El ecofeminismo es un movimiento en auge

Justo antes de la aparición de la actual pandemia, en el año 2019, el ecofeminismo vivió un renacer, debido entre otros factores, a la fortaleza del movimiento feminista y de los movimientos juveniles por el clima tal como nos explicaba la pensadora Alicia Puleo. También nos comentaba con gran acierto que otra de las causas de este auge, es la atención que el ecofeminismo presta a las mujeres indígenas que defienden el territorio frente al extractivismo, incluso pagando a veces con sus propias vidas. Muchas jóvenes se ven identificadas con este movimiento que comenzó su andadura a principio de los años 70, pero es ahora, tras 50 años de recorrido ecofeminista cuando parece que cuenta con más fuerza y apoyos. Como bien nos desarrolla la filósofa mexicana Aimé Tapia, las mujeres que participan actualmente en los movimientos de resistencia de los pueblos del Abya Yala entretejen alternativas para una cultura sostenible y presentan vínculos innegables con el movimiento ecofeminista, compartiendo ambos múltiples elementos aunque utilicen terminologías diferentes.

Estos dos años de crisis global sanitaria no han hecho más que reforzar este posicionamiento del ecofeminismo como movimiento emergente, teniendo cada vez más vitalidad y reconocimiento. Indudablemente el confinamiento nos ha mostrado como sociedad que en un único día ciertas realidades que considerábamos inmutables pueden tambalearse y venirse abajo. Muchas esperamos que el neoliberalismo de las últimas décadas vaya perdiendo protagonismo y se dé paso a la era en la que la conservación de nuestro entorno en sociedades con amplia cobertura social, justas e igualitarias se convierta en el objetivo común a corto plazo. Éstas serían, sin duda, sociedades donde el concepto “decrecer” no se entendería como una pérdida de calidad de vida, sino todo lo contrario. Despojarnos de las ataduras del consumismo desmesurado podría convertirse en catalizador del “buen vivir” permitiéndonos llegar a ser incluso más felices.

Este momento “dulce” que vive el ecofeminismo, no se explica por una única causa. La cada vez mayor preocupación de la sociedad por la crisis ecológica es sin duda una de las razones fundamentales. Hay que señalar que el movimiento feminista no es ajeno a esta preocupación. Cada vez son más las feministas que comienzan a entender las terribles consecuencias de la crisis ecosocial, que sus efectos no incidirán de igual forma en las mujeres y en los varones y que no recaerán de forma proporcional sobre las mujeres pobres, las migrantes o sobre los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Es por ello fácil de entender que dentro del movimiento feminista se produzca actualmente un acercamiento a los postulados del ecofeminismo y que se busquen en este movimiento respuestas tanto a los problemas ecológicos como a los de género de forma transversal. Y no es sorprendente que sus propuestas alcancen actualmente cierto eco en un público que previamente no prestaba especial atención cuando las teóricas ecofeministas relacionaban ya desde hace décadas la subordinación de las mujeres con la dominación de la Naturaleza y cuando nos explicaban que era esta situación además la que nos conducía a la crisis ecológica que sufrimos en la actualidad.

La crisis climática y ecológica

Son incontables los libros, informes, artículos y documentales que nos alertan sobre la situación actual de degradación del planeta. Entre ellos destaca el sexto informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático que se publicó en agosto de 2021. El IPPC es un órgano de apoyo científico y técnico creado en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa Ambiental de Naciones Unidas (PNUMA) para facilitar las evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático. Este sexto informe fue elaborado durante tres años por 234 científicos de renombre de 66 países diferentes, y por primera vez atribuye claramente el avance de la crisis climática a la actividad humana. El informe llega a diversas conclusiones, entre ellas que «es inequívoco que la actividad humana ha calentado la atmósfera, el océano y la superficie terrestre», y que «muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en cientos de miles de años». Nos dice también que la influencia humana ha aumentado la posibilidad de sufrir eventos extremos desde la década de 1950 incluyendo un aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor y las sequías a escala mundial, un aumento en el riesgo de incendios en todos los continentes habitados, y el aumento de precipitaciones e inundaciones extremas en el planeta. Se incluye una sentencia categórica que debiera hacernos reflexionar sobre nuestro antropocentrismo extremo: “La vida en la Tierra puede recuperarse de un cambio climático mayor evolucionando hacia nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. La humanidad no puede.” El informe concluye indicando que hay que actuar ya, y que siendo esta crisis culpa de la actividad humana, también es la acción humana lo único que podrá mitigar su impacto».

Por el impacto que provocan sus conclusiones sobre pérdida de biodiversidad destaca el informe planeta vivo 2020 publicado por WWF en su decimotercera edición. Según la propia organización, el informe proporciona la evidencia científica para respaldar que la actividad humana insostenible está empujando los sistemas naturales del planeta que sustentan la vida en la Tierra al límite, y como el sexto informe del IPPC, insta a los líderes mundiales a unirse para construir un mundo post Covid-19 más sostenible.

Así mismo, el informe conjunto IPBES (Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas) – IPCC concluye que es necesario proteger la naturaleza para afrontar la crisis climática pues ninguno de estos dos grandes retos podrá resolverse si ambos no se abordan conjuntamente.

Cada vez son más las feministas que comienzan a entender que la crisis ecosocial no incidirá de igual forma en las mujeres y en los varones, ni recaerá de forma proporcional sobre las mujeres pobres, las migrantes o sobre los más desfavorecidos

Podríamos continuar enumerando informes científicos y de incidencia política que llegan a similares conclusiones. Sólo hay que realizar una simple búsqueda con cualquier navegador de internet y utilizar alguna de las palabras claves “informe”, “cambio climático”, “pérdida de biodiversidad” o “ciencia” para comprobar la cantidad de información de la que ya disponemos para entender la magnitud del reto que las actuales generaciones debemos afrontar. Tiempos en los que se ponían en entredicho la veracidad de los efectos de la crisis ambiental se han difuminado y ya únicamente se discute la magnitud de lo que tarde o temprano acontecerá. Curiosamente, tanta información contrastada no provoca la unanimidad esperada en muchos sectores sociales en cuanto a la urgencia y a las acciones a realizar.

Ecofeminismo, pensamiento y acción frente a la crisis global

Como hemos visto, una inmensa mayoría de los informes científicos nos señalan la urgente necesidad de actuar frente a la crisis global. En otras palabras, la ciencia nos insta a remover los cimientos sobre los que está construida nuestra sociedad antropocéntrica que no es más que una sociedad basada en la idea de que el ser humano es lo único que importa. Aportando cada vez más datos y certezas, nos invitan a actuar con urgencia para detener aquello que provocaría en unas cuantas décadas, (en el caso de continuar con las inercias actuales), el fin de la hegemonía de nuestra especie en el planeta Tierra con escenarios de sufrimiento extremos a la vuelta de la esquina.

Desde el feminismo, pues el ecofeminismo es feminismo, queremos además recorrer este camino desprendiéndonos también de la cultura androcéntrica que durante generaciones ha mantenido a las mujeres bajo la opresión de los que deberían ser sus iguales. Nosotras reivindicamos, por tanto, la necesidad de que las mujeres participemos con un rol central en esta revolución priorizando los nuevos valores que debieran articular esta sociedad del futuro, como, por ejemplo, sustituyendo la violencia y la opresión por la empatía y la solidaridad. Por supuesto no olvidamos que también es necesario que sean las mujeres en igualdad las que lideren el diseño de la hoja de ruta que evite los efectos catastróficos de la inacción que predice la ciencia. Si bien la filosofía ecofeminista nos explica cómo hemos llegado hasta aquí y nos señala los cimientos necesarios para crear esa sociedad deseada, libre de dominación para las personas y los otros animales, también es preciso actuar más allá de las ideas. Y el ecofeminismo es pensamiento, pero también es acción, acción feminista, ecologista y animalista.

El informe IPPC nos insta a “reconducir nuestro modelo de vida y de consumo”. Si queremos que este cambio se realice de forma justa e igualitaria, necesitamos acción ecofeminista. Como nos señala Alicia Puleo, “el ecofeminismo es una redefinición de la realidad, como lo son el feminismo, el animalismo y el ecologismo, que se entrelazan en su teoría y práctica”. El ecofeminismo puede y debe actuar proporcionando las herramientas para que todos los movimientos emancipatorios se entiendan, complementen y se fortalezcan entre sí mediante esta cooperación, reforzándonos unas a otras poniendo el foco en lo que nos une y no en los matices que nos separan y que en realidad nos enriquecen al dotarnos de una transversalidad e interseccionalidad difícil de alcanzar de otra forma. Es indudable que la tarea es ingente y es necesaria toda la inteligencia colectiva posible para afrontar esta revolución por la conservación del planeta. Los pactos de ayuda mutua entre movimientos sociales que propone el ecofeminismo podrían constituirse como el punto de partida de cualquier plan de acción futura.

Cooperación ecofeminista

Los efectos del deterioro ecológico y del cambio climático, además de ser impredecibles, no influyen de igual manera en la vida de todas las personas a lo largo de la Tierra. Grandes zonas del planeta están ya sufriendo impactos graves y en muchos casos irreversibles si no se toman acciones de regeneración de los entornos y ecosistemas junto con medidas de carácter social para mitigar la avalancha de sufrimiento humano que esta degradación de las condiciones de vida trae consigo. Las migraciones climáticas son un nuevo término desgraciadamente cada vez más utilizado. Desde el ecofeminismo entendemos que el sufrimiento de los otros animales es también nuestra responsabilidad y no nos es ajeno su dolor. La pérdida de biodiversidad y la crisis climática afecta directamente al bienestar de las personas. También es una evidencia que no hay justicia, igualdad y progreso para los pueblos sin educación para las niñas y sin el respeto de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. No debiéramos por tanto afrontar las políticas migratorias y de cooperación internacional sin feminismo, sin ecología o sin animalismo. Los retos de los próximos años requieren de la complejidad del pensamiento ecofeminista, con los diferentes matices interseccionales que introduce en los análisis, pero también se necesitará de la sencillez de sus planteamientos ajenos al artificio y con voluntad de trabajar en cooperación con el resto de movimientos sociales.

Los retos de los próximos años requieren los diferentes matices interseccionales del pensamiento ecofeminista, pero también la sencillez de sus planteamientos y la voluntad de cooperación con el resto de movimientos sociales

El ecofeminismo crítico advierte de no caer en justificar costumbres opresoras para las mujeres y los animales no humanos cuando se realiza la necesaria crítica al etnocentrismo. Un pensamiento emancipatorio no puede aceptar mistificaciones opresoras, ni propias ni ajenas y no es justificable reverenciar prácticas que si se dieran en nuestra propia cultura, serían objeto de críticas por parte de quienes lo justifican en culturas ajenas. Como Alicia Puleo nos recuerda, “el sufrimiento, encierro, discriminación, esclavitud, tortura, explotación son universalmente malos y no podemos justificarlos con el argumento de que existen formas similares o parecidas de abuso en nuestra sociedad”, y “el objetivo ha de ser construir en conjunto una cultura ecológica de la igualdad, no venerar toda costumbre solo por ser parte de la tradición cultural nuestra o ajena”.

Planificación y Políticas Ecofeministas

Tanto el feminismo como el más joven movimiento ecologista llevan décadas realizando propuestas vanguardistas respecto a los derechos humanos y la protección de nuestra casa común, que es nuestro planeta Tierra. Grandes mujeres como Petra Kelly, Wangari Maathai o Jane Goodall han revolucionado el mundo con su mirada ecofeminista sobre el pacifismo, la ecología y nuestra relación con los otros animales y con la naturaleza. Jane Goodall, por ejemplo, modificó la forma de entender la relación de mutuo beneficio que puede prosperar entre los entornos protegidos y las comunidades locales cuando se dan pasos en la dirección correcta.

Y sobre caminar en la dirección correcta para alcanzar ese otro mundo posible trata el constante debate que mantenemos las ecofeministas. Hay pasos necesarios que parece que ya han sido asumidos por la sociedad en su conjunto, como la necesidad de descarbonizar nuestro sistema energético, aunque es necesario que este avance lo afrontemos con equidad, justicia y más participación y democracia. La reciente consideración como verde del gas y la energía nuclear por parte de la Comisión Europea no es precisamente un ejemplo de decisión en la línea adecuada. En el momento actual, las tecnologías basadas en el aprovechamiento de las energías renovables son una herramienta fundamental para el desarrollo de las comunidades energéticas locales, siendo una asignatura pendiente que las mujeres se incorporen en igualdad en el sector energético. Planificar adecuadamente el desarrollo de las renovables sin que su utilización implique altos impactos en el territorio es perfectamente posible y deseable. Tendremos que decrecer, ser más eficientes y seguramente la era del derroche energético pronto llegará a su fin. Por la necesidad de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y por la superación de los límites físicos del planeta en escenarios futuros de escasez de materiales y recursos, será necesaria una transición energética ecofeminista tal como nos desarrolla Cristina Saavedra, responsable de justicia climática en Amigos de la Tierra. En el sector del transporte, la idea de renunciar a la hipermovilidad en los países del Norte Global que se formula desde el ecofeminismo: recuperar el tren, la bicicleta, el transporte público y los tiempos pausados resulta una apuesta atractiva para muchas de nosotras y que van en total consonancia con los tiempos actuales.

La gran apuesta para el sur global proviene de la Agroecología y la soberanía alimentaria. Voces ecofeministas desde el Norte y el Sur global como Emma Silipandri, Gloria Zuloaga o Itziar Aguirre nos recuerdan que otro mundo sin agrotóxicos es posible y que los saberes tradicionales de las mujeres campesinas encajan sin problema alguno con los últimos avances de la agroecología. Una agricultura que sostenga la dieta del futuro, basada en vegetales en armonía con la naturaleza, junto a la restauración de los ecosistemas dañados por los usos indebidos, la tala masiva y el extractivismo debe ser una absoluta prioridad de Norte a Sur y de Este a Oeste. Las mujeres, como tantas veces repetimos, no pueden quedar al margen de esta revolución verde.

Al principio de este artículo comentaba la profunda conexión entre las mujeres indígenas en defensa de la tierra y el ecofeminismo en su lucha común contra las prácticas extractivistas Norte – Sur. Es de señalar que este saqueo no se conforma con depredar los recursos naturales, sino que también busca hacer negocio en el cuerpo de las mujeres empobrecidas del sur global mediante el alquiler de úteros. Gracias al feminismo, este comercio de mujeres, junto con el de la prostitución, está siendo denunciado y esperemos que sea restringido en breve por los gobiernos de todo el mundo. La filósofa Angélica Velasco lleva años investigando sobre la prostitución y la pornificación de la sociedad desde la óptica ecofeminista. En nuestro mundo ideal no hay espacio para la esclavitud. Otras víctimas invisibles son los animales no humanos, acosados con el tráfico ilegal de especies, la caza y la pérdida de sus hábitats. Si bien el veganismo no es de consenso en todas las corrientes del ecofeminismo, la disminución del consumo de carne y el trato ético a todas las especies que cohabitan en nuestro planeta sí lo es.

Realmente podríamos llenar hojas y hojas de propuestas ecofeministas para reverdecer las ciudades, pueblos y nuestro planeta en su conjunto, para vivir en armonía con los otros animales y sustituir los valores del guerrero por los de la justicia, la igualdad y la empatía. Pero un buen comienzo seguro sería el de comenzar la senda del decrecimiento voluntario disminuyendo nuestra huella ecológica en los países del Norte y que todos los movimientos sociales, pacifistas, animalistas, por los derechos LGTBI, antirracistas, feministas, ecologistas nos apoyáramos entre nosotras para alcanzar lo antes posible los grandes consensos que nos permitan avanzar en todas las direcciones necesarias frente a la crisis ecosocial y de esta manera volver a ilusionarnos por alcanzar ese otro mundo posible. Las ecofeministas desde luego seremos las primeras en sentarnos en esa mesa con valentía y honestidad.

  • Bibliografia

    • Garzón Pacheco, D. (2020) «No hay planeta B», en Alicia Puleo (ed.) Ser Feministas. Pensamiento y Acción. Madrid: Cátedra, Colección Feminismos.
    • Tapia González, A. (2018) Mujeres indígenas en defensa de la Tierra. Madrid: Cátedra, Colección Feminismos.
    • Puleo, A. (2019) Claves Ecofeministas. Para rebeldes que aman a la Tierra y a los animales. Madrid: Plaza y Valdés Editores.
    • Puleo, A. (2015) «El Ecofeminismo y sus compañeros de ruta», en Puleo, A. (ed.) Ecología y Género en Diálogo Interdisciplinar. Madrid: Plaza y Valdés Editores.
    • Velasco Sesma, A. (2017) La Ética Animal. ¿Una cuestión feminista? Madrid: Cátedra, Colección Feminismos.
Dina Garzón

Dina Garzón

Dina Garzón es cofundadora y coordinadora de la Red Ecofeminista, red de ámbito internacional creada en Madrid en 2012. Estudió Ingeniería Técnica Industrial y realizó un máster de Gestión Ambiental y Energías Renovables. Ha trabajado en el departamento de Proyectos Europeos de la Agencia de la Energía de Andalucía y con el partido político de Los Verdes en el Parlamento Europeo. Cofundadora de la cooperativa ecofeminista Lasgaya, actualmente se dedica al sector energético. Coordina el curso online "Ecofeminismo. Pensamiento, Cultura y Praxi" de la Universidad de Valladolid.