La elección de Joe Biden como presidente de los EE.UU. en noviembre de 2020 ofrece una oportunidad para que el país reinicie su política exterior por todo el mundo, y la región mediterránea se encuentra en una intersección vital de muchos retos y oportunidades de gran importancia relativos a la seguridad. Biden asume su mandato en un momento de enorme confusión y división dentro de los Estados Unidos, que recorre el riesgo de un deterioro más acentuado de su sistema político democrático.

En las elecciones del 2020, los americanos escogieron retirar del cargo al presidente Donald Trump, pero muchos dividieron sus votos globales y se decantaron por los republicanos en el Congreso y en las elecciones estatales. El resultado no fue una «ola azul» de demócratas ocupando cargos o una «ola roja» alternativa de republicanos, sino al contrario: un resultado «neblina púrpura» muy mezclado y dividido que muy probablemente provocará todavía más bloqueo y rencor en el país.

Un sistema internacional en cambio constante

Esta dinámica política dentro de los EE.UU. llega en un momento en que el sistema internacional y la geopolítica continúan en un periodo de cambio constante y de confusión. Rusia y China impulsan un iliberalismo que contribuye a un retroceso democrático global bien entrada su segunda década. Datos de Freedom House demuestran un empeoramiento de 14 años en la libertad global, con 64 países que vieron empeorada su libertad el año 2019 en comparación con 37 que experimentaron mejoras. «Más de la mitad de los países que fueron clasificados como Libres o No libres en el 2009 han sufrido un claro empeoramiento en la última década». [1]1 — Repucci, S. (2020) “A Leaderless Struggle for Democracy”, Freedom in the World 2020, disponible en línea.

Los movimientos políticos internos iliberales en Europa y en los Estados Unidos forman parte de esta ola, dado que se aprovechan de las fuentes internas de descontento con el statu quo, una situación que probablemente persistirá y pondrá en duda los propios marcos institucionales que predominaron en el cuarto de siglo del periodo posterior a la Guerra Fría. Dos cuestiones que espolean el descontento y el populismo son la desigualdad económica y la inmigración.

Las economías estancadas y el aumento de la desigualdad han agravado la distribución desequilibrada de ganancias de la globalización en los Estados Unidos y en Europa. Dentro de los Estados Unidos, los grupos con ingresos medios vieron cómo estos crecían sólo un 46% con respecto al periodo comprendido entre 1979 y 2015 —mientras que el 1% más rico vio como sus ingresos crecían un 242% durante el mismo periodo de tiempo [2]2 — Clemens, A. (28 de novembre de 2018) “U.S. income growth has been stagnant. To what degree depends on how you measure it”, Washington Center for Equitable Growth, disponible en línea. . Estas tensiones económicas dentro de los Estados Unidos serán uno de los centros de atención de la Administración Biden entrante y es muy probable que dificulten algunos aspectos de implicación norteamericana llena de asuntos globales si se compara con épocas anteriores, pero eso dependerá de cómo respondan los países y las instituciones por todo el mundo.

Esta dinámica política dentro de los EEUU llega en un momento en que el sistema internacional y la geopolítica continúan en un período de cambio constante y de confusión

La crisis global de la migración es también un factor importante que contribuye a las tensiones en el sistema internacional y particularmente dentro de las democracias, incluyendo cada vez más debilidades y preguntas sobre la legitimidad política de las instituciones políticas a nivel nacional e internacional. Unos 272 millones de personas eran migrantes en el año 2020, o sea un 3,5% de la población mundial [3]3 — Organización Internacional para las Migraciones (2020), “World Migration Report 2020”, pág. 21. Disponible en línea. . El fracaso a la hora de abordar adecuadamente el cambio climático favorece esta crisis de la migración global —también hace que sea más caro y más difícil combatir el cambio climático en el futuro.

La pandemia de la Covid-19 del 2020 sigue reconfigurando las dinámicas geopolíticas en el sistema internacional, y el año que bien será transformador en la reordenación del sistema internacional. La mayor parte de la atención se centra en ver como los Estados Unidos pueden volver a surgir como líder en este sistema y como se relacionarán con otras potencias mundiales como China y Rusia en zonas como el Asia Oriental y Europa.

La región euromediterránea reaparece como un cruce de gran importancia

En la década del 2020, la región Euromediterránea ha reaparecido como una región clave que determinará el conjunto del sistema internacional. Las tendencias de más alcance antes descritas se desplegarán sobre todo en regiones clave del mundo que a menudo no reciben suficiente atención focalizada como la región Mediterránea, que cada vez está más condicionada por países como China y Rusia, mientras que otros como la Unión Europea y los Estados Unidos se ocupan de sus propios retos [4]4 — Cristiani, Dario (10 de octubre de 2020), “Comprender la pluralización geopolítica del Mediterráneo”, IDEES (núm. 51), disponible en línea. . El Mediterráneo ha sido analizado en muchos trabajos académicos e históricos [5]5 — Abulafia, David (2011) The Great Sea: A Human History of the Mediterranean. Nueva York: Oxford University Press. , pero muy pocas veces se hace como un conjunto regional de forma inclusiva e integrada en geopolítica, aunque los retos por todo este mar cada vez más devienen indiferentes a las fronteras —el cambio climático, las migraciones y las tensiones políticas entre potencias líderes mundiales.

Durante el año 2020, el sur de Europa siguió viviendo olas de migración desde África, el Oriente Próximo y Asia meridional. Las tensiones en las aguas del Mediterráneo Oriental y los conflictos en curso en Libia y en Siria involucraron a Rusia, Turquía y varios países europeos como Francia, así como países del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo como los Emiratos Árabes Unidos y Catar. Los retos continuados del cambio climático y los efectos sanitarios y económicos inmediatos del coronavirus se añadirán a los retos del 2021 cuando la Administración Biden inicie su mandato.  

Teniendo en cuenta la interrelación entre los retos en la región euromediterránea, los Estados Unidos tendrían que pensar de nuevo cómo implicar a la región mediterránea con vistas a trabajar más conjuntamente tanto con el sur de Europa como el Norte de África de forma más integrada.

La oportunidad para Biden de reiniciar la política exterior norteamericana global

El presidente norteamericano entrante Joseph Biden no es ajeno a la política exterior —durante décadas fue senador de los EE.UU. y más adelante como vicepresidente a la Administración Obama viajó por todo el mundo, reuniendo un conocimiento profundo y estableciendo conexiones sin igual en la América de hoy en día. Probablemente, ningún presidente norteamericano desde George H.W. Bush, que ocupó el cargo de 1989 a 1993, cuenta con tanta experiencia previa en asuntos exteriores como Biden. El equipo que Biden ha empezado a reunir es bien conocido y sus ideas son muy próximas a las tradiciones bien arraigadas de la política exterior norteamericana [6]6 — Blinken, Anthony J. y Robert Kagan (1 de enero de 2019), “America First is only making the world worse. Here’s a better approach”, The Washington Post, disponible en línea. .

La Administración Biden inicia su mandato con una larga lista de retos en su agenda política, encabezados por la respuesta al coronavirus, las consecuencias económicas de la pandemia y el cambio climático. Los primeros cambios en el personal que trabajará así como las señales políticas iniciales indican que estos temas ocuparán el primer lugar en la agenda de los más altos funcionarios. En una jerarquía más amplia de cuestiones de política exterior, es probable que las relaciones con China sean la máxima prioridad, después del cambio climático.

Biden ha señalado tres cuestiones generales que probablemente inspirarán su política exterior, al menos el primer año:

I. Renovar la cooperación con socios democráticos tradicionales. Biden ha prometido «dar apoyo a nuestros aliados y amigos» y «dejar claro a nuestros adversarios que se han acabado los días de intimar con los dictadores». [7]7 — Biden, Joseph R. (21 de agosto de 2020), Discurso delante del Comité Nacional Demócrata, CNN, disponible en línea. En un artículo de principios de 2020 publicado en Foreign Affairs, Biden sostenía que el próximo presidente «tendría que rescatar nuestra reputación, reconstruir la confianza en nuestro liderazgo y movilizar nuestro país y nuestros aliados para hacer rápidamente frente a nuevos retos». [8]8 — Biden, Joseph R. (marzo, abril de 2020), “Why America Must Lead Again”, Foreign Affairs, disponible en línea. Durante y después de su exitosa campaña presidencial del 2020, el presidente electo Joe Biden se comprometió repetidamente a «hacer que América sea respetada de nuevo por todo el mundo». [9]9 — Phillips, Amber (7 de noviembre de 2020) “Joe Biden’s victory speech, annotated”, The Washington Post, disponible en línea.

II. Nuevos esfuerzos diplomáticos por movilizar la acción colectiva contra las amenazas globales como el cambio climático y las enfermedades pandémicas. Este foco de interés es probable que requiera que la Administración Biden adopte un enfoque más pragmático y matizado hacia vínculos con países no democráticos como China, incluso si la nueva administración da gran importancia a las relaciones norteamericanas con países democráticos. [1]1 — Repucci, S. (2020) “A Leaderless Struggle for Democracy”, Freedom in the World 2020, disponible en línea.

III. Especial atención en relacionar la fuerza económica interna de América con su política exterior. La Administración Biden busca maneras de implementar su eslogan de «reconstruir mejor» de la campaña para fortalecer la economía interior norteamericana a fin de que posicione mejor para competir en el mundo. Este foco de atención renovado en la competitividad pondrá en el punto de mira cuestiones espinosas relacionadas con las nuevas tecnologías y la competencia así como la cooperación con países como China, e instituciones de educación superior seguirán ocupando el centro de este debate.

En muchos sentidos, el enfoque probable de la política exterior de Biden puede parecer bastante convencional y representar un retorno a la normalidad, particularmente después de cuatro años de la Administración Trump. Pero el equipo Biden también reconoce que fórmulas pasadas de la política exterior de los EE.UU. no tienen muchas posibilidades de triunfar a causa de los cambios dentro de los Estados Unidos y el mundo. Durante el cuarto de siglo pasado, partes significativas de la sociedad norteamericana han llegado a considerar que la implicación internacional de los EE.UU. socaba la fuerza interna de América y contribuye a las desigualdades que han crecido durante la crisis del coronavirus.

A medida que los Estados Unidos inviertan en reforzar nuestro país a nivel interno, necesitarán nuevos modelos de trabajo en equipo que no se considerará que estropean los recursos y el apoyo para la renovación nacional que Biden prevé implementar en el país. Las circunstancias en el sistema internacional han cambiado considerablemente y, en gran parte, el equipo de Biden probablemente seguirá un enfoque que reconozca que el futuro del país depende de una cooperación internacional más constructiva.

Hará falta que la política exterior norteamericana cambie para adaptar su compromiso a estas nuevas circunstancias con instituciones y prácticas arraigadas. En la región mediterránea, eso quiere decir buscar nuevas formas de comprometerse con instituciones existentes como la UpM como nuevas vías para que la política exterior norteamericana construya una acción multilateral en un contexto geopolítico emergente de compleja multipolaridad.

La oportunidad para la Unión por el Mediterráneo de centrar sus prioridades y conectar con la política exterior emergente de Biden en la década del 2020

Actualmente la región mediterránea es un cruce de gran importancia para muchos retos de seguridad interrelacionados que tienen consecuencias globales: el cambio climático, las migraciones, las presiones económicas y una rivalidad multipolar complicada que cada vez más involucra actores regionales y potencias globales como Rusia y China. La pandemia del coronavirus ha agravado estos retos en la región mediterránea.

La UpM, una organización intergubernamental constituida formalmente el año 2008 y que actualmente cuenta con 42 estados miembros (la incorporación de Siria a la UpM se suspendió en el 2011), tiene sus raíces en una época geopolítica previa pasada, el periodo posterior a la Guerra Fría. Las semillas de la UpM se plantaron el año 1995 cuando la Conferencia Euromediterránea lanzó el Proceso de Barcelona entre los estados miembros de la Unión Europa y 12 países del sur del Mediterráneo (Argelia, Chipre, Egipto, Israel, Jordania, el Líbano, Malta, Marruecos, la Autoridad Palestina, Siria, Túnez y Turquía).

El inicio de este proceso, un cuarto de siglo antes, había sido motivado por un paisaje geopolítico muy diferente del que presenciamos hoy. En aquellos momentos, los países implicados buscaban definir de forma proactiva el nuevo paisaje geopolítico con iniciativas internacionales coordinadas. Como resultado del final de la Guerra Fría y el derrumbe de la Unión Soviética, algunos países europeos se juntaron con sus vecinos de la región mediterránea en un esfuerzo por crear una nueva zona de cooperación política, económica y social entre países de la región mediterránea. La visión de un Partenariado Euromediterráneo se basaba en parte en los principios y los valores que configuraron y guiaron la Declaración de Helsinki de 1975 para definir una zona común de paz y estabilidad a través de diálogos permanentes basados en el respeto por los derechos humanos. Otro componente clave del Partenariado Euromediterráneo fue la idea de establecer vínculos económicos, financieros y comerciales entre los países de la región. Por lo que respecta al crecimiento de la migración en las primeras décadas del siglo XXI, esta cuestión se convirtió en una máxima prioridad en la agenda del Partenariado Euromediterráneo en el 2005.

El Partenariado Euromediterráneo nunca estuvo a la altura de las esperanzas y expectativas que muchos de sus fundadores y participantes tenían depositadas, por un buen número de razones. No llegó a producir un avance y resultados tangibles en su primera década de existencia y empezó a hacer frente a un escepticismo creciente a Europa y entre algunos estados árabes, que boicotearon la Cumbre Euromediterránea del año 2005. Este resultados dispares hicieron que algunos países, incluyendo Francia bajo la presidencia de Nicholas Sarkozy, buscaran formas de dar un nuevo impulso al foro y reforzar los vínculos entre Europa y África. Estas discusiones resultaron en la creación formal de la UpM el 13 de julio de 2008 [11]11 — Abbott, Stefanie Georgakis (28 de noviembre de 2018) “The EU and the Middle East: From the Euro-Mediterranean Partnership to the Union for the Mediterranean”, extret de Conflict and Diplomacy in the Middle East: External Actors and Regional Rivalries, disponible en línea. .

A pesar de este enfoque renovado, en la docena de años que han pasado desde la fundación de la UpM, cuesta señalar resultados específicos y tangibles y éxitos de este foro. El diálogo y un foro para intercambios de opinión regulares es importante, pero se tendría que considerar un fin en y de sí mismo. Los foros producidos por las estructuras de la UpM no se han traducido en resultados que hayan modificado notablemente las tendencias políticas, económicas y sociales por toda la región.

La región mediterránea es un cruce de gran importancia para muchos retos de seguridad interrelacionados que tienen consecuencias globales: el cambio climático, las migraciones, las presiones económicas y una rivalidad multipolar complicada

Un ejemplo fundamental de eso llegó en el año 2011 con las revueltas árabes —cuesta encontrar una historia de éxito de las revueltas árabes en que la UpM tuviera un papel primordial. Por otra parte, pronto hará una década de las crisis migratorias en curso que impactan los países europeos desde que los flujos de migrantes empezaron a aumentar. Los conflictos en curso en Siria y Libia, así como la amenaza creciente del cambio climático, plantean la posibilidad de que la región mediterránea se encuentre sólo al inicio de una fase más larga con cada vez más migrantes que intentan viajar hacia Europa.

En este contexto —una región mediterránea sacudida por muchos de los mismos problemas que ha debatido durante años la UpM en un momento en que los Estados Unidos y muchos países europeos están haciendo frente a varias presiones internas— presentan un complicado conjunto de retos. Pero es dentro de estos retos que los países de la UpM tendrían que procurar definir oportunidades para comprometer la nueva Administración Biden y sus esfuerzos por volver a implicar partes clave del mundo mientras se ocupa de un descorazonador conjunto de retos internos.

La UpM es un posible foro y una posible vía para que la Administración Biden intente implementar un internacionalismo y una acción de colaboración reactivados a través de la diplomacia a medida que procura renovar el enfoque de América hacia el mundo. Pero a fin de que la UpM se considere un foro práctico y pragmático de compromiso, necesitará definir con más claridad los resultados y acciones que pretende alcanzar en la larga lista de cuestiones que se ha planteado abordar. El hecho de que los EE.UU. se vuelvan a implicar con la región en el sentido más amplio hace que haya muchas posibilidades de que se centren de nuevo en instituciones multilaterales de más alcance como la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), así como con otras agrupaciones con las que el equipo entrante de Biden ha pensado compremeterse como una Cumbre de Democracias.

No son pocas las cuestiones en que la UpM podría pretender centrar sus máximas prioridades este 2021. Si busca una implicación y atención norteamericanas mayores bajo la Administración Biden, podría ver estas cuatro cuestiones como formas de emprender un debate sobre la implicación creciente de los EE.UU. en cuestiones mediterráneas.

Estas cuatro cuestiones no son en absoluto las únicas que se tendrían que tener en cuenta —dado  que la región mediterránea presenta un buen número de retos y oportunidades— pero a fin de que se vea como un espacio viable e interesante para la diplomacia, los países tendrán que defender su valor. Estas cuestiones son las que probablemente dominarán la agenda de la Administración Biden en su primer año.

I. La respuesta regional a la pandemia del coronavirus. El reto más inmediato —la pandemia— puede no desaparecer tan rápido como algunos desean. La esperanza proporcionada por nuevas vacunas a finales del 2020 chocará con la realidad de que hará falta algún tiempo para su despliegue. Por otra parte, la crisis de la Covid-19 del 2020 ya ha llevado a un deterioro general de la situación de la seguridad humana en la región mediterránea en un sentido más amplio. Incluso antes del inicio de la pandemia, los países mediterráneos estaban muy lejos de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible esbozados en la década anterior. [12]12 — Fosse, Jeremie (10 de octubre 2020) “Estrategias, políticas y prácticas para alcanzar la Agenda 2030 en la región mediterránia” IDEES (núm. 51), disponible en línea.

La Administración Biden ha anunciado que una respuesta más eficaz a la pandemia es su máxima prioridad, y actúa con la opinión generalizada de que este reto tiene que ser abordado de forma global. Los Estados Unidos priorizarán trabajar con socios históricos para compartir conocimientos, hacer que las cadenas de distribución sean más resilientes y reforzar la preparación para futuras pandemias. Además, los Estados Unidos pueden considerar utilizar o bien grupos ya existentes como el G-7 o propuestas como el D-10 [13]13 — Brattberg, Erik i Ben Judah (10 de junio de 2020) “Forget the G-7, Build the D-10”, Foreign Policy, disponible en línea. para reunir naciones afines para coordinar mejor sus respuestas a futuras pandemias. Un área para la posible cooperación implica la distribución de vacunas más allá de las fronteras de las democracias industriales avanzadas que parecen tener más posibilidades de desarrollarlas y fabricarlas.

Si la UpM o cualquier otro foro demuestra que tiene la capacidad de proporcionar resultados en el ámbito de la respuesta al coronavirus —incluyendo la seguridad de la cadena de suministro y el desarrollo de la vacuna— se podría ver como una oportunidad para que la Administración Biden intensifique su implicación.

II. Cambio climático. Al anunciar el nombramiento del exsecretario de Estado norteamericano John Kerry como enviado especial para el cambio climático, el presidente Biden ha dejado bien patente que la política internacional del clima será una máxima prioridad. La Administración Biden se moverá rápidamente para volver a adherirse al Acuerdo por el Clima de París, pero también buscará maneras de intensificar su implicación con tantos países como sea posible, y foros de alcance regional como la UpM podrían ofrecer ventajas únicas.

El cambio climático representa «uno de los retos sistémicos más graves para la región» del Mediterráneo [14]14 — Marini, Katarzyna, et al (9 de noviembre de 2020), “Una nueva prioridad en la agenda de cooperación regional: la lucha contra la crisis climática”, IDEES (núm. 51), disponible en línea. . Las recientes tendencias en cambio climático han hecho saltar las alarmas. La Administración Biden buscará socios por todo el mundo para presentar un frente más unido en las negociaciones sobre el clima con la aprobación de China. También buscará oportunidades para proyectos conjuntos de energía verde y mitigación del clima, financiados mediante un fondo internacional de investigación sobre el clima, el desarrollo y las infraestructuras.

III. La crisis migratoria. Vinculada tanto a la crisis climática global como conflictos regionales, la crisis migratoria que ha afectado a Europa y reconfigurado la política en muchos países no parece que disminuirá como reto en el futuro próximo. De hecho, el cambio climático, la pandemia y los nuevos conflictos posiblemente agravarán el reto de la migración al cual muchos países han hecho frente a lo largo de la última década.

Una serie de dinámicas están acercando a Europa y África, [15]15 — Albinyana, Roger y Claudio Salmeri (9 de noviembre de 2020), “La región mediterránea como puente en el Partenariado África-Europa”, IDEES (núm. 51), disponible en línea. incluyendo las tendencias en seguridad y economía, pero el reto migratorio está adquiriendo más alcance e incluso más complejidad mientras siguen sin abordarse los conflictos y el cambio climático. Los recientes acontecimientos indican que la crisis migratoria está transformándose de nuevas maneras —con migrantes del África subsahariana que intentan evitar países como Libia llegando por nuevas vías a medida que los países europeos han aumentado sus controles de las rutas mediterráneas. Casi 20.000 migrantes llegaron a las Islas Canarias en el año 2020 viajando desde el Senegal a través del océano Atlántico en sus intentos de llegar a Europa [16]16 — Minder, Raphael (5 de diciembre de 2020) “After Perilous Atlantic Journey, Migrants Await Their Fate in Canary Island Hotels”, The New York Times, disponible en línea. .

IV. Cooperación digital entre socios clave. La Covid-19 ha acelerado —y seguirá acelerando— el despliegue de un amplio abanico de tecnologías que ya existen. El comercio electrónico, el teletrabajo, la enseñanza a distancia y la telemedicina han recibido un impulso que sólo se disipará en parte una vez pase la pandemia. Los avances tecnológicos recientes tienen un gran potencial para aumentar la calidad de vida por todo el mundo, pero también podrían acelerar una desigualdad mayor, particularmente en regiones como el Mediterráneo [17]17 — Ayadi, Rym y Carlo Sessa (9 de noviembre de 2020) “La transición digital a la Mediterránea”, IDEES (núm. 51), disponible en línea. .

La Administración Biden está dispuesta a buscar maneras de coordinar políticas con coaliciones de aliados y socios clave por todo el mundo en un amplio abanico de políticas digitales, incluyendo la fiscalidad digital y la coordinación regulatoria, la fabricación de semiconductores y la infraestructura de telecomunicaciones 5G. Una máxima prioridad de la Administración Biden entrante será aumentar su diplomacia digital con socios afines por todo el mundo para abordar y competir con el modelo chino de capitalismo digital autoritario y el modelo ruso de interferencia política destructiva dirigida a paralizar sociedades abiertas.

Muchos países que son miembros de la UpM constituyen el núcleo de esta lucha por la libertad y la democracia que se está desarrollando en el ámbito digital, y esta es otra área que podría demostrar su importancia si la UpM y los Estados Unidos quisieran buscar una mayor implicación.

Estas cuatro cuestiones probablemente prevalecerán en el conjunto de la Administración Biden. Hay toda otra serie de cuestiones importantes dentro de la región mediterránea —incluyendo la cuestión palestino-israelí, los conflictos en Libia y Siria y las recientes tensiones en el Mediterráneo Oriental. Pero a fin de que la UpM tenga un papel más destacado en un enfoque diplomático norteamericano renovado hacia el conjunto de la región, tendrá que demostrar un programa más claro para abordar esta serie de cuestiones.

Conclusión

La Administración Biden hace frente a una larga lista de retos y oportunidades a nivel interno y en el extranjero y busca reformar la manera en la que los Estados Unidos llevan a término su política exterior mientras pasan página a la Administración Trump. Las estructuras de política exterior existentes en el Gobierno norteamericano han llevado a divisiones artificiales entre asuntos europeos y norteafricanos en el Departamento de Estado y al Pentágono, y a una nueva estrategia de implicación que incluya la UpM ofrece una oportunidad para que los diplomáticos norteamericanos se impliquen en los retos actuales de formas nuevas e innovadoras. Pero a fin de que la UpM ocupe un lugar prioritario en la diplomacia de los EE.UU., habrá que escoger un conjunto claro de prioridades vinculadas en acciones que tienen el potencial de producir resultados más tangibles que la que ha producido durante el cuarto de siglo pasado.  

  • REFERENCIAS

    1 —

    Repucci, S. (2020) “A Leaderless Struggle for Democracy”, Freedom in the World 2020, disponible en línea.

    2 —

    Clemens, A. (28 de novembre de 2018) “U.S. income growth has been stagnant. To what degree depends on how you measure it”, Washington Center for Equitable Growth, disponible en línea.

    3 —

    Organización Internacional para las Migraciones (2020), “World Migration Report 2020”, pág. 21. Disponible en línea.

    4 —

    Cristiani, Dario (10 de octubre de 2020), “Comprender la pluralización geopolítica del Mediterráneo”, IDEES (núm. 51), disponible en línea.

    5 —

    Abulafia, David (2011) The Great Sea: A Human History of the Mediterranean. Nueva York: Oxford University Press.

    6 —

    Blinken, Anthony J. y Robert Kagan (1 de enero de 2019), “America First is only making the world worse. Here’s a better approach”, The Washington Post, disponible en línea.

    7 —

    Biden, Joseph R. (21 de agosto de 2020), Discurso delante del Comité Nacional Demócrata, CNN, disponible en línea.

    8 —

    Biden, Joseph R. (marzo, abril de 2020), “Why America Must Lead Again”, Foreign Affairs, disponible en línea.

    9 —

    Phillips, Amber (7 de noviembre de 2020) “Joe Biden’s victory speech, annotated”, The Washington Post, disponible en línea.

    10 —

    Véase el artículo y la propuesta de Joe Biden.

    11 —

    Abbott, Stefanie Georgakis (28 de noviembre de 2018) “The EU and the Middle East: From the Euro-Mediterranean Partnership to the Union for the Mediterranean”, extret de Conflict and Diplomacy in the Middle East: External Actors and Regional Rivalries, disponible en línea.

    12 —

    Fosse, Jeremie (10 de octubre 2020) “Estrategias, políticas y prácticas para alcanzar la Agenda 2030 en la región mediterránia” IDEES (núm. 51), disponible en línea.

    13 —

    Brattberg, Erik i Ben Judah (10 de junio de 2020) “Forget the G-7, Build the D-10”, Foreign Policy, disponible en línea.

    14 —

    Marini, Katarzyna, et al (9 de noviembre de 2020), “Una nueva prioridad en la agenda de cooperación regional: la lucha contra la crisis climática”, IDEES (núm. 51), disponible en línea.

    15 —

    Albinyana, Roger y Claudio Salmeri (9 de noviembre de 2020), “La región mediterránea como puente en el Partenariado África-Europa”, IDEES (núm. 51), disponible en línea.

    16 —

    Minder, Raphael (5 de diciembre de 2020) “After Perilous Atlantic Journey, Migrants Await Their Fate in Canary Island Hotels”, The New York Times, disponible en línea.

    17 —

    Ayadi, Rym y Carlo Sessa (9 de noviembre de 2020) “La transición digital a la Mediterránea”, IDEES (núm. 51), disponible en línea.

Brian Katulis

Brian Katulis

Brian Katulis es investigador Senior Fellow en el instituto Center for American Progress, donde trabaja sobre cuestiones vinculadas a la estrategia de seguridad nacional y la política antiterrorista de Estados Unidos. Durante más de una década, ha asesorado altos responsables políticos estadounidenses en materia de política exterior y también ha participado como experto en varios comités del Congreso, incluidos el Comité de Relaciones Exteriores y el Comité de Servicios Armados del Senado de Estados Unidos. Katulis ha desarrollado una amplia investigación sobre el terreno en la zona de Oriente Medio, donde ha vivido y trabajado en varios países como Egipto, Israel, Jordania y los territorios palestinos. Durante la administración del presidente Bill Clinton, trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional y los departamentos de Estado y de Defensa de los Estados Unidos. También ha trabajado para Greenberg Quinlan Rosner Research, Freedom House, el Instituto Democrático Nacional de Asuntos Internacionales y como asesor del ex gobernador de Pensilvania, Robert Casey. Junto con Nancy Soderberg, es co-autor del libro The Prosperity Agenda (2008).