de primarias para elegir a quien ha de ser el rival demócrata de Trump. Esta victoria del presidente norteamericano coincide en el tiempo con el anuncio de su plan de paz para Oriente Medio que nada más ser anunciado ha sido objeto de un alud de críticas puesto que el llamado “acuerdo del siglo” se ha hecho a espaldas de uno de los dos protagonistas del conflicto, los palestinos. Una de las voces más críticas es la del experto en política de Oriente Medio del diario The Independent en el que denuncia que el plan supone enterrar el tema de los refugiados palestinos y su derecho al retorno, renunciar a la ciudad antigua de Jerusalén como capital palestina y despedirse de la UNRWA, la agencia de ayuda de las Naciones Unidas a los refugiados y desplazados palestinos. A la vez, significa dar carta de naturaleza a una ocupación israelí permanente de Cisjordania y a la anexión de casi todas las colonias judías construidas en contra de lo que dicta el derecho internacional. Otro aspecto importante de la cuestión es la que apunta Martin Chulov en el diario británico The Guardian donde alerta de que el anuncio del plan no ha generado ninguna reacción de rabia en los países árabes, sólo apatía, en una región que ya no considera el destino de los palestinos como eje central de su política o como una causa que valga la pena apoyarse. En relación con estos dos temas, un largo artículo publicado por la revista Foreign Affairs se muestra muy crítico con la política internacional de los EE.UU. bajo la presidencia de Trump donde destaca que la actual Casa Blanca gestiona una política exterior con objetivos irreconciliables, sin coherencia interna y sin valorar previamente el alcance y las consecuencias de las decisiones que se toman. En último término, la actual crisis en Oriente Medio constituye un llamamiento para exigir el retorno a los principios más básicos de una política exterior coherente, con claridad en los objetivos y la valoración de los recursos disponibles necesarios para alcanzarlos. 

Dentro de este contexto de desorientación de la administración norteamericana, varias voces destacan el nuevo protagonismo que está adquiriendo la Rusia de Vladimir Putin que, si bien durante un cuarto de siglo después de la desintegración de la Unión Soviética había prácticamente desaparecido de la región, hoy se ha convertido en uno de los máximos protagonistas en todo Oriente Medio. Rusia tiene influencia militar destacada y en algunos casos determinante y buenas relaciones con los principales protagonistas, desde Israel hasta Arabia Saudí, tal como reseña Alec Luhn en la revista Politico. El hecho es paradójico en tanto que Rusia tiene una economía débil (tan sólo ocupa el undécimo lugar en el ranking mundial) y necesita por lo tanto compensarlo en otros ámbitos por medio de la diplomacia, la fuerza militar y su capacidad para presentarse como factor de resolución de problemas. Esta paradoja la define en palabras de Moisés Naim en Le Monde Diplomatique como superpotencia low cost en tanto que aprovecha los atajos que ahora permiten a un gobierno intervenir en otro país y debilitar o dominar a sus adversarios internacionales, sin verse obligado a hacer inversiones tan importantes. En este sentido Vladimir Putin ha demostrado ser un maestro en el arte de proyectar su poder sobre otros países con un presupuesto limitado y ha vuelto a convertir Rusia en un actor clave en la mayoría de los conflictos más importantes gracias al dominio ruso de las tecnologías de la información y de la comunicación y sus estrategias internacionales.

La desorientación a la que aludíamos no sólo afecta a la política exterior norteamericana sino que se está convirtiendo en un problema sistémico que lleva a la revista Foreign Policy a preguntarse si el socialismo, o en todo caso la socialdemocracia, será capaz de erigirse nuevamente en alternativa al neoliberalismo. A lo largo de los últimos años el crecimiento económico prometido por el neoliberalismo se ha ralentizado, las ganancias y beneficios se distribuyen de manera cada vez más desigual y, a la vez, esta desigualdad ha ido acompañada de un creciente sentimiento de inseguridad, incertidumbre y desafección. Este contexto pone de nuevo en valor el pacto entre las fuerzas del capital y el trabajo que dio lugar a los consensos socialdemócratas de después de la Segunda Guerra Mundial. Las señales de alerta son lo bastante importantes (auge de los populismos, incremento de las protestas ciudadanas…) como para que todo el espectro político reconozca la necesidad de nuevos consensos para hacer frente a los retos y crisis actual y que afectan de lleno los fundamentos de la democracia. Destaca el toque de alerta que hace el diario The Economist donde por medio de su encuesta anual constata que la democracia está en retroceso por todo el planeta y que la puntuación global es la más baja registrada desde que se empezó a publicar este índice el año 2006. Sólo 22 países pueden ser considerados como democracias completas, según los estándares de la encuesta, mientras que más de un tercio de la población mundial todavía vive bajo regímenes autoritarios. Esta amenaza a la democracia también es el objeto de un informe del Centre for the Future of Democracy de la Universidad de Cambridge que revela que en todo el mundo la democracia se encuentra en un estado de creciente debilidad. Los autores del informe califican la situación en términos de recesión democrática global, cuyo punto de inflexión sitúan en torno al 2005 y comporta que ahora se haya alcanzado el máximo nivel de descontento democrático nunca registrado. Más grave todavía, no es que los ciudadanos estén cada vez más insatisfechos con sus líderes políticos, sino que también lo están con los sistemas democráticos en sí mismos. En último término, también alertan de que la historia sugiere que los ciudadanos desilusionados no salen fácilmente en las calles ni hacen barricadas para defender un sistema que no les ha sabido defender previamente.

En el ámbito europeo, la salida oficial del Reino Unido de la Unión Europea el pasado 31 de enero ha sido una de las noticias más relevantes y el editorial del diario británico The Guardian reivindica una vez más el europeísmo del país todo subrayando los retos que tendrá que afrontar a partir de ahora para encontrar un nuevo lugar en el mundo. Unos retos que en clave interna Timothy Garton Ash relaciona con la gran cuestión que queda pendiente y que es la de saber si Escocia dejará la unión británica para reincorporarse a la europea mediante la celebración de un segundo referéndum de independencia. Finalmente, también sobre el adiós británico Jacopo Barigazzi a las páginas de Politico da un repaso de la influencia que ha tenido el Reino Unido en el diseño de la actual Unión Europea y destaca algunas de las principales aportaciones como el impulso dado a la creación del Mercado Único y a los acuerdos de libre comercio, o todavía el apoyo decidido del Reino Unido en la ampliación de la UE a los países de Europa central y oriental como herramienta fundamental de la geopolítica europea.

Desigualdad es el concepto que seguramente mejor ayuda a explicar la crisis del sistema democrático, el auge de los populismos y las diversas manifestaciones de descontento, protesta y rechazo que se están produciendo con cada vez más frecuencia e intensidad por todo el mundo. Así, en una entrevista en La Vanguardia, Joseph Stiglitz afirma que estamos viviendo una triple crisis -del capitalismo, del clima y de los valores- y lo atribuye a la confianza ilimitada en los mercados vehiculada por el neoliberalismo desde la era Reagan. Para solucionar esta triple crisis convendría devolver a un capitalismo que garantice una prosperidad compartida en que la política controle la economía y se asuma que la educación y, por extensión, la creatividad y la productividad de los ciudadanos son la base de la riqueza de un país. Esta desigualdad crecen también ha sido uno de los puntos centrales de la agenda del Foro económico mundial celebrado en Davos a finales de enero. Desde Social Europe se destaca que el Manifiesto de este año afirma que las empresas tendrían que pagar su cuota justa de impuestos, mostrar tolerancia cero hacia la corrupción, defender los derechos humanos en sus cadenas de suministro globales y defender un terreno de juego competitivo. En definitiva, se trata de subrayar que la desigualdad no tiene por qué ser una consecuencia fatídica de la globalización y de las nuevas tecnologías, sino que se pueda combatir desde la acción política. En este sentido, en la revista CTXT propone formular propuestas realistas, aunque difíciles de alcanzar: propiedad social y pública de los medios de producción, de las finanzas, del crédito y del dinero; planificación democrática como forma de generar la voluntad de la mayoría social y de satisfacer sus necesidades respetando los límites de la biosfera; y poner la vida en el centro de la economía y la política. En definitiva, solucionar los problemas implica desmantelar, y no simplemente regular, el actual régimen social.

Finalmente, y tal como demuestra la cancelación de la edición de este año del Mobile World Congress, la batalla por la supremacía en el ámbito de las nuevas tecnologías y de la Inteligencia Artificial es ya una realidad geopolítica. En efecto, en la carrera por el dominio de la Inteligencia Artificial, los Estados Unidos y China luchan por el oro y la plata, dejando al resto de países las migajas, tal y como señala Tyson Barker en Foreign Policy, aunque la Unión Europea ve las cosas de otra manera y tanto en el ámbito de la IA como en otras áreas tecnológicas estratégicas, la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quiere luchar por el primer lugar. La Inteligencia Artificial también es objeto de debate desde la filosofía y destaca la aportación de Daniel Innerarity en La Vanguardia donde apunta que la cuestión inquietante es saber hasta qué punto los beneficios de la automatización nos permiten considerar que los sistemas inteligentes siguen teniendo algún tipo de relación con la lógica de la decisión humana. En definitiva, se trata de saber cómo tomar las mejores decisiones y asegurarnos de que no son nuestras últimas decisiones como seres humanos.

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Diari de les IDEES

Política internacional y globalización

Peter Baker The Vote Is Over. Let the Contest Begin

Brett McGurk The Cost of an Incoherent Foreign Policy

Martin Chulov The Where once there was fury, Palestinian issue now stirs up apathy

Robert Fisk Trump’s ‘deal of the century’ is impossible to take it seriously

Limes Il piano di Trump uccide la Palestina ma dà una boccata d’ossigeno all’Iran

Alec Luhn Putin’s game in the Middle East

Moisés Naim Russie, une superpuissance low cost

Olivier Piot La course sans fin du soleil kurde

Sheri Berman Can Social Democrats Save the World (Again)?

Alexis Cortés El octubre chileno: el neoliberalismo ¿nació y morirá en Chile?

Michael Klare Briser Téhéran ou contenir Pékin, le dilemme de la Maison Blanche

The Economist Narendra Modi stokes divisions in the world’s biggest democracy

Catalunya, España y Europa

Borja de Riquer Gobernar por encima del griterío

Josep Maria Vallès Juicios de Estado

Editorial CTXT L’hora del futur

Paul Taylor Europe’s odd-couple

The Guardian On Holocaust Memorial Day: as necessary as ever

Pancho Pardi Emilia Romagna, pericolo scampato. Ma il Pd non si faccia illusioni

The Economist Boris Johnson is reinventing one-nation conservatism

Guy Standing El Brexit y la crisis de transformación mundial

Jacopo Barigazzi Britain leaves its mark on Europe

Timothy Garton Ash We remainers must now aim for Britain to do well – and the EU even better

Maïa de la Baume Conference on the Future of Europe: Don’t mention the T word

The Guardian On Britain leaving the EU: still part of Europe

The Irish Times On Irish election 2020: A coalition of the willing?

Democracia, diversidad y cultura

George Steiner L’Europa è un sogno che resta vivo

The Economist Global democracy has another bad year

Daniel Innerarity Todos apelan a la democracia, incluso los que se la quieren cargar

Nesrine Malik The left can’t sit out the ‘culture wars’. It must learn to fight them better

Nuria Alabao Seis retos del feminismo (de base)

Melissa Gira Grant The New Majority Behind Sex Work Decriminalization

María Eugenia Rodríguez Palop Un suelo cada vez más sólido

Tomaso Montanari Il naufragio leadiristico della democrazia

Jill Lepore The Last Time Democracy Almost Died

Kazu Haga Why we need to move closer to Martin Luther King’s understanding of nonviolence

David Olusoga As the world loses faith in democracy, leaders of vision are desperately needed

Economía, bienestar e igualdad

Jonathan Rothwell The Left and Right Are Wrong About Inequality

Joseph Stiglitz Trump es el reaganismo con esteroides

Andrew Hill Pressure rises for action on responsible capitalism

Gerhard Bosch World Economic Forum: towards sustainability with neoliberal recipes?

Manuel Garí Sombras en Davos y Davos en sombras

Sostenibilidad y cambio climático

Adam Tooze How Climate Change Has Supercharged the Left

Josep Ramoneda Lliçons del ‘Glòria'

Chuck Thompson Why Tourism Should Die—and Why It Won’t

Alicia González Von der Leyen defiende su Plan Verde como modelo de crecimiento para Europa

George Monbiot Our endangered climate has a new foe: target culture

Innovación, ciencia y tecnología

Daniel Innerarity El factor humano en la IA

Tyson Barker Europe Can’t Win the Tech War It Just Started

The Economist The world is better prepared than ever to stop the Wuhan coronavirus

Kevin Lozano A Witness to the Rise of Big Data

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