Josep Maria Batista i Roca (1895-1978) fue el primer intelectual, académico, universitario, figura de vocación pública, al ser independentista toda su vida, decirlo y actuar en consecuencia [1]1 — Porta, Frederic J. (2022/2023), Josep Maria Batista i Roca (1895-1978) [Título provisional. Próxima aparición]. Barcelona: Edicions de 1984. . Su acción política se basaba en el refortalecimiento de Cataluña y su espíritu y conciencia nacionales, en el cultivo del carácter y la preparación de los dirigentes del mañana, inspirado en el modelo británico. Batista i Roca fue uno de los pocos intelectuales verdaderamente preocupado por establecer una posición catalana en el mundo; una geopolítica catalana. Lo haría en cinco ejes: el pancatalanista, el panoccitano, el ibérico, el europeo y, finalmente, el hispánico. Esbozamos los principales acto seguido [2]2 — Sobre geopolítica ibérica, véase: Porta, Frederic J. (2022?), Batista i Roca i la Galeusca (1932-1934), Actes de la VI Galeusca Històrica (2021). [Próxima aparición]. .

Geopolítica de los Països Catalans

En los ambientes del separatismo, los Països Catalans eran un marco natural ya de finales del siglo XIX. Para Batista i Roca, la nación catalana se encontraba allí donde quiera que se hablara catalán. Aunque los procesos de Renaixença de Mallorca, la Comunitat Valenciana y el Rosellón habían tomado caminos diferentes, todos los Països Catalans contaban con un mínimo de conciencia nacional a partir del cual se podía proyectar una unidad cultural y lingüística. Con la asociación Nostra Parla primero, y con la entidad cívica Palestra después, Batista i Roca buscaría el acercamiento de los intelectuales, especialmente jóvenes, del Principado de Cataluña a los otros territorios de la Nación, incluido también el Alguer.

Nostra Parla (1916-1923) fue una asociación preocupada por la promoción de la lengua catalana y de su prestigio, así como para promover «la unificación espiritual de Baleares, Cataluña, Rosellón y Valencia», un poco como complemento de la Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana (APEC, 1898-1939). Palestra (1930-1938) recogería este objetivo, pero insertándolo en una estrategia de más amplio alcance; la entidad cívica serviría de plataforma para extender la conciencia nacional a toda la nación catalana y, especialmente, a la juventud que, en un futuro, tendría que liderar un proyecto político pancatalanista. Palestra extendería también sus actividades más allá de la cordillera de la Corbera, en Occitania [3]3 — Duran, Lluís (2020). Què va ser Palestra. Barcelona: Generalitat de Catalunya. Departament de Justícia; Duran, Lluís (2007), Intel·ligència i caràcter. Palestra i la formació dels joves (1928-1939). Barcelona: Afers; Graña, Isabel (1995). L’Acció pancatalanista i la llengua: Nostra Parla (1916-1924). Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat; Duran, Lluís (1997). Pàtria i escola, L’Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana. Catarroja-Barcelona: Editorial Afers. .

Poco a poco, y pensando en el futuro, se iría construyendo, de manera natural y orgánica, a través de los conocimientos, una red de desvelo nacional formada por dirigentes conscientes como los que habían hecho posible, en la Cataluña estricta, la Renaixença Romántica. El esquema previsto era el mismo: una fase cultural, de contactos, proyectos y sueños; una fase política, de afirmación de ideas y de puesta en práctica de estas; y, finalmente, la reunificación estatal con las respectivas independencias.

A lo largo de los años de la Segunda República Española, valencianos, mallorquines y otros catalanes asistieron esporádicamente a los campamentos de Palestra, aunque se organizaban también grupos de scouts en la Comunidad Valenciana o un campamento de la Obra Social de Palestra en Mallorca. Mientras tanto, la Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana realizaba también esfuerzos en Andorra para «fomentar el amor en la lengua entre los andorranos». También se creó un Comité Catalán de Amigos de Andorra en «defensa de la independencia andorrana», el cual sostenía que «defender Andorra de las intromisiones de los países extranjeros, es defender la independencia de un territorio catalán».

Batista i Roca fue el primer intelectual, académico, universitario y figura de vocación pública en ser independentista toda su vida, decirlo y actuar en consecuencia

Batista i Roca pensaba en una coordinación de los movimientos excursionistas y escultistas de cada nacionalismo e incluso diseñó un organigrama para la nueva alianza, con tres secretariados nacionales y uno general, cada uno con sede propia, en una articulación que recordaba a la que seguía internamente Palestra, el movimiento excursionista y de escultismo de Cataluña y la Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana. No en vano, todos estos espacios u organizaciones estaban convergiendo, a través de Batista i Roca y su gente de confianza, en una nueva cultura política para toda la nación catalana. Desgraciadamente, el resultado de la Guerra Civil restañó el proceso ascendente de toma de conciencia nacional por todos los Països Catalans.

Geopolítica occitana

Cuando el Romanticismo llevó a Europa a conectar con su pasado medieval, los catalanes reencontraron su pasado compartido con los occitanos, y vice-versa. Desde entonces quedaron embelesados por lo que el erudito Augusto Rafanell ha denominado la Ilusión Occitana. Durante todo el siglo XIX, la idea de una unidad cultural catalano-occitana, sobre todo lingüística, fue compartida por muchos intelectuales de las respectivas Renaixences. Después de la Gran Guerra, Batista i Roca creyó que había llegado el momento de empezar a concretar las relaciones, y pasar de una ilusión cultural o lingüística, de hermandad romantizada, histórica, casi mítica y compartida en un pasado truncado por la Batalla de Murete de 1213 —una idea un poco esotérica, sólo al alcance de los intelectuales—, a una idea actual, política y, de masas. Batista i Roca, en palabras de Rafanell, realizó «el primer programa y la primera campaña plenamente nacional (no selectiva ni elitista) del panoccitanismo en Cataluña» [4]4 — Rafanell, August (2006). La Il·lusió Occitana. Barcelona: Quaderns Crema, 1024. .

A través de actos y de encuentros, de la publicación de opúsculos y la celebración de reuniones y conferencias, Batista i Roca buscaba acercar las dos culturas, preparar un mercado cultural unificado, unir las dos lenguas y promover que los jóvenes se conocieran a fin de que, en un futuro, se desarrollara, a través de una conciencia cultural compartida, un proyecto político catalano-occitano, que se vehicularía a través de la Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana, de la recién nacida Federació Nacional d’Estudiants de Catalunya y de Palestra. Aunque hubiera precedentes anteriores, fue verdaderamente durante los años 1930-1934, de relativa estabilidad y libertades a ambos lados de la sierra de las Corberes, que se procedió, con el visto bueno de la Generalitat, a reanudar el establecimiento de vínculos y de relaciones con los intelectuales occitanos en vistas a construir un espacio-mercado cultural que, en un futuro, se pudiera convertir en una realidad política [5]5 — Batista y «todos los idealistas que lo secundaban habían superado a los maestros, tomando en un sentido literal aquello que estos habían predicado en un sentido literario», explica Rafanell. Rafanell, August (2006). La Il·lusió Occitana. Barcelona: Quaderns Crema, 115. Un ejemplo de la visión evolucionista del nacionalismo por estadios, en: J. M. Batista i Roca (1932), Pròleg a Amadeu Serch, L’exemple de Txecoslovàquia. Els sòkols. La lluita per la independència. Barcelona: Editorial Barcino, 5-7. Sobre la conciencia de estar estableciendo marcos culturales y un mercado común occitano-catalán: Alexandre Cirici (1973). El Temps Barrat (Barcelona: Destino, 1973), 116-126 i 203-206. Sobre la promoción de las relaciones entre occitanos y catalanes por parte de organismos para-autonómicos, la Oficina de Relaciones Meridionales de Carbonell es un gran ejemplo: Vinyet Panyella (2000). Josep Carbonell i Gener (Sitges, 1897-1979). Entre les avantguardes i l’humanisme. Barcelona: Edicions 62, 184-196. Véase, en general: Porta, Frederic J. (2022/2023), Josep Maria Batista i Roca (1895-1978) [Título provisional. Próxima aparición]. Barcelona: Edicions de 1984. . El camino hacia los Hechos de Octubre y la turbulencia de los años entre 1934 y 1939 en Cataluña, y de 1939 a 1945 en Occitania, supusieron un punto y aparte en las relaciones y los sueños de unificación que Batista i Roca reanudaría a partir de la década de 1950.

Geopolítica europea

Históricamente, más o menos una vez por siglo, en Europa se genera un periodo convulso en el cual cambian las fronteras y la hegemonía, pero también la concepción del mundo y del poder. Después de las guerras de religión del siglo XVI, son ejemplos la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), la guerra de Sucesión (1701-1713/15) y la de la Cuádruple Alianza (1718-1720), las Guerras de la Revolución Francesa y las Napoleónicas (1792-1802 y 1803-1815) y el periodo de las dos guerras mundiales (1914-1945). Cada vez que un sistema de posguerra se debilita y se hunde, Europa entra en un periodo de un par o tres de decenios de inestabilidad, de fronteras, ideas, hegemonías y poderes cambiantes, de la cual emerge completamente transfigurada. Paradójicamente, estos son momentos de oportunidades para Cataluña. Batista i Roca quería aprovechar la ventana abierta entre la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial para conseguir la independencia de Cataluña.

Ya en 1919 había empezado a hacer contactos universitarios en Oxford, Cambridge o Berlín, también alrededor, extraoficialmente, de la Sociedad de Naciones. Hablaba con todo el mundo y se escribía con todo el mundo, fueran representantes de minorías, de estados, de repúblicas, monarquías o imperios. Su actividad la vehiculaba especialmente a través de la Oficina de Relacions i Bescanvis (CIEGUES), establecida dentro de Palestra. Batista y Roca buscaba suplir la ausencia total o cuasi-total de relaciones internacionales o de instituciones en este sentido. Entre 1919 y 1945 (y más allá), Batista i Roca intentó suplir la inexistencia de una Oficina de Relaciones Internacionales, Conselleria o Ministerio de Exteriores de Cataluña extraoficial o paraoficial.

Se establecieron contactos informales, a través de amistades, pero también contactos formales: informes y mensajes enviados a los consulados y las embajadas, por ejemplo, británica, francesa, alemana, italiana y portuguesa. La ausencia de una diplomacia estatal catalana o de representación de las reivindicaciones políticas ante la nueva Sociedad de Naciones llevó a los nacionalistas catalanes, entre ellos Batista i Roca, a optar por maneras indirectas de influir. Se realizaron, en este sentido, muchas gestiones en el Congreso de las Nacionalidades Europeas, una organización no gubernamental que intentaba suplir la falta de representación de las naciones sin Estado y las minorías en la Sociedad de Naciones. En el Congreso, la influencia de Batista i Roca llegó a ser notoria, adquiriendo «cierto protagonismo entre los círculos del movimiento nacionalitario europeo desde 1933-34, particularmente por sus estancias en Ginebra delante de la sala de prensa de la Sociedad de Naciones», como ha explicado Núñez-Seixas [6]6 — Núñez Seixas, Xosé M (2010). Internacionalitzant el nacionalisme. El catalanisme polític i la qüestió de les minories nacionals a Europa. Catarroja-València: Editorial Afers-Universitat de València. 257-258. La cita es de les páginas 240-241. Véase también: Ucelay-Da Cal, Enric, Xosé M. Núñez Seixas, Arnau Gonzàlez i Vilalta (eds.) (2020), Patrias diversas, ¿misma lucha? Alianzas transnacionalistas en el mundo de entreguerras [1912-1939]. Barcelona: Edicions Bellaterra. .

La ausencia de una diplomacia estatal catalana o de representación de las reivindicaciones políticas ante la nueva Sociedad de Naciones llevó a los nacionalistas catalanes, entre ellos Batista y Roca, a optar por modos indirectos de influir en la organización

El intelectual independentista consiguió que en reuniones y encuentros, como la de 1935, se aceptaran sus propuestas de reivindicación de la paz europea y de respeto por los derechos de las minorías para todos los asistentes, las cuales serían presentadas al Presidente de la Asamblea de la Sociedad de Naciones. Otro ejemplo de esta participación indirecta, que buscaba influir la visión que tenían los Estados miembros de la Sociedad de Naciones sobre Cataluña, la encontramos en 1935, después de los Hechos de Octubre. En aquel año, Batista i Roca, como representante de Cataluña al Congreso de Nacionalidades Europeas, envió un informe sobre Cataluña a la delegación portuguesa de la Sociedad de Naciones, en el que explicaba la situación política del país después de aquella revuelta fallida [7]7 — El documento nos lo ha facilitado muy amablemente Arnau Gonzàlez i Vilalta. (AHD, DGNP, Informações políticas. Espanha. 1932 e 1935, Dossier Informações sobre en Catalunha, Proceso 28, 1935, Delegación de Portugal SDN, 26-X-1935). . El objetivo de una Cataluña libre en una Europa libre y diferente se desvaneció entre 1936 y 1939, pero después de 1945, Batista i Roca continuaría su actuación delante las (re)nacientes instituciones europeas.

Geopolítica hispánica: parar la Guerra

Durante los tres años del conflicto, tal como ha explicado Arnau Gonzàlez i Vilalta en el libro Une Catalogne indépendant ?: «el tema, la posible secesión de Cataluña, gustara o no, estaba sobre la mesa de las cancillerías y en los debates periodísticos del momento […]. No hubo ningún espacio de debate diplomático o periodístico que dejara de comentar la posibilidad de una secesión catalana» [8]8 — Gonzàlez i Vilalta, Arnau (2017). Une Catalogne indépendant ? Geopolítica europea i Guerra Civil Espanyola (1936-1939). Barcelona: Memorial Democràtic. Véase también el más reciente: Gonzàlez i Vilalta, Arnau (2021). Cataluña en la crisis europea (1931-1939). ¿Irlanda española, peón francés o URSS mediterránea? Lleida: Milenio Publicaciones. . En la Guerra Civil Española se involucraron directamente la URSS, Italia y Alemania y miles de combatientes extranjeros —como los de las Brigadas Internacionales o el Corpo Truppe Volontarie— lucharon en los campos de batalla. Y los medios de comunicación internacionales también fijaron su vista al sur de los Pirineos.

El rompecabezas diplomático de aquellos años situaba Cataluña como una pieza movible, en disputa dentro del tablero de las relaciones internacionales del final del periodo de entreguerras. En marzo de 1938, por ejemplo, cuando Hitler se anexionó Austria, sobre la mesa del gobierno francés pasó la propuesta de ocupar militarmente Cataluña hasta el Ebro como medida de protección. Gregori Mir expresa que desde «la guerra de Sucesión, Cataluña no había tenido un protagonismo internacional como el que tuvo durante la Guerra» [9]9 — Mir, Gregori (2006). Aturar la guerra. Les gestions secretes de Lluís Companys davant el Govern britànic. Barcelona: Proa. .

El president Lluís Companys envió a Batista i Roca a Londres en misión secreta cuando los franquistas entraron en Lérida la primavera de 1938. Aprovechando la red de contactos tejida durante los años anteriores, accedió a las más altas instancias del Imperio Británico, llegando a entrevistarse en persona con Lord Halifax, Edward Frederick Lindley Wood, entonces secretario de exteriores. Los británicos, sin embargo, se guardaron en la manga, de 1936 a 1945, la carta del nacionalismo catalán. En uno de los informes enviados por Batista i Roca, el 23 de junio de 1937, redactado por él en coordinación con los enviados del gobierno vasco, Manuel Irujo e Iñaki Lisazo, pero también con la delegación de la Generalitat en París, se hablaba de una propuesta para detener la guerra, reconocer la zona controlada por los insurrectos y establecer un control internacional a través de la Sociedad de Naciones de los territorios de Cataluña, la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares, la parte de Aragón todavía bajo control republicano y Murcia —casi literalmente las fronteras de la antigua Corona de Aragón, es decir, con una perspectiva más hispánica que española. «Los ingleses se lo tomaron con mucho interés e incluso sugirieron que Holanda formara parte de esta comisión [internacional]», recordaría Batista i Roca [10]10 — La cita proviene de la grabación de Mascarell, Ferran (1978). Entrevista a Batista y Roca. Fonoteca Jaume Fons de l’Arxiu Nacional de Catalunya. El memorándum, sin embargo, que Batista recordaría con gozo en la última entrevista, proponía un armisticio, la entrada de comisarios, interventores y supervisores internacionales para garantizar la aplicación de las decisiones, el retorno de los exiliados y el fin de las represalias políticas en la retaguardia. Se proponía también la aplicación de los Trece Puntos de Negrín publicados el 30 de abril —siempre que fueran aplicados también al bando franquista— y, como garantía de seguridad, se reclamaba la desmilitarización de toda la costa Mediterránea, incluida Cataluña, la Comunidad Valenciana y las Islas, territorios que el memorándum reclamaba catalanes. Además, se ofrecía toda la potencia industrial de las tierras catalanas dentro de España para ser puesta al servicio de Francia o Gran Bretaña en caso de una nueva conflagración europea, y se incluía, también, la introducción de una autonomía gallega. En caso de ser aceptadas y aplicadas las condiciones, se proponía la celebración de un plebiscito, al menos cinco años después y bajo supervisión internacional, a fin de que los propios ciudadanos decidieran el futuro político de sus territorios, se encontraran bajo control republicano o franquista. Lluís Crusellas, “Franco no va voler la pau. Gestions de Batista i Roca a Londres” a Serra d’Or (I/1979). . Los británicos se guardaron la carta del nacionalismo catalán: los contactos perduraron desde el final de la Guerra Civil y hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, pero a la liberación de París y Berlín, como es sabido, no siguieron ni Barcelona ni Madrid.

Conclusiones

El alcance de la paradiplomacia de Batista i Roca durante el periodo de entreguerras fue limitada debido a la ausencia de los mecanismos estatales y de representación directa ante la Sociedad de Naciones. Sin embargo, a través de estrategias de influencia indirecta, como la participación en el Congreso de las Nacionalidades Europeas, se intentó suplir estas carencias, llegando a contactar y enviar informaciones y memorándums a la Sociedad de Naciones y a los delegados de varios países. Los contactos establecidos se aprovecharían durante la Guerra Civil Española para intentar conseguir una paz separada con intervención de varias potencias y la Sociedad de Naciones, cosa que, finalmente, no pasaría.

  • Referencias

    1 —

    Porta, Frederic J. (2022/2023), Josep Maria Batista i Roca (1895-1978) [Título provisional. Próxima aparición]. Barcelona: Edicions de 1984.

    2 —

    Sobre geopolítica ibérica, véase: Porta, Frederic J. (2022?), Batista i Roca i la Galeusca (1932-1934), Actes de la VI Galeusca Històrica (2021). [Próxima aparición].

    3 —

    Duran, Lluís (2020). Què va ser Palestra. Barcelona: Generalitat de Catalunya. Departament de Justícia; Duran, Lluís (2007), Intel·ligència i caràcter. Palestra i la formació dels joves (1928-1939). Barcelona: Afers; Graña, Isabel (1995). L’Acció pancatalanista i la llengua: Nostra Parla (1916-1924). Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat; Duran, Lluís (1997). Pàtria i escola, L’Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana. Catarroja-Barcelona: Editorial Afers.

    4 —

    Rafanell, August (2006). La Il·lusió Occitana. Barcelona: Quaderns Crema, 1024.

    5 —

    Batista y «todos los idealistas que lo secundaban habían superado a los maestros, tomando en un sentido literal aquello que estos habían predicado en un sentido literario», explica Rafanell. Rafanell, August (2006). La Il·lusió Occitana. Barcelona: Quaderns Crema, 115. Un ejemplo de la visión evolucionista del nacionalismo por estadios, en: J. M. Batista i Roca (1932), Pròleg a Amadeu Serch, L’exemple de Txecoslovàquia. Els sòkols. La lluita per la independència. Barcelona: Editorial Barcino, 5-7. Sobre la conciencia de estar estableciendo marcos culturales y un mercado común occitano-catalán: Alexandre Cirici (1973). El Temps Barrat (Barcelona: Destino, 1973), 116-126 i 203-206. Sobre la promoción de las relaciones entre occitanos y catalanes por parte de organismos para-autonómicos, la Oficina de Relaciones Meridionales de Carbonell es un gran ejemplo: Vinyet Panyella (2000). Josep Carbonell i Gener (Sitges, 1897-1979). Entre les avantguardes i l’humanisme. Barcelona: Edicions 62, 184-196. Véase, en general: Porta, Frederic J. (2022/2023), Josep Maria Batista i Roca (1895-1978) [Título provisional. Próxima aparición]. Barcelona: Edicions de 1984.

    6 —

    Núñez Seixas, Xosé M (2010). Internacionalitzant el nacionalisme. El catalanisme polític i la qüestió de les minories nacionals a Europa. Catarroja-València: Editorial Afers-Universitat de València. 257-258. La cita es de les páginas 240-241. Véase también: Ucelay-Da Cal, Enric, Xosé M. Núñez Seixas, Arnau Gonzàlez i Vilalta (eds.) (2020), Patrias diversas, ¿misma lucha? Alianzas transnacionalistas en el mundo de entreguerras [1912-1939]. Barcelona: Edicions Bellaterra.

    7 —

    El documento nos lo ha facilitado muy amablemente Arnau Gonzàlez i Vilalta. (AHD, DGNP, Informações políticas. Espanha. 1932 e 1935, Dossier Informações sobre en Catalunha, Proceso 28, 1935, Delegación de Portugal SDN, 26-X-1935).

    8 —

    Gonzàlez i Vilalta, Arnau (2017). Une Catalogne indépendant ? Geopolítica europea i Guerra Civil Espanyola (1936-1939). Barcelona: Memorial Democràtic. Véase también el más reciente: Gonzàlez i Vilalta, Arnau (2021). Cataluña en la crisis europea (1931-1939). ¿Irlanda española, peón francés o URSS mediterránea? Lleida: Milenio Publicaciones.

    9 —

    Mir, Gregori (2006). Aturar la guerra. Les gestions secretes de Lluís Companys davant el Govern britànic. Barcelona: Proa.

    10 —

    La cita proviene de la grabación de Mascarell, Ferran (1978). Entrevista a Batista y Roca. Fonoteca Jaume Fons de l’Arxiu Nacional de Catalunya. El memorándum, sin embargo, que Batista recordaría con gozo en la última entrevista, proponía un armisticio, la entrada de comisarios, interventores y supervisores internacionales para garantizar la aplicación de las decisiones, el retorno de los exiliados y el fin de las represalias políticas en la retaguardia. Se proponía también la aplicación de los Trece Puntos de Negrín publicados el 30 de abril —siempre que fueran aplicados también al bando franquista— y, como garantía de seguridad, se reclamaba la desmilitarización de toda la costa Mediterránea, incluida Cataluña, la Comunidad Valenciana y las Islas, territorios que el memorándum reclamaba catalanes. Además, se ofrecía toda la potencia industrial de las tierras catalanas dentro de España para ser puesta al servicio de Francia o Gran Bretaña en caso de una nueva conflagración europea, y se incluía, también, la introducción de una autonomía gallega. En caso de ser aceptadas y aplicadas las condiciones, se proponía la celebración de un plebiscito, al menos cinco años después y bajo supervisión internacional, a fin de que los propios ciudadanos decidieran el futuro político de sus territorios, se encontraran bajo control republicano o franquista. Lluís Crusellas, “Franco no va voler la pau. Gestions de Batista i Roca a Londres” a Serra d’Or (I/1979).

Frederic J. Porta

Frederic J. Porta es graduado en Ciencias Políticas, Máster en Historia del Mundo y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Pompeu Fabra. Actualmente es miembro del Grupo de Investigación en Estados, Naciones y Soberanías (GRENS) de la UPF e investigador posdoctoral Margarita Salas en Historia Contemporánea en la Universidad de Barcelona, dentro del Grupo de Investigación en Estudios Nacionales y Políticas Culturales. Director de la revista Esperit, su investigación se centra en la historia de Cataluña, el nacionalismo y el separatismo catalán, la historia de Europa, los movimientos políticos y la filosofía contemporáneas.