“Buscant poemes per a aquesta antologia, em vaig adonar que tendeixo a preguntar-me, en la meva escriptura, de quina manera ser dona; de quina manera sóc dona. Suposo que la maternitat em va esborrar les mínimes certeses que creia tenir en aquest sentit, i simultàniament em va impulsar a repreguntar-m’ho tot, però aquesta vegada seriosament”.
Por qué las mujeres nos quemamos con el horno
La marquita roja la tenemos todas.
Acá en la mano izquierda, con la que escribo
está también mi quemadura de horno.
Si la miro muy fijo, sobre el radio
se me despliega en tres:
se me tridimensiona la muñeca
y entrecerrando los ojos pueden verse
la muñeca de mi madre, la de mi abuela
y, en un tirón hacia delante, la de mi hija
picada de mosquitos, pulida y ya dispuesta
a la marca de la rejilla ardiente.
(Inèdit)
Por qué los días malos miramos fotos de viajes
No para recordarnos caminando
por esta calle donde las luces verdes
de los semáforos se esparcían en la niebla
y en un estrato muy antiguo del cielo
también la luna hacía su numerito
sino para decirnos: una vez
dormimos frente a esta ventana
junto a este patio tomamos café
en un silencio completo
y una completa soledad
masticando este pan negro y extranjero
y anotando en tinta verde:
yo soy yo
yo
yo soy yo
yo
soy
yo.
(Inèdit)
Viento
El viento abrió las puertas del balcón
y en un segundo hizo volar por el living
un río de escombros, todo lo que está suelto
todo lo apoyado en superficies:
cartas de Cars, peladuras de lápiz
expensas, papel crepé en bollitos
dibujos con y sin dedicatoria
un estíquer, un clip desenrollado.
Rugía, ese viento, traía lluvia frenética:
salimos a gritar al balcón
mis dos hijos y yo, porque fue un año duro
y pensé que nos lo merecíamos.
(La altura. Buenos Aires, Bajo la luna, 2016)
Luna de plástico
Estamos en un living oscuro
donde quiero todo menos lo que tengo.
Sin zapatos, en el piso, tomando vino
en vasos de cristal, ponen música fuerte
y me pregunto: ¿por qué nosotros nunca
ponemos esta música?
La posibilidad del placer me está haciendo levitar
y la imposibilidad del placer me marea.
Voy a asomarme a la ventana a tomar aire,
pero no hay más, aquí, que la estrecha confluencia
de patios traseros y escaleras para incendio,
la ausencia de sonido mordazmente agitada
por la música mágica, una oscuridad de afueras de ciudad
apenas conocida. Así que necesito ir a la calle.
Me pongo los zapatos, salgo,
bajo la luz marrón que el piso a cuadros se chupa como esponja,
y mientras tanto pienso, pienso.
¿Por qué nosotros nunca ponemos esta música?
Me paro en la vereda congelada. No hay olores.
No puedo distinguir la ventana
de donde vengo. Un grupo de hombres en las sombras
me vuelven al temor. Ay, pero, gracias.
(La tomadora de café. Bahía Blanca, Vox, 2005)
Epigrama
Dijiste algo y entendí mal.
Los dos reímos:
yo de lo que entendí,
vos de que yo festejara
semejante cosa que habías dicho.
Como en la infancia,
fuimos felices por error.
(Las últimas mudanzas. Bahía Blanca, Vox, 2001)

Laura Wittner
Laura Wittner és poeta, traductora, escriptora i docent. Va néixer a Buenos Aires l'any 1967. És llicenciada en Lletres per la Universitat de Buenos Aires, coordina tallers de poesia i traducció i treballa com a traductora per a diverses editorials. Ha publicat onze llibres de poesia: els més recents són La altura (Buenos Aires, Bajo la Luna, 2016), Por qué insistimos con los viajes (Torrequemada, España, Ediciones Liliputienses, 2012/2017) i Lugares donde una no está – Poemas 1996-2016 (Buenos Aires, Gog y Magog, 2017). També és autora de llibres per a nens i nenes, entre els quals Dime cómo vuelas (Buenos Aires, Tres en Línea, 2019) i Los entusiasmos (Buenos Aires, Del Naranjo. 2019).