Al empezar la primavera de 1921, Josep Puig i Cadafalch puso la Mancomunitat de Catalunya que presidía a disposición de los delegados llegados a Barcelona para participar en la Conferencia Internacional de Comunicaciones y Tráfico, la primera conferencia intergubernamental que organizaba la Sociedad de Naciones, con entonces poco más de un año de existencia. Durante un mes y medio, del 10 de marzo al 20 de abril, gran parte de las sesiones de esta Conferencia se celebraron en la sede del Palau de la Mancomunitat, el antiguo Palau de la Generalitat.

Por los acuerdos tomados sobre tratados, instrumentos internacionales y regulaciones en materia de tráfico, vías de tren, puertos, régimen de vías navegables o derecho de los estados sin litoral a pabellón marítimo, queda totalmente claro que el resultado de la Conferencia fue exitoso. Eugeni Xammar, entonces funcionario del servicio de prensa en la Sociedad de Naciones, contribuyó a vehicular la celebración en la ciudad [1]1 — Torra, Q. (2008) Periodisme? Permetin! La vida i els articles d’Eugeni Xammar. Barcelona: Símbol editors, p. 109. . Resulta lógico pensar que, si fue así, el periodista actuaba de acuerdo con el presidente de la Mancomunitat. No obstante, no es tan claro cuál era la motivación detrás del ofrecimiento de Barcelona al organismo internacional surgido del Tratado de Versalles.

¿Había una paradiplomàcia —la diplomacia sólo la podía hacer el gobierno del Estado—impulsada desde la institución que reunía las cuatro diputaciones catalanas? En este caso, ¿tenía trazado un objetivo concreto y habían recibido unas personas determinadas el encargo de llevarla a cabo? En caso de ser así, ¿en qué consistía esta? ¿de qué elementos pretendía valerse? ¿Se promovían Barcelona y Cataluña con una voluntad de incidencia internacional desde una óptica estatal, paraestatal o como elemento de presión para conseguir un verdadero autogobierno que el consejo de ministros ahogaba una y otra vez?

Este artículo no puede ni pretende dar respuesta a estas cuestiones. Sería necesaria una investigación en profundidad para hacerlo sin apriorismos y en el alcance que requiere. Aquello que hará, por el contrario, es proponer cinco elementos para el debate que esta investigación a fondo tendría que contemplar.

¿Cuestión de caracteres?

Uno tiene la percepción que existió más actividad desde la propia Mancomunitat en foros internacionales o de estos en Cataluña durante la presidencia de Josep Puig i Cadafalch (1917-1924) que en la de Enric Prat de la Riba (1914-1917), no porque la primera se alargara casi el doble que la segunda sino —y eso es una hipótesis que habría que corroborar— por una cuestión del carácter mismo de ambas figuras.

La política de la Lliga Regionalista —el principal partido entre los diputados del consejo permanente de la Mancomunitat— respecto del conjunto de España tenía en Francesc Cambó su pieza primordial de su política en Madrid (de puertas afuera de Cataluña) y en Prat de la Riba a su hombre más representativo en Barcelona (de puertas adentro de Cataluña). Este último era un hombre teórico, muy leído, con muchos conocimientos adquiridos en la biblioteca, pero a la vez muy poco viajado. Apenas había ido a un sanatorio del Alvernia a curarse de tuberculosis —que después resultó ser la enfermedad de Basedow— y unas pocas semanas a hacer el doctorado en Derecho a Madrid, de donde huyó, casi literalmente, después de confirmar los prejuicios con que había llegado [2]2 — Esculies, J. (2017) A la recerca de Prat de la Riba. Barcelona: Pòrtic, p. 69-73, 107-110. .

En este reparto de tareas, casi por designio natural, Puig i Cadafalch aparece como el tercer elemento con una agenda internacional y contactos de gran alcance. Su perfil como arquitecto e historiador del arte lo dotó de un interés por salir de Cataluña y conocer Europa, pero también América, de primera mano. El político de Mataró tenía una inclinación natural a querer ver las cosas, más que a quererlas leer como su predecesor [3]3 — Varios autores (2018) Josep Puig i Cadafalch: visió, identitats, cosmopolitisme (catálogo de la exposición). Mataró: Museu de Mataró. .

Es plausible que, de forma natural, Cambó, Prat de la Riba y Puig i Cadafalch se repartieran esferas de influencia y de interés

Por lo tanto, ¿es plausible que de manera natural los tres políticos lligaires se repartieran esferas de influencia y de interés (España/Cataluña/Extranjero) fruto de sus respectivos caracteres? Y si fue así, ¿qué profundidad política tenía esta compartimentación? Es decir, ¿Puig i Cadafalch actuaba con un propósito de internacionalización del catalanismo y de la Mancomunitat cuando la presidía Prat de la Riba? ¿Y el mismo Cambó, qué papel jugaba en esta esfera?

¿Una paradiplomacia de gobierno, de partido o individual?

En caso de que los contactos internacionales desde Cataluña partieran de un plan previo o tuvieran una intencionalidad definida, la cuestión a abordar es en qué medida estos se emprendían por iniciativa de la Mancomunitat, por la de la Lliga Regionalista o por la de individuos vinculados a esta. Aquí aparecen dos figuras centrales en la tarea de internacionalización del catalanismo: Alfons Maseras y Joan Estelrich.

El primero, escritor, periodista, diletante, había hecho el tráfico desde la izquierda para acabar a mitad de los años diez debajo el paraguas lligaire a través de Eugeni d’Ors. Residiendo una temporada en París, con algunos contactos con propagandistas de otras nacionalidades que se movían por la capital francesa, en enero de 1915 publicó Pancatalanisme. Tesi per a servir de fonament a una doctrina (Pancatalanismo. Tesis para servir de fundamento a una doctrina). El panfleto recogía ideas previas de su mentor filósofo, como también de Cambó, sobre la unidad lingüística y la reformulación de España en perspectiva ibérica e imperial.

Especialmente, sin embargo, en Pancatalanisme Maseras planteaba unos cuantos elementos para internacionalizar Cataluña, que podían verse como un inicio de paradiplomacia. La propuesta pasaba por entrar en contacto con figuras relevantes de otras nacionalidades de Europa, en especial las asimilables a las catalanas; fomentar la participación en congresos o asambleas internacionales de nacionalidades donde se pudiera utilizar la voz de Cataluña; promover entre la academia extranjera el estudio del catalán y la traducción de obras en catalán a otras lenguas; y abrir centros catalanes vinculados a universidades para promover la cultura catalana en toda su dimensión y ramas [4]4 — Maseras, A. (1915) Pancatalanisme. Tesi per a servir de fonament a una doctrina. Barcelona: Catalònia. .

El año 1919 Estelrich fundó Expansión Catalana, con oficinas en París, en colaboración con Maseras, con el propósito de internacionalizar Cataluña en el sentido de dar a conocer sus rasgos distintivos, y, de alguna manera, centralizar y organizar toda esta actividad propagandística. El periodista mallorquín hacía tan sólo un par de años que había entrado en la Lliga, también bajo la protección de Cambó y d’Ors. En marzo de 1920 pronunció una conferencia que después se publicó, Per la valoració internacional de Catalunya (Por la valoración internacional de Cataluña).

En ella hacía también una propuesta de ejes para avanzar en esta cuestión a partir de la influencia clara de Maseras. Los catalanes tenían que asistir a todo tipo de congresos, asambleas y jornadas de cariz internacional; era necesaria la cooperación catalana en las revistas literarias de ámbito extranjero; tenía que incrementarse el intercambio de propaganda con las nacionalidades similares a Cataluña; y también buscar la simpatía de comunidades y figuras relevantes. Aquello que no quedaba claro era el propósito político último de todo eso [5]5 — Estelrich, J. (1920) Per la valoració internacional de Catalunya. Conferència donada el 15 de març de 1920 a l’Associació Catalanista de Valls. Barcelona: Biblioteca Catalana. .

Maseras y Estelrich, por lo tanto, se convirtieron a partir de la segunda mitad de los años diez y, sobre todo, en los años veinte, en promotores en París de esta internacionalización como mínimo con el visto bueno de Cambó, que financió parte de las actividades. No podemos establecer todavía, sin embargo, en qué medida eso formaba parte de una estrategia de partido y de gobierno y, si fuera así, con qué objetivos.

¿La Union des Nationalités, un intento paradiplomático?

Mientras los dos propagandistas mencionados desarrollaban su tarea y difundían sus ideas, el periodista occitano Jean Pélissier y el nacionalista lituano Jean Gabrys habían creado en París en 1912 la Union des Nationalités. Cambó, Prat de la Riba y Carme Karr formaban parte, a título honorífico, del comité de Cataluña, con la participación en nivel más práctico de Antoni Rovira i Virgili, vinculado a la Mancomunitat del propio Maseras y también de Puig i Cadafalch [6]6 — Núñez Seixas, X. M. (2010) Internacionalitzant el nacionalisme. El catalanisme polític i la qüestió de les minories nacionals a Europa (1914-1936). Catarroja/Valencia: Editorial Afers-Universidad de Valencia, p. 57-62. .

La entidad organizó media docena de congresos hasta su disolución en 1919, además de la revista Les Annales des Nationalités con números específicos para las nacionalidades, como en el caso de Cataluña. Su propósito declarado era que las diversas nacionalidades sin Estado, a través del reconocimiento mutuo inicial —de la aceptación de su existencia, por lo tanto, más allá de las fronteras propias— se ayudaran a obtener algún tipo de reconocimiento en sus respectivos regímenes: una autonomía o la independencia.

El grupo de catalanes, mayoritariamente vinculado a la Lliga, pero no sólo, —también lo hizo el republicano Pere Coromines, por ejemplo—, actuaron de buena fe. No está claro que Gabrys tuviera tanta. El lituano se movía en la ambivalencia de buscar el apoyo tanto de los imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría) como de los aliados (Gran Bretaña, Francia y Rusia) en el marco de la Primera Guerra Mundial con el fin de conseguir liberar Lituania del yugo del Imperio Ruso.

En el marco de esta colaboración transnacional, en Barcelona se organizó un Comité pro Lituania que recogió fondos por los damnificados por la Gran Guerra, por medio de los contactos lligaires, pero también republicanos y de conexiones católicas. Los catalanistas, que en aquel momento eran una de las pocas nacionalidades europeas con un poder camino de una autonomía, comprobaron cómo la solidaridad inversa no funcionaba [7]7 — Esculies, J., Petronis, V. (2016) Self-proclaimed diplomats: Catalan-Lithuanian cooperation during WWI. Nationalities Papers 44(2): p. 340-356. .

¿Con qué objetivo se planteaba una paradiplomacia de la Mancomunitat? ¿Como un elemento propio, o como un factor de presión al gobierno de España para obtener un autogobierno real?

La campaña lituana fue más fruto del interés de Maseras, en contacto con Gabrys y con una colaboradora de este, Yvonne Pouvreau, con quien parece que se relacionó, que no de una determinación lligaire. En el caso de la participación en la Union des Nationalités, en cambio, la presencia de Cambó, Prat de la Riba y la intervención de Puig i Cadafalch en este foro podría indicar que el partido había concluido que apostar por ella era determinante para la internacionalización catalanista. Sin embargo, no claro está en qué medida eso formaba parte de una estrategia superior que englobara la Mancomunitat.

Los voluntarios catalanes, un caso a medias tintas

Si en el ejemplo anterior se puede intuir una voluntad de utilizar la Union des Nationalités para proyectar Cataluña, en la campaña propagandística para promover al voluntariado catalán en la Primera Guerra Mundial es todo lo contrario. El año 1916, el médico Joan Solé i Pla la emprendió a fin de que la presencia de catalanes en las filas de la Legión extranjera francesa sirviera. Acabada la contienda, pidió en Francia el apoyo para presionar a España en relación a la obtención de un autogobierno real o, hasta, la independencia.

Solé i Pla no tuvo en cuenta las geometrías de la realpolitik y su planteamiento fracasó a partir de 1919. En estos tres años de intervalo, sin embargo, se afanó por construir una “unión sagrada” de los catalanes por medio del Comité de Germanor amb els Voluntaris Catalans incluyendo representantes de todas las tendencias políticas aliadófilas. Ello lo hizo por medio de participaciones individuales que se hacía ver que representaban partidos [8]8 — Esculies, J. (2011) Joan Solé i Pla. Un separatista entre Macià i Companys. Barcelona: Edicions de 1984, p. 88-92. . Sin embargo, mientras las izquierdas —en conjunto aliadófilas— fueron proclives, la Lliga se sintió incómoda porque en sus renglones había aliadófilos y germanófilos y el partido mantenía una posición neutral.

Esta dificultad por encontrar una posición única hizo que, durante la presidencia de Prat de la Riba —con simpatías por la cultura germánica—, la Mancomunitat se mirara el Comité desde la distancia y con prevención. No fue hasta firmado el armisticio y en plena campaña por un Estatuto de Autonomía, a partir del invierno de 1918, que Puig i Cadafalch abrazó el legado de los voluntarios catalanes. Entonces promovió la reconstrucción de Belloy-en-Santerre, localidad donde había desaparecido uno de los combatientes más carismáticos, aunque efímeros, Camil Campanyà, uno de los poquísimos catalanes que realmente fue a luchar por convicción. El apadrinamiento del pueblo francés, sin embargo, la Mancomunitat no lo pudo concretar por las interferencias diplomáticas españolas y francesas [9]9 — Dueñas, O., Solé, Q. (2020) Les aspiracions internacionals del catalanisme després de la Gran Guerra. El cas de la reconstrucción de Belloy-en-Santerre (1919-1923). Afers: fulls de recerca i pensament 95: p. 215-237. .

Sin embargo, Puig i Cadafalch invitó al mariscal Josep Joffre a presidir el certamen de los Jocs Florals para aprovechar su halo de héroe, desde la batalla del Marne, porque era catalán, nacido en el Rosellón. Este uso de la Mancomunitat y, por lo tanto, lligaire, de una campaña de la que había recelado no tuvo continuidad a partir del año 1921, cuando la política interna española ya se había complicado mucho. La acción paradiplomática no fue, pues, excesivamente sólida, y se basó más en la intuición de unos réditos que en la certeza de cómo materializarlos.

La diplomacia es competencia del gobierno central

La falta de una investigación en profundidad centrada en los elementos hasta ahora mencionados limita la capacidad de dar una respuesta contundente a la pregunta sobre la existencia de una voluntad planificada de internacionalizar el catalanismo más allá de la intención de algunos individuos o grupos.

En el trasfondo, sin embargo, sobrevuela otra cuestión que es, quizás, la principal: ¿una paradiplomacia de la Mancomunitat, para qué? ¿Como un elemento propio, o como un factor de presión en el gobierno de España para obtener un autogobierno real? La pregunta es pertinente y, la respuesta, más compleja de lo que se intuye a priori. El 29 de noviembre de 1918, Puig i Cadafalch, el consejo de la Mancomunitat y los parlamentarios de Cataluña en Cortes presentaron una propuesta de “Bases para la Autonomía de Cataluña” al gobierno central de Manuel García Prieto. Se trataba de un texto que delimitaba cuáles tendrían que ser las competencias del Estado y se asumía que todo aquello no mencionado serían las propias del poder catalán. En la sección B de la 2ª base se establecía que “las relaciones internacionales y la representación diplomática y consular” quedaría en manos del gobierno de España [10]10 — Balells, A. (2010) El projecte d’autonomia de la Mancomunitat de Catalunya del 1919 i el seu context històric. Barcelona: Parlament de Catalunya, p. 175. . Los diputados de la Mancomunitat, por lo tanto, no concebían que la administración regional catalana a la que aspiraban tuviera que intervenir en este ámbito.

En marzo de 1919, después de la negativa del gobierno de España de entrar a debatir la cuestión, la huelga de La Canadenca cortó, de cuajo, la campaña autonomista. Maseras y Estelrich se movían para París y Puig i Cadafalch exploraba contactos francófilos. Dos años y pico más tarde, el 26 de enero de 1922, el presidente de la Mancomunitat, en nombre del consejo permanente de esta, dirigió una felicitación a Arthur Griffith, como jefe del gobierno provisional del Estado Libre de Irlanda, por la consecución de este a raíz de la firma del Tratado Angloirlandés [11]11 — Carta de Josep Puig i Cadafalch a Arthur Griffith, Barcelona, 26 de enero de 1922. Fondo Puig i Cadafalch, Arxiu Nacional de Catalunya. . Lo hizo a petición del diputado republicano Albert de Quintana. Este también pidió que Puig i Cadafalch trasladara al presidente del consejo de ministros de España la voluntad de Cataluña de regirse “por sí misma en los límites de una integral autonomía política, administrativa y económica”, por medio de las bases fundamentales del Estatuto aprobado a finales de enero de 1919, y que el Estado tampoco había entrado a debatir. Mientras que el consejo permanente facultó a la presidencia a cumplir la primera propuesta, se limitó a pedir que se satisficiera la segunda “en la oportunidad y dentro de los términos de la eficiencia que todos querríamos”. Puig i Cadafalch se reservó “a discreción de la presidencia” de realizar el segundo punto [12]12 — Carta de Albert de Quintana al Consejo Permanente de la Mancomunitat, 9 de diciembre de 1921, Girona; Carta de Josep Puig i Cadafalch a Albert de Quintana, 19 de diciembre de 1921, Barcelona. Fondo Puig i Cadafalch, Arxiu Nacional de Catalunya. .

Sólo una mirada conjunta a todo este cúmulo de aparentes contradicciones resolverá las preguntas con que encabezábamos el artículo.

  • Referencias

    1 —

    Torra, Q. (2008) Periodisme? Permetin! La vida i els articles d’Eugeni Xammar. Barcelona: Símbol editors, p. 109.

    2 —

    Esculies, J. (2017) A la recerca de Prat de la Riba. Barcelona: Pòrtic, p. 69-73, 107-110.

    3 —

    Varios autores (2018) Josep Puig i Cadafalch: visió, identitats, cosmopolitisme (catálogo de la exposición). Mataró: Museu de Mataró.

    4 —

    Maseras, A. (1915) Pancatalanisme. Tesi per a servir de fonament a una doctrina. Barcelona: Catalònia.

    5 —

    Estelrich, J. (1920) Per la valoració internacional de Catalunya. Conferència donada el 15 de març de 1920 a l’Associació Catalanista de Valls. Barcelona: Biblioteca Catalana.

    6 —

    Núñez Seixas, X. M. (2010) Internacionalitzant el nacionalisme. El catalanisme polític i la qüestió de les minories nacionals a Europa (1914-1936). Catarroja/Valencia: Editorial Afers-Universidad de Valencia, p. 57-62.

    7 —

    Esculies, J., Petronis, V. (2016) Self-proclaimed diplomats: Catalan-Lithuanian cooperation during WWI. Nationalities Papers 44(2): p. 340-356.

    8 —

    Esculies, J. (2011) Joan Solé i Pla. Un separatista entre Macià i Companys. Barcelona: Edicions de 1984, p. 88-92.

    9 —

    Dueñas, O., Solé, Q. (2020) Les aspiracions internacionals del catalanisme després de la Gran Guerra. El cas de la reconstrucción de Belloy-en-Santerre (1919-1923). Afers: fulls de recerca i pensament 95: p. 215-237.

    10 —

    Balells, A. (2010) El projecte d’autonomia de la Mancomunitat de Catalunya del 1919 i el seu context històric. Barcelona: Parlament de Catalunya, p. 175.

    11 —

    Carta de Josep Puig i Cadafalch a Arthur Griffith, Barcelona, 26 de enero de 1922. Fondo Puig i Cadafalch, Arxiu Nacional de Catalunya.

    12 —

    Carta de Albert de Quintana al Consejo Permanente de la Mancomunitat, 9 de diciembre de 1921, Girona; Carta de Josep Puig i Cadafalch a Albert de Quintana, 19 de diciembre de 1921, Barcelona. Fondo Puig i Cadafalch, Arxiu Nacional de Catalunya.

Joan Esculies Serrat

Joan Esculies Serrat es escritor e historiador. Ha publicado varios ensayos y artículos académicos centrados en el catalanismo político del siglo XX. Es doctor en Historia por el Instituto Universitario de Historia Jaume Vicens Vives de la Universidad Pompeu Fabra (2012), con la tesis Josep Tarradellas (1899-1936). Dels orígens a la Guerra Civil. También tiene un posgrado en Dirección Estratégica de la Comunicación por ESADE Business School y un Máster en Nacionalismo y Conflicto Étnico por el Birkbeck College de la University of London. Desde 2020, es profesor en la Facultad de Empresa y Comunicación de la Universidad de Vic - Universidad Central de Catalunya, y también trabaja como profesor asociado en el Máster de Humanidades. A la vez, es tutor del Grado de Historia, Geografía y de Historia del Arte de la Universidad Oberta de Catalunya. Es autor de biografías como A la recerca de Prat de la Riba (2017); su último libro es el ensayo Tarradellas: Una cierta idea de Cataluña (2022). Escribe regularmente en La Vanguardia. Sus intereses de investigación giran alrededor de la historia española y catalana, el liderazgo político, la historia comparada de los nacionalismos europeos de los siglos XIX y XX, la paradiplomacia de los movimientos nacionalistas y el nacionalismo radical catalán.