Olvídate del cuarto propio. Escribe en la cocina, enciérrate en el baño. Escribe en el autobús o mientras haces fila en el departamento de Beneficio Social, o en el trabajo durante la comida, entre dormir y estar despierta. Yo escribo hasta sentada en el excusado. No hay tiempos extendidos con la máquina de escribir a menos de que seas rica, o que tengas un patrocinador (puede ser que ni tengas una máquina de escribir). Mientras lavas los pisos o la ropa escucha las palabras cantando en tu cuerpo. Cuando estés deprimida, enojada, herida, cuando la compasión y el amor te posean. Cuando no puedas hacer nada más que escribir. Así nos hablaba al oído en el año 1980 Gloria Anzaldúa en su texto “Hablar en lenguas. Carta a las mujeres tercermundistas”.

Y escuchando a Gloria nos olvidamos así del cuarto propio, y de la casa propia y hasta de la propia tierra, y aún y así nos pusimos a escribir, a dibujar, a pintar, a narrar en la tierra del colono, en la boca del lobo. Desde ahí, sin medios económicos, sin espacios institucionales y sin siquiera la legitimidad para tomar la palabra y por fin poder escupir nuestra rabia. Gritamos: que se joda Virginia Wolf! que se joda en su cuarto propio! Las tercermundistas compartimos cama con nuestros hijos, escribimos, hacemos y trabajamos con ellos en brazos, escribimos mientras cocinamos, mientras limpiamos, mientras se la mamamos a tu marido Leonard.

Y es desde un baño impropio en tierras hostiles que la artista mexicana Linda Porn graba la performance “Puta mestiza” utilizando los elementos visuales de una producción pornográfica amateur. Linda performa una absoluta sensualidad, aquella sensualidad que el feminismo blanco abolicionista conservador pretende anular para no permitir la autonomía económica de las trabajadoras sexuales. El erotismo de la imagen es acompañado, mediante las palabras de Linda, por un profundo análisis sobre la continuidad de las lógicas coloniales impuestas por los discursos abolicionistas del feminismo blanco. Un feminismo que no solo niega la existencia del racismo institucional que condiciona de manera tajante la vida de las personas migrantes, sino que niega la autonomía política, ideológica y económica de las mujeres latinoamericanas dedicadas al trabajo sexual. Un feminismo blanco que en el año 2019 se organiza políticamente para pedir la ilegalización del Sindicato de trabajadoras sexuales OTRAS o la anulación del evento cultural “De puta Madre. La maternidad subversiva de las trabajadoras sexuales”. Evento en el que se denunciaba la violencia racista patriarcal de la maquinaria de quitas de custodia impuesta a las familias migrantes, madres solteras y sobre todo trabajadoras sexuales, cuyos hijos son arrebatados y encerrados en centros de menores utilizando mecanismos legales que se basan en nociones racistas, clasistas y machistas. Y ahí estaban, una vez más, las mujeres blancas, las del cuarto propio, las de la máquina de escribir, las de la columna en el diario, las del micrófono en el parlamento, silenciando a aquellas que denuncian una de las peores violencias del patriarcado colonial; el robo y control de nuestros hijos por parte de las instituciones europeas.

Ahí estaban una vez más las mujeres blancas pretendiendo que nos traguemos la rabia y no la escupamos como venimos haciendo con todas aquellas violencias racistas que nos han intentado hacer engullir a la fuerza y que hemos logrado expulsar de nuestros cuerpos mediante haceres de resistencia creativa. Trabajos que logramos trenzar desde fuera de la habitación propia, utilizando como materia prima aquella violencia que pretenden imponernos, la cual tomamos como fibra que hilamos para luego poder tejer.

Y así lo hace la artista afrodescendiente Sofia Perdomo Sanz durante su intervención en el encuentro de poesía antirracista “Escupir la rabia” organizada por el colectivo Ayllu en el año 2018.

¿Cómo es que de tanta violencia podemos hacer tanta belleza? ¿Cómo es que podemos subvertir a tal punto el poder colonial hasta lograr utilizar sus propios símbolos para reventarlo?

Sofia toma como materia prima los mecanismos legales utilizados en el estado español para ejercer violencia contra las personas migrantes. La pulcritud y la formalidad de las normativas, leyes y protocolos son puestos en primer plano. Sofia se cubre la cara con una máscara blanca y utiliza el tono de voz de la violencia burocrática; un acento español con una entonación tan formal, tan calmada que explota en su cinismo cuando nos damos cuenta que el lenguaje jurídico utilizado está explicando los procesos de ilegalización, persecución, deportación y muerte impuestos a las personas migrantes. Procesos que no son producto de un error en el sistema, que no son una excepción, sino que son parte de la genealogía de la violencia colonial, siempre ejercida desde la legalidad europea y su agresiva imperturbabilidad.

Sofia contrapone la rigidez de la violencia burocrática con un relato encarnado sobre la traducción de este lenguaje jurídico a la realidad de su infancia, una infancia como la de tantas wawas, condicionada por la violencia de la Ley de Extranjería y el racismo institucional. Y es así como en un territorio hostil, Sofia Perdomo Sanz termina la acción poética de resistencia invitando a un público migrante, a un público racializado, a romper una copia del documento de la denegación de su permiso de residencia; el acto colectivo de destruir simbólicamente el poder de la supremacía blanca despierta una hermosa alegría que hace levantarse y bailar al público del encuentro.

La celebración de la resistencia

Y fue en el mismo espacio de Ayllu que meses después Lía García, La Novia Sirena, haría bailar al público al compás de Tiempo de Vals de Chayanne, en una performance donde se recupera y reivindica la cultura popular del Quinceañero mediante la celebración de la transición de Lía. Así, la Novia Sirena hacía uso de manera rebelde de una fiesta profundamente patriarcal como es el Quinceañero; una celebración en la cual se realiza una presentación pública de aquellas mujeres que han pasado de la niñez a la adultez y que se exhiben socialmente como elegibles para el matrimonio. Lía con un vestido largo se muestra contraria a las lógicas eurocéntricas que utilizan las denuncias del machismo como arma empuñada para reforzar el racismo contra el sur global, Lía de fiesta se muestra contraria a las lógicas de la lástima y el silencio que anulan la resistencia de los cuerpos transexuales y transgénero.

Lía toma la música, toma las luces, toma los chambelanes, y confrontar la violencia patriarcal de manera profundamente radical utilizando sus propios símbolos, utilizando sus vestidos, sus comidas, sus globos y su Chayanne. Así Lía no solo confronta el machismo, sino que confronta también el racismo que en muchas ocasiones, desde las lógicas impuestas por el feminismo blanco, aprovecha la lucha antipatriarcal para deslegitimar todos los símbolos culturales populares y canalizar un discurso profundamente colonial. Lía García nos transforma en madrinas, chambelanes e invitadas a una fiesta, una fiesta en donde su dolor, producto de la violencia patriarcal, es transformado en una celebración de la resistencia.

También con vestido, con corona, con flores en mano y tacones, la poeta, actriz y artista peruana Elizabeth Lino realizaba una romería desde la ciudad de Cerro de Pasco hasta la laguna de Cuilacocha. La romería era el camino a un entierro, el entierro de esta laguna completamente contaminada por el relave minero de la empresa Volcan. Un cura, un grupo de músicos y asistentes llevando flores acompañan por un camino de tierra a la artista Elizabeth Lino, quien portando una corona, un vestido, unos tacones y una banda roja con dorado con las palabras “Miss Cerro de Pasco”, realiza una ceremonia en donde ofrenda flores, y despide la vida de una laguna en cuyas aguas no hay peces ni ranas, una laguna cuyas orillas son color rojo óxido, una laguna seca e infertil por la violencia del sistema extractivista colonial. La empresa Volcan, propiedad de la familia criolla Letts, viene explotando con licencia del estado peruano una mina a cielo abierto que se encuentra en medio de la ciudad de Cerro de Pasco. Una mina de la cual se extrae plata, cobre, zinc y plomo, un plomo que termina incrustado en la sangre de los pobladores, un plomo, un cobre, un zinc, una plata que vienen sosteniendo no solo la ostentosa vida de la familia Letts en la ciudad de Lima, sino un sistema extractivista que impone zonas de sacrificio en el sur global, que impone la muerte de la Laguna Cuilacocha, de sus aguas y quienes viven alrededor.

La laguna es dignamente despedida por una mujer vestida de Miss Cerro de Pasco que porta un ramo de flores, una figura pública que es reconocida y alabada por las calles de la ciudad en el camino previo a la romería.

Es así como la artista Elizabeth Lino se apropia de la importancia pública de una reina de belleza para generar atención por parte de los vecinos de la ciudad, una atención que la lleva a ser invitada a programas televisivos y radiofónicos, que luego de introducirla como “La última reina de Cerro de Pasco”, da pie al inicio del discurso elaborado por Elizabeth que comienza con una sutil voz que sarcásticamente plantea reconocer el increíble tajo Raúl Rojas de la mina a cielo abierto, como una “maravilla del Perú” para promocionarlo como enclave turístico Sutilmente el tono de voz va variando, y nos encontramos envueltos en las palabras de la Miss Cerro de Pasco denunciando al estado peruano, denunciando a la empresa minera, denunciando al sistema extractivista, denunciándolos por su violencia, denunciándolos con la corona puesta, con el centro en mano y la banda en pecho, denunciándolos utilizando sus propios elementos de imposición de lo que se considera bello, mientras nos expropian si quiera la posibilidad de contemplar como hermoso aquello que la misma tierra nos da; aquella agua, aquella planta, aquella laguna.

¿Cómo es que de tanta violencia podemos hacer tanta belleza? ¿Cómo es que podemos subvertir a tal punto el poder colonial hasta lograr utilizar sus propios símbolos para reventarlo? ¿Cómo es que desde fuera del cuarto propio tantas hermanas y compañeras pueden crear un tejido tan amplio de haceres creativos de resistencia que nos sirven para elegantemente bailar nuestra rabia, escribir nuestra rabia, escupir nuestra rabia?

Y es así que desde la cocina y el baño escupimos la rabia, y es así que escupimos en la cara del colono, utilizando y moldeando todo aquello que han creado para violentarnos, agarrando por los cuernos su lengua impuesta sobre las nuestras para girarla contra ellos mismos, tomando hasta sus leyes para hacerlas poesía de resistencia anticolonial

Chenta Tsai, músico y artista de origen asiático en Madrid, desactiva la violencia colonial utilizando como nombre artístico el insulto racista y machista PutoChinoMaricón. Desde esa reinvención de una identidad es que engulle la violencia colonial para transformarla en resistencia. Chenta declara en una entrevista, “la buena música surge de los intestinos y del odio extremo, por eso yo digo siempre que escribo desde el cabreo, mientras estoy fregando los platos, ahí surgen todas mis canciones”, y es desde esa cocina que salen las letras de canciones como Gente de mierda o Tú no eres activista. Composiciones musicales interpretadas por Chenta Tsai en espacios tan hostiles como el set de la 2 Noticias de Televisión española, en donde desde una romántica y rabiosa sobriedad hace una crítica a la cotidianidad del capitalismo urbano interpretando la canción Se me da mal ser mayor como artista invitado al programa previo a la transmisión del concurso musical Eurovisión celebrado en el estado colonial de Israel en el año 2019.

Y es desde ese espacio que PutoChinoMaricón, mientras endulza los oídos de los televidentes con un piano eléctrico, que entona durante su interpretación la frase “un boicot a Eurovisión” en medio de la canción. Nuestro corazón se paraliza, uno de los nuestros ha llegado a la televisión, uno de los nuestros ha asestado un golpe perfecto, uno de los nuestros ha cantado en defensa de los territorios de Palestina en horario estelar. Uno de los nuestros no solo ha boicoteado al colono utilizando su propia maquinaria; uno de los nuestros ha reivindicado las alianzas sur-sur, uno de los nuestros ha respondido al llamado político del movimiento BDS de boicot, desinversión y sanciones a Israel organizado desde la resistencia palestina.

Uno de los nuestros mostró cómo las distintas comunidades racializadas continuamos la tradición de alianzas sur-sur que tuvieron lugar a lo largo de la historia. Alianzas que se dieron entre Angola y Cuba con la operación Carlota, alianzas que podemos leer en “Nosotros los indios” donde el escritor Boliviano Fausto Reinaga cita a Frantz Fanon en el año 1970. Alianzas como la organización de resistencias conjuntas entre africanos esclavizados que escapaban de la explotación blanca para unirse con la naturaleza y población indígena de distintos territorios de Abya Yala y formar los territorios liberados llamados Quilombos. Alianzas como la generada en la edición del libro “Este puente, mi espalda: Voces de mujeres tercermundistas” realizado por Cherry Moragas y Ana Castillo en donde voces de mujeres indígenas, asiáticas, afrodescendientes y latinas articulan una crítica al feminismo blanco, en donde Gloria Anzaldúa nos dijo; Olvídate del cuarto propio! Escribe en la cocina, enciérrate en el baño!

Y es así que desde la cocina y el baño escupimos la rabia, y es así que escupimos en la cara del colono, utilizando y moldeando todo aquello que han creado para violentarnos, escribiendo en el autobús o mientras hacemos cola en la Oficina de Extranjería. Agarrando por los cuernos su lengua impuesta sobre las nuestras para girarla contra ellos mismos, tomando hasta sus leyes para hacerlas poesía de resistencia anticolonial.

Y así escupimos la rabia, y así escupimos en la cara del colono, como lo hace Silvia Albert invitando a que un público entero cante contra el privilegio blanco en su obra teatral Black Face, como lo hace Jota Mombaça cuando con su propia sangre escribe “España no existe sin el robo colonial” frente al museo de América, como lo hace el colectivo Ayllu en cada encuentro, cada evento, cada exposición no mixta que organiza, como lo hace Joyce Jandette en cada palabra que escribe, en cada poema que entona, como lo hacen Iki Yos Piña Narváez, Nayare Rouge, Fátima Guariota y Alex Aguirre en la publicación pedagógica “Chocha, culo, teta. La combi completa”, como lo hace la artista y tatuadora Jessica Espinosa con cada aguja que penetra la piel con tinta negra. Como lo hace el poeta Francisco Godoy desnudo y borracho frente a los monumentos de hombres blancos leyendo las palabras del colono para desmembrarlas una a una y utilizar los espejos cambiados por oro para reflejar la patética existencia de los herederos del orden colonial. Y así, les escupimos la rabia, en cada palabra, cada baile, cada bordado, cada dibujo. Desde Guaman Poma, hasta Gloria, hasta Linda y hasta Sofia, le escupimos la rabia en la cara al colono.

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Daniela Ortiz

Daniela Ortiz (Cusco, Perú. 1985) vive y trabaja en Barcelona. A través de su trabajo pretende generar narraciones visuales donde los conceptos de nacionalidad, racialización, clase social y género son entendidos de manera crítica para analizar el poder colonial, capitalista y patriarcal. Sus proyectos e investigaciones recientes abordan el sistema de control migratorio europeo, su vínculo con el colonialismo y los mecanismos legales creados por las instituciones europeas para poder ejercer violencia contra las poblaciones migrantes y racializadas. A su vez ha desarrollado diversos proyectos sobre la clase alta peruana y su relación de explotación con las trabajadoras domésticas. Recientemente su hacer artístico ha vuelto a centrarse en lo visual y manual haciendo trabajos en cerámica, collage, dibujo y formatos tales como libros para niños con la intención de alejarse de las estéticas conceptuales eurocéntricas. Además de su trabajo artístico es mamá de una wawa de tres años, da charlas, talleres, y participa de diversas discusiones y luchas en contra del sistema de control migratorio europeo y el racismo institucional.