¿Periferia o conector? Estas son dos formas bien diferentes de percibir la posición geopolítica del Magreb, una subregión formada por cinco estados (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Mauritania) y un territorio de soberanía discutida (la antigua colonia española del Sáhara Occidental) en el noroeste del continente africano, con una extensión de seis millones de km2 y una población de más de 100 millones de personas.

El término Magreb significa “poniente” en árabe y es por ello que a veces se suele traducir como “el occidente árabe”. Esta denominación establece un vínculo de pertenencia al mundo árabe y, por lo tanto, en términos geopolíticos, a la región de Oriente Medio y Norte de África (MENA, en su sigla inglesas. La forma más habitual de analizar las dinámicas geopolíticas del espacio que se extiende del océano Atlántico al Golfo Pérsico ha sido la de considerarla como un complejo regional de seguridad multipolar, conflictivo y fuertemente penetrado por intereses extranjeros [1]1 — Véase la definición clásica de complejo regional de seguridad y como se aplica a la regió MENA en Buzan, B. & Wæver, O. (2003) Regions and Powers. The Structure of International Security. Cambridge: Cambridge University Press y, sobre el concepto de “región penetrada”, véase Brown, L. C. (1984) International Politics and the Middle East. Old Rules, Dangerous Game. Princeton: Princeton University Press. . Dentro de esta región se distinguen diferentes subregiones y el Magreb es una de ellas. Algunas de las peculiaridades del Magreb como subregión son la huella del colonialismo francés, la proximidad con Europa, el peso de la cultura y lengua amazig como rasgo diferencial, la existencia de una organización subregional de cooperación (la Unión del Magreb Árabe (UMA), creada en 1989), un sistema bipolar que pivota en torno a la rivalidad entre Marruecos y Argelia, y una posición relativamente periférica respecto de los principales conflictos de la región como el árabe-israelí y, más recientemente, el de Siria.

Una segunda forma de analizar la posición geopolítica del Magreb es la que realza su africanidad. Así, el “occidente árabe” pasa a ser el “norte de África”. La Unión Africana (UA) suele dividirse en cinco regiones geográficas (norte, oeste, este, centro y sur) a las que se suma la diáspora. El Magreb forma parte del África septentrional junto con Egipto, un país que por sí solo tiene la misma población que todos los otros países magrebíes. Más allá de que exista esta subdivisión dentro de la UA, lo que resulta significativo es cómo los diferentes países del Magreb han ido dando más relevancia a su africanidad a través de declaraciones políticas, viajes de Estado, reformas constitucionales y una mayor implicación en organizaciones y proyectos continentales. Una implicación en la que Marruecos y Argelia no cooperan sino que compiten abiertamente [2]2 — Véase, entre otros: Werenfels, I. (2020) «Maghrebi Rivalries Over Sub‑Saharan Africa». SWP Comment, 54 [Disponible en línea]). Soler i Lecha, E (2020) «Ten Reasons Why the Maghreb Pivots to Africa», IEMed Mediterranean Yearbook 2020, 70-77 [Disponible en línea]. Abderrahim, T. & Aggad, F. (2018) «Starting afresh: The Maghreb’s relations with sub-Saharan Africa»‘, ECDPM Discussion Paper, 225 [Disponible en línea]. Dworkin, A. (2020) A return to Africa: Why North African states are looking south, ECFR Policy Brief, 2020 [Disponible en línea]. . También se han reforzado los vínculos en materia de (in)seguridad entre el Magreb y los países del Sahel, especialmente después de la caída de Gadafi en 2011 y la guerra de Mali de 2012. De forma similar a lo que pasa cuando pensamos el Magreb como aparte del mundo árabe, esta mirada africana a la geopolítica magrebí también tiende a conferirle un carácter periférico y marcado por los particularismos.

El Magreb es uno de los nexos de unión más potentes entre el mundo árabe y África, pero también entre África y Europa. Éste papel conector se ha traducido, sobre todo, en dinámicas de competición y conflicto

Una tercera mirada es la que pone el acento en el papel conector del Magreb entre diferentes regiones. El Magreb se convierte así en uno de los nexos de unión más potentes entre el mundo árabe y África, pero también entre África y Europa, haciendo del Mediterráneo una especie de lago interior. Apenas 14 km separan las costas andaluzas de las del norte de África, y el Estrecho de Gibraltar también es el paso obligado entre el Atlántico y el Mediterráneo. Esta posición se vuelve especialmente relevante cuando se habla de infraestructuras estratégicas (portuarias, energéticas, digitales, etc.), de migraciones o de tráficos ilícitos. A veces este papel conector genera oportunidades para la cooperación y diálogo, pero este artículo se centra en cómo se ha traducido, sobre todo, en dinámicas de competición y conflicto. Lo hace analizando cómo la enemistad entre Marruecos y Argelia se ha trasladado a las políticas africanas de ambos países, cómo el Magreb se ha convertido en uno de los escenarios en los que las potencias regionales de Oriente Medio proyectan su lucha por la hegemonía regional, preguntándose si el Magreb puede ser también uno de los espacios de competición entre dos potencias mediterráneas como Francia y Turquía y, finalmente, cómo se materializa la pérdida relativa de influencia de Occidente y el ascenso de China y Rusia como potencias globales.

Rivalidades magrebíes: Argelia-Marruecos

Poco después de convertirse en un país independiente, Argelia se enfrentaba con Marruecos en la que se conoció como la Guerra de las Arenas (Guerre des Sables en francés) entre octubre de 1963 y febrero de 1964. Mientras que la nueva república argelina quería preservar las fronteras heredadas de la colonización, Marruecos reclamaba parte de Argelia occidental como propia. La reivindicación territorial inaugura una larga fase de enfrentamiento entre los dos países más poblados del Magreb, pero es sólo uno de los ingredientes. Tanto Marruecos como Argelia se han acusado de injerencia en los asuntos internos respectivos y el choque ideológico los ha ido situando en campos opuestos en la política árabe, africana e internacional. Marruecos ha cultivado las relaciones con Europa y más concretamente con Francia, mientras que Argelia rompió con la metrópoli y ha reforzado un discurso anticolonial y antiimperialista. Marruecos se situó claramente del lado de los Estados Unidos durante el periodo de Guerra Fría y mantuvo buenas relaciones con otras monarquías conservadoras árabes. En cambio Argelia se implicó en el movimiento de países no alineados, con una política exterior favorable a los movimientos revolucionarios y en la gran confrontación del mundo bipolar se situó más cerca de Moscú que de Washington.

Es en este contexto que Hassan II lanzó la marcha verde para anexionarse el Sáhara Occidental en 1975, aprovechando la debilidad política de España durante las últimas semanas de vida del dictador Francisco Franco. Argelia, en cambio, apoyó a los independentistas del Frente Polisario. Desde entonces el conflicto del Sáhara se ha mantenido como uno de los principales obstáculos en cualquier intento por alcanzar mayor cooperación e integración entre los países del Magreb. Sus ecos también han llegado al resto del continente africano. La República Árabe Saharaui Democrática (RASD), con pleno apoyo de Argelia, consiguió reconocimientos de más de veinte países africanos, entre los cuales algunos de los más influyentes como Etiopía, Tanzania y Nigeria; y en 1982 la Organización de la Unidad Africana (OUA), precedente del UA, aceptó por mayoría simple la RASD como miembro de pleno derecho. Marruecos, como protesta, decidió abandonar la organización. El cambio político en Sudáfrica con el fin del apartheid comportó un giro en relación con el Sáhara, gracias a la buena relación que desde los años setenta se había establecido entre el Polisario y el Congreso Nacional Africano, reforzando la idea de que África era el talón de Aquiles de la estrategia exterior de Marruecos.

Ya entrados en el siglo XXI, Marruecos decidió remediarlo. Mohamed VI es una pieza clave en este redescubrimiento de África por parte de Marruecos, que también se ha apoyado en la expansión de los conglomerados empresariales marroquíes en los países subsaharianos [3]3 — Messari, N. (2018) Morocco’s African Foreign Policy, MENARA Future Notes, n. 12 [Disponible en línea]. . La estrategia dio frutos, algunos países africanos retiraron su reconocimiento de la RASD y todo culminó con el reingreso en la UA de Marruecos en enero de 2017. Con el estallido de la pandemia, África también se convirtió en el principal objetivo de la conocida como “diplomacia de la mascarilla”, refiriéndose a la reconversión industrial para producirlas y exportarlas o hacer donaciones a países estratégicos para la diplomacia marroquí [4]4 — Iraqi, F. (2020) «Maroc : la diplomatie des masques, nouvel atout du royaume», Jeune Afrique, 14 de maig de 2020 [Disponible en línea]. . Con respecto a la agenda de seguridad, Marruecos también se ha posicionado como un actor en el Sahel, bien sea reforzando la colaboración con los gobiernos de estos países, bien sea presentándose ante sus socios internacionales como un vector de estabilidad regional.

El dinamismo de la política africana de Marruecos durante las dos primeras décadas del siglo XXI coincidió con una fase de repliegue en Argelia, agravada por la mala salud del antiguo presidente Abdelaziz Bouteflika [5]5 — Hernando de Larramendi, M. (2019) «Doomed regionalism in a redrawn Maghreb? The changing shape of the rivalry between Algeria and Morocco in the post-2011 era», The Journal of North African Studies, 24:3, 506-553. . Los argelinos han intentado, no obstante, limitar la influencia marroquí promoviendo marcos alternativos de diálogo regional en materia de seguridad en el Sahel que excluyen a Marruecos, como el proceso de Nuakchot. En materia de infraestructuras, han reactivado proyectos estratégicos de conexión entre Argelia y Nigeria a través de gasoductos, autopistas o cables digitales, que compiten con proyectos alternativos, liderados o participados por Marruecos. La reforma de la constitución argelina de 2020 también abre la puerta a la participación argelina en operaciones militares de la UA, y el nombramiento en 2019 de Ramtane Lamamra como ministro de asuntos exteriores deja entrever una voluntad del aparato estatal por recuperar posiciones en el continente africano.

El fin del alto al fuego entre el Polisario y Marruecos y el anuncio de que Argelia rompía relaciones diplomáticas con Marruecos apunta a una escalada de tensión en el Magreb

El fin del alto al fuego entre el Polisario y Marruecos en noviembre de 2020 y el anuncio, en agosto de 2021, de que Argelia rompía relaciones diplomáticas con Marruecos, acusándolo de intentar desestabilizar el país y de apoyar movimientos independentistas de Cabilia, apunta a una escalada de tensión en el Magreb. Teniendo en cuenta que tanto Rabat como Argel ven África como un espacio de competencia, hay que esperar que la tensión se traslade a sus políticas africanas. Uno de los interrogantes que se abre a partir de ahora es si el resto de países africanos intentarán alejarse de esta competencia o, al contrario, aprovecharse para intensificar vínculos con una de las dos potencias magrebíes o, si son lo bastante hábiles, con las dos a la vez.

Las otras potencias regionales

Como se explica en la introducción a este artículo, África es sólo uno de los espacios geográficos en que se insertan los países magrebíes. También forman parte del mundo árabe, de la cuenca mediterránea y, en términos geopolíticos, de la región MENA. A pesar de los intentos de impulsar el diálogo y la cooperación regional a través de organizaciones como la Liga Árabe o iniciativas como el Proceso de Barcelona, primero, y la Unión por el Mediterráneo, después, lo que ha primado en estos espacios es la desunión y la competición entre potencias regionales. Pocos conflictos se han resuelto, nuevos se han añadido, las líneas de fractura se han hecho más profundas y, de rebote, las alianzas más volátiles y maleables [6]6 — Véase, entre otros: Del Sarto, R.A. et al (2019) «Interregnum: The Regional Order in the Middle East and North Africa after 2011», MENARA final report, 1 [Disponible en línea]. Hiltermann, J. (2017) Tackling the MENA Region’s Intersecting Conflicts, International Crisis Group [Disponible en línea]. .

Un país magrebí, Túnez, fue el primer epicentro de unas protestas sociales y políticas que el año 2011 sacudieron todos los países árabes y desataron una dura competición entre potencias regionales por todo el mundo árabe. Catar y Turquía han ido de la mano, interpretando los cambios políticos de 2011 como una oportunidad para ganar influencia y viendo a los Hermanos Musulmanes como un aliado. Los Emiratos, el Egipto de Al-Sisi y Arabia Saudí conforman el polo opuesto; han acusado a turcos y cataríes de desestabilizar la región y ven a los Hermanos Musulmanes como el enemigo a batir. Esta rivalidad se ha descrito como una nueva guerra fría entre potencias suníes [7]7 — Gause, F. G. III (2014) «Beyond Sectarianism: The New Middle East Cold War», Brookings Doha Center Analysis Papers, 11 [Disponible en línea]. .

Libia ha sido uno de los escenarios más evidentes de esta competición regional y de su potencial desestabilizador. En 2014 colapsó el proceso de transición política y se constituyeron dos centros de poder opuestos. Por una parte, Turquía y Catar dieron apoyo político, financiero y militar al gobierno de Trípoli; por la otra, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos apoyaron el gobierno de Tobruk y al mariscal Haftar, con el argumento de erradicar el terrorismo [8]8 — Para información más detallada sobre la implicación de actores extranjeros en el conflicto en Líbia, véase Wehrey, F. «This War is Out of Our Hands. The Internationalization of Libya’s Post-2011 Conflicts From Proxies to Boots on the Ground». New America, 14 de Septiembre de 2020 [Disponible en línea]. .

El colapso de Libia generó mucha inquietud entre los países magrebíes que temían que la inestabilidad desbordara las fronteras como ya lo había hecho, en 2012, con la crisis de Mali, la toma de rehenes de In Amenas en Argelia en enero de 2013 o el asalto el año 2016 de la ciudad de Ben Guerdane, al sur de Túnez. Por ello, Argelia, Túnez y Marruecos desplegaron acciones de mediación, no siempre coordinadas entre sí. De hecho, en este ámbito se hizo bien visible la competición entre argelinos y marroquíes, promoviendo marcos de mediación alternativos.

Los países de Oriente Medio no fueron los únicos en tomar partido en la crisis libia. Los dos países europeos con más intereses en este país también optaron por bandos opuestos: Italia con Trípoli y Francia con Haftar. Además, Turquía aprovechó su ascendiente sobre el gobierno de Trípoli para firmar un acuerdo de delimitación de sus zonas económicas exclusivas, que entraba en contradicción con las reivindicaciones griegas en el Mediterráneo Oriental. Por su parte, el gobierno griego, con el apoyo de Chipre, decidió reforzar todavía más los mecanismos de coordinación ya existentes con Egipto e Israel y crear otros nuevos en los que también participan los Emiratos y Francia. Atenas también intensificó la interlocución con las autoridades del este de Libia. El objetivo no ha sido otro que el de unir fuerzas entre aquellos que quieren contener la ambición regional de Turquía.

En este baile de alianzas y contra-alianzas, uno de los movimientos que puede tener más repercusiones para el Magreb es la rivalidad entre Francia y Turquía, y específicamente entre sus presidentes [9]9 — Jabbour, J. (2021) «France vs. Turkey in the EastMed. A Geopolitical Rivalry between a ‘Keeper’ of the Old Order and a Challenging Emergent Power», Briefings de l’IFRI, [Disponible en línea]. . Macron ha acusado a Erdogan de ser un vector de inestabilidad y ha llegado a proponer una Pax Mediterranea al resto de países como respuesta al retorno de las potencias imperiales regionales y al fantasma de su pasado, haciendo mención explícita a Turquía [10]10 — Message du Président Emmanuel Macron au Forum Moyen-Orient Méditerranée de Lugano, 29 de Agosto de 2020 [Disponible en línea]. . Erdogan, por su parte, ha criticado a Francia por actuar con una mentalidad colonial no sólo al Magreb sino a todo el continente africano y ha llegado a acusar a su presidente de islamofobia y de tener problemas de salud mental.

Uno de los movimientos que puede tener más repercusiones para el Magreb es la rivalidad entre Francia y Turquía, y específicamente entre sus presidentes: Macron y Erdogan

Uno de los últimos actores en entrar a escena ha sido Israel y lo ha hecho a través de la normalización de relaciones diplomáticas con Marruecos. Este movimiento se ha producido en el marco de los llamados ‘Acuerdos de Abraham’, impulsados por la administración Trump y que vinieron precedidos por el anuncio de reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara del anterior presidente de los Estados Unidos, pocos días antes de abandonar el despacho oval. Aunque la llegada de Joe Biden enfrió las expectativas de Marruecos sobre el Sáhara, el gobierno israelí y las autoridades marroquíes han seguido dando pasos para visualizar este acercamiento, incluida una visita al Marruecos del ministro de exteriores israelí, Yair Lapid. Como reacción, Argelia, un país que desde su independencia ha tenido una política exterior inequívocamente propalestina, ha visto con inquietud estos movimientos y ha acusado a Marruecos de intentar involucrar a Israel en las dinámicas regionales del Magreb. De hecho, Marruecos hace años que acusa a Irán de estar proporcionando apoyo al Polisario a través de Hezbollah y, más recientemente, responsables israelíes han argumentado que Argelia e Irán forman parte de un mismo bloque regional [11]11 — Hamadi, R. (2021) «Pourquoi le Maroc et Israël cherchent à impliquer l’Algérie avec l’Iran», TSA, 28 de Agosto de 2021 [Disponible en línea]. .

El Magreb y el reequilibrio de poder global

En un contexto en que el centro de gravedad de la agenda internacional parece desplazarse hacia Asia y el Indo-Pacífico, podría deducirse que el Magreb está perdiendo importancia en las estrategias de las grandes potencias. Aunque eso pueda ser relativamente cierto en el caso de Estados Unidos —y su bajo perfil en la crisis de Libia sea el ejemplo más palpable— no parece ser el caso de sus rivales internacionales, China y Rusia, ni tampoco de las viejas potencias europeas.

Beijing y Moscú aprovechan los vínculos que se habían creado durante el periodo de guerra fría, por ejemplo con Argelia, pero quieren ir mucho más allá. Para hacerlo se centran en aquello en lo que son más fuertes. Rusia, indudablemente, lo hace en el ámbito de la seguridad. Una vez más, no se trata de un fenómeno específico del Magreb, sino que es coherente con la estrategia rusa en el resto del continente africano y del mundo árabe, donde está presente no sólo a través de acuerdos gubernamentales sino también de empresas paramilitares privadas como el grupo Wagner. China, en cambio, se ha centrado en la ejecución de proyectos de infraestructuras, la construcción de edificios emblemáticos y la intensificación de relaciones comerciales, a través de las cuales China importa materias primas, exporta productos manufacturados y, cada vez más, se consolida como uno de los principales compradores de deuda pública de países del sur global.

La expansión internacional y africana de Rusia y China no se produce sólo aprovechando la percepción de retirada de Estados Unidos, sino también llenando el vacío de una Unión Europea absorbida por crisis concatenadas y debilitada por la división entre sus estados miembros. A pesar de ello, los países europeos en su conjunto siguen siendo los principales socios comerciales de las economías magrebíes, y los lazos creados por la proximidad geográfica y los movimientos de población entre las dos orillas mantienen la centralidad de estos vínculos. El Magreb sigue teniendo un fuerte impacto sobre sus vecinos del norte, como se pudo ver con la crisis hispano-marroquí de 2021. El resto de estados miembros y la UE en su conjunto también siguen siendo relevantes para sus socios del sur. Lo que sucede es que comparten protagonismo con China o Rusia y también, como se explica en la sección anterior, con Turquía o los países del Golfo. Algunos países, como Argelia, se sienten especialmente cómodos en esta nueva realidad, ya que entienden que les da más margen de maniobra y pueden sacar partido de un clima de mayor competencia internacional. Pero incluso un país claramente atlantista y orientado hacia Europa como Marruecos ha entendido que tenía que diversificar sus alianzas internacionales para defender sus intereses. Por todo ello, no sería esmerado hablar de un proceso de sustitución, pero sí de una nueva realidad más compleja que algunos han descrito como un proceso de desacoplamiento [12]12 — Ghilès, F. (2021) Why North Africa is slowly decoupling from Europe, Opinión CIDOB, 680 [Disponible en línea]. .

La irrupción de la pandemia de la COVID-19 el año 2020 ha acelerado estos movimientos, especialmente porque en un contexto de escasez de vacunas en los mercados internacionales tanto China como Rusia ofrecieron las suyas a los países magrebíes, no sólo en forma de contratos y donaciones, sino también con acuerdos para producirlas desde sus propios países. Es probable que, cuando Europa haya alcanzado unos niveles suficientes de inmunización, también refuerce la cooperación en materia de vacunas con sus vecinos meridionales y, por lo tanto, que en este ámbito también se reproduzca la competición entre potencias globales para reforzar vínculos con los países magrebíes y, en términos más generales, con el continente africano. Además, una de las principales apuestas estratégicas de la UE son las relaciones con África, a través de una asociación bicontinental cuyos términos tienen que ser acordados en una cumbre que se tuvo que aplazar por la pandemia. Aunque los documentos oficiales son más sutiles, líderes europeos como el presidente Macron o el antiguo presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, han sido más transparentes a la hora de explicar cómo este interés por África responde también a la voluntad de no perder terreno ante China. Con un lenguaje más matizado, el actual Alto Representante, Josep Borrell, también ha señalado que «para la política exterior europea, hay, quizás, sólo tres cuestiones que realmente son estratégicas: la medida en que conseguimos configurar los acontecimientos en nuestra vecindad; la forma en que navegamos la creciente competencia estratégica entre EE.UU. y China y la naturaleza de nuestra futura asociación con África y el tipo de modelo social-político que prevalecerá en este continente» [13]13 — Borrell, J. (2010) «EU-African relations are a strategic issue: Here’s why», ECDPM Great Insights magazine, 9(3) 26 de Octubre de 2021 [Disponible en línea]. .

En conclusión, la posición relativamente periférica del Magreb dentro del continente africano y del mundo árabe no ha evitado que las dinámicas competitivas hayan primado sobre las cooperativas. Ello se explica porque se superponen diferentes rivalidades. Dentro de estas, la pugna permanente entre sus dos principales países, Marruecos y Argelia, sigue siendo el factor más importante. Ahora bien, no debe perderse de vista cómo los procesos de cambio, tanto en el mundo árabe como en el África, alimentan el interés de varias potencias regionales y globales para el Magreb. Tanto si lo consideran un espacio periférico, y todavía más si lo ven como un conector entre diferentes regiones, se esfuerzan en consolidar sus posiciones, ampliarlas si es posible y, en todo caso, evitar que lo hagan sus rivales.

  • Referencias

    1 —

    Véase la definición clásica de complejo regional de seguridad y como se aplica a la regió MENA en Buzan, B. & Wæver, O. (2003) Regions and Powers. The Structure of International Security. Cambridge: Cambridge University Press y, sobre el concepto de “región penetrada”, véase Brown, L. C. (1984) International Politics and the Middle East. Old Rules, Dangerous Game. Princeton: Princeton University Press.

    2 —

    Véase, entre otros:

    • Werenfels, I. (2020) «Maghrebi Rivalries Over Sub‑Saharan Africa». SWP Comment, 54 [Disponible en línea]).
    • Soler i Lecha, E (2020) «Ten Reasons Why the Maghreb Pivots to Africa», IEMed Mediterranean Yearbook 2020, 70-77 [Disponible en línea].
    • Abderrahim, T. & Aggad, F. (2018) «Starting afresh: The Maghreb’s relations with sub-Saharan Africa»‘, ECDPM Discussion Paper, 225 [Disponible en línea].
    • Dworkin, A. (2020) A return to Africa: Why North African states are looking south, ECFR Policy Brief, 2020 [Disponible en línea].
    3 —

    Messari, N. (2018) Morocco’s African Foreign Policy, MENARA Future Notes, n. 12 [Disponible en línea].

    4 —

    Iraqi, F. (2020) «Maroc : la diplomatie des masques, nouvel atout du royaume», Jeune Afrique, 14 de maig de 2020 [Disponible en línea].

    5 —

    Hernando de Larramendi, M. (2019) «Doomed regionalism in a redrawn Maghreb? The changing shape of the rivalry between Algeria and Morocco in the post-2011 era», The Journal of North African Studies, 24:3, 506-553.

    6 —

    Véase, entre otros:

    • Del Sarto, R.A. et al (2019) «Interregnum: The Regional Order in the Middle East and North Africa after 2011», MENARA final report, 1 [Disponible en línea].
    • Hiltermann, J. (2017) Tackling the MENA Region’s Intersecting Conflicts, International Crisis Group [Disponible en línea].
    7 —

    Gause, F. G. III (2014) «Beyond Sectarianism: The New Middle East Cold War», Brookings Doha Center Analysis Papers, 11 [Disponible en línea].

    8 —

    Para información más detallada sobre la implicación de actores extranjeros en el conflicto en Líbia, véase Wehrey, F. «This War is Out of Our Hands. The Internationalization of Libya’s Post-2011 Conflicts From Proxies to Boots on the Ground». New America, 14 de Septiembre de 2020 [Disponible en línea].

    9 —

    Jabbour, J. (2021) «France vs. Turkey in the EastMed. A Geopolitical Rivalry between a ‘Keeper’ of the Old Order and a Challenging Emergent Power», Briefings de l’IFRI, [Disponible en línea].

    10 —

    Message du Président Emmanuel Macron au Forum Moyen-Orient Méditerranée de Lugano, 29 de Agosto de 2020 [Disponible en línea].

    11 —

    Hamadi, R. (2021) «Pourquoi le Maroc et Israël cherchent à impliquer l’Algérie avec l’Iran», TSA, 28 de Agosto de 2021 [Disponible en línea].

    12 —

    Ghilès, F. (2021) Why North Africa is slowly decoupling from Europe, Opinión CIDOB, 680 [Disponible en línea].

    13 —

    Borrell, J. (2010) «EU-African relations are a strategic issue: Here’s why», ECDPM Great Insights magazine, 9(3) 26 de Octubre de 2021 [Disponible en línea].

Eduard Soler i Lecha

Eduard Soler i Lecha es investigador senior en el CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs) y coordinador del programa de geopolítica y seguridad. Politólogo y doctor en Relaciones Internacionales, sus áreas de especialización son las dinámicas de cooperación y conflicto en el Mediterráneo, el Norte de África y Oriente Medio, el análisis prospectivo y las políticas exteriores españolas y europeas. En estos ámbitos, ha liderado proyectos de investigación como MENARA (Horizonte 2020). Actualmente es parte del proyecto JOINT de la red Jean Monnet Atlantic 2.0, del proyecto I+D "La emergencia de la soberanía europea en un mundo de rivalidad sistémica: autonomía estratégica y consensos permisivos" y del Grupo de Investigación Consolidado "Observatorio de Política Exterior Europea". También colabora con varios programas de formación en la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​la Universidad Ramon Llull-Blanquerna, el Instituto Barcelona de Estudios Internacionales (IBEI) o el Colegio de Europa en Brujas.