Idayat Hassan es abogada y directora del think tank africano Centro para la Democracia y el Desarrollo (CDD), con sede en Nigeria. Desde hace años, investiga sobre los medios de comunicación social y el uso de las TIC para el desarrollo en África Occidental. También ha reflexionado alrededor de la democracia, la paz y la seguridad. En esta entrevista, Hassan habla con Oscar Mateos sobre la realidad nigeriana, desde el fenómeno de la desinformación y su afectación en las próximas elecciones de 2023 hasta las amenazas para la seguridad, pasando por la lucha contra Boko Haram, el rol de las mujeres o la respuesta a la pandemia de la COVID-19.

Nigeria es uno de los países más importantes de África. Es el país más poblado y tiene la economía más importante del continente. Sin embargo, el progreso no está exento de desafíos, y los indicadores socioeconómicos, las violaciones de los derechos humanos, la pobreza, la inseguridad, la corrupción y la falta de confianza en el sistema político han acabado por desencantar al electorado. ¿Cómo describiría usted el panorama político actual en Nigeria?

En la actualidad, Nigeria sigue siendo muy importante, no solo para Estados Unidos, sino para otros países del mundo, por su tamaño, su potencial económico y por el espíritu emprendedor de su pueblo. Ahora bien, pese a que la democracia se reinstauró hace más de 22 años, la ciudadanía sigue sin disfrutar de los beneficios que suelen acompañarla en materia de bienes y servicios públicos, como la garantía de la seguridad para los ciudadanos y sus propiedades. Si se les pregunta qué es lo que quieren, la mayoría responderá: tener comida en la mesa, buenas carreteras y agua. Pero cada vez hay más personas que piden seguridad al estado. La inseguridad se está extendiendo en las seis zonas geopolíticas del país. La ciudadanía se guía por la sensación de injusticia, que en muchos casos es real, en torno a la marginación, las deficiencias de los mecanismos de justicia y de responsabilidad gubernamental, y la pobreza. La desinformación está fomentando la contestación, y amenaza la cohesión nacional. Las elecciones de 2023 determinarán qué es lo importante en la vida de Nigeria y los nigerianos. Cuestiones como quién será el próximo presidente o presidenta, su origen geográfico o su identidad étnica son aspectos particularmente interesantes a medida que se acerque el 2023, porque el país se volcará de lleno con las elecciones, ya que son importantes por diversas razones. Desde luego, no estarán exentas de desafíos, pues el entorno político sigue siendo complicado.

El Centro para la Democracia y el Desarrollo (CDD) que usted dirige publicó un comunicado sobre el fenómeno de la desinformación en la política nigeriana. Teniendo en cuenta que la población joven representa el 51% de los 84 millones de votantes registrados y que el uso de las redes sociales crece exponencialmente entre la juventud, ¿qué espera usted de las elecciones de 2023?

En Nigeria, las elecciones se ganan instrumentalizando tres estrategias diferentes: la desinformación, la violencia y la política monetaria. Estos tres factores determinan quién gana, pero el problema de la desinformación no se limita a Nigeria, sino que afecta al mundo entero. No obstante, lo que diferencia a unos países de otros es la manera en que hacen frente a estos problemas. La Unión Europea tiene una de las mejores respuestas estratégicas cohesivas para luchar contra la desinformación a diferencia de Nigeria. Cuenta con instrumentos legales como el código penal, la ley cibernética e incluso la ley electoral, pero en Nigeria aplicar una ley contra la desinformación sigue planteando dificultades, por no hablar del desafío que supone delimitar el entorno online. En Nigeria, la desinformación online y offline se entrecruzan y una modifica e influye a la otra. Los tuits y los mensajes de Facebook aparecen regularmente en los medios de comunicación impresos, o acaban siendo temas de debate en los programas de radio y televisión.

“En Nigeria, las elecciones se ganan instrumentalizando tres estrategias diferentes: la desinformación, la violencia y la política monetaria”

La desinformación no solo determinará el resultado de las elecciones en países como Nigeria, sino que en el futuro socavará la confianza de los ciudadanos en la propia democracia. Lo más grave es que también afecta a asuntos de sanidad, en cuanto al rechazo de algunas personas a ser vacunadas de la COVID-19, a acatar los protocolos durante la pandemia o incluso a creer que el virus realmente no existe. Buena parte de esta situación se debe a la falta de confianza en el gobierno y en la información disponible.

Hace más de 20 años que Boko Haram se fundó y, tras más de una década intentando combatir al grupo, se ha dividido en dos facciones, pero sigue activo. También sabemos que la Fuerza Multinacional Conjunta liderada por Nigeria y, en el ámbito nacional, la Fuerza Civil Conjunta, han sido acusadas de violaciones de los derechos humanos a pesar de sus avances militares sobre el terreno. Con todo, los insurgentes han evitado el diálogo a toda costa y están decididos a fundar un Estado Islámico en Nigeria. ¿Cómo valora usted la seguridad y el desempeño de las fuerzas civiles nigerianas contra Boko Haram? ¿Cuál es la situación actual desde su punto de vista?

En Nigeria, llevamos librando una guerra contra Boko Haram desde hace más de doce años, pero este país no ha sido capaz de acabar con él, lo cual dice mucho de la situación. La primera conclusión es que los esfuerzos militares no son suficientes para abordar una insurgencia y es necesario lograr su simpatía y confianza, algo que se consigue mediante medidas no-militares (civiles). Esto implica abordar las reivindicaciones que motivaron la insurgencia propiamente dicha. Esto significa exigir responsabilidades por las personas injustamente asesinadas, reclamar un sistema de reparaciones y tomar en consideración las necesidades humanitarias de los afectados. Asimismo, debemos investigar las normas de intervención que adoptaron los organismos de seguridad. En cualquier operación contrainsurgente debe haber unas reglas de enfrentamiento y protección de los derechos de las personas. El país debe continuar con la Reforma del Sector de la Seguridad (RSS) y debemos infundir confianza en el proceso, de manera que los individuos dejen las armas de manera voluntaria y acepten de buen grado la amnistía.

De hecho, las facciones de Boko Haram, el Shekau JAS y el Estado Islámico de África Occidental (ISWAP, por sus siglas en inglés), se distinguen por las estrategias que han utilizado. Así como la facción de Shekau mata indiscriminadamente, el Estado Islámico de África Occidental tiene un prototipo de estado que proporciona comida e imparte justicia cuando los habitantes locales no se ponen de acuerdo. Aplican una forma de justicia que el estado no puede proporcionar en lugares donde no hay gobierno. Históricamente, ninguna guerra (y menos contra el terrorismo o la insurgencia) se ha vencido solo con armas ya que la radicalización de los individuos tiene su origen en una multiplicidad de motivos. En el caso de Nigeria, hablamos de insurgentes que conocen bien el terreno y que luchan por una causa en la que creen de verdad. Así como los militares no están dispuestos a morir en el frente de batalla, los combatientes de Boko Haram o del Estado Islámico están dispuestos a morir en cualquier momento, convencidos de que si mueren luchando irán al cielo. Es importante tener esto en cuenta, porque no es simple ficción, sino una realidad que es necesaria afrontar.

Los movimientos sociales como el #EndSARS, que denuncia la brutalidad policial, el abuso y la impunidad en la aplicación de la ley, u otros conflictos de la sociedad civil relacionados con campesinos y pastores y con problemas de identidad, todavía alteran el bienestar de los nigerianos. ¿Cómo valora usted los movimientos de la sociedad civil que reivindican una mejor gobernanza y aplicación de la ley en Nigeria? ¿De qué modo el gobierno nigeriano puede aplicar mejores prácticas de gobierno local a partir de lo aprendido de las experiencias fallidas, por ejemplo, en el Delta del Níger o en Borno?

Ha tocado un tema muy importante, que es el fracaso de los gobiernos locales. En buena parte de Nigeria, este fracaso tuvo como consecuencia el colapso de la ley y el orden, y cuando no hay elecciones municipales periódicas y los ingresos del gobierno local no se dan a conocer de forma transparente, este se vuelve ineficiente. A medida que la conflictividad se ha ido acentuando en Nigeria, la ciudadanía se ha ido volviendo especialmente activa. Así, con el movimiento #EndSARS, asistimos a la manifestación en masa de nigerianos, independientemente de su clase política, religión o etnia, para reivindicar el problema de la brutalidad policial y la inseguridad ciudadana. Una tendencia importante ha sido la proliferación de agentes no estatales o grupos de vigilancia (comités de voluntarios, organizados para reprimir y castigar de manera sumaria los actos delictivos cuando consideran que los procedimientos legales son inadecuados) para intentar proteger a la ciudadanía. De hecho, los gobernadores de seis estados distintos del suroeste de Nigeria crearon sus propios grupos de seguridad bajo el nombre de Amotekun, y en el sudeste, los secesionistas crearon otro llamado Ebube Agu.

“La inseguridad es tan frecuente que casi es una epidemia, y cada vez hay menos confianza en la capacidad de los organismos nigerianos de seguridad, el sistema judicial y el gobierno”

En la actualidad, existen seis nodos de inseguridad en Nigeria: Boko Haram, bandoleros, el conflicto entre campesinos y pastores, los secesionistas en el sudeste y sudoeste, y, claro está, los constantes secuestros en todo el país. La inseguridad es tan frecuente que casi es una epidemia, y cada vez hay menos confianza en la capacidad de los organismos de seguridad, el sistema judicial y el gobierno. La implicación civil y social en los asuntos de seguridad es una tendencia positiva, pero también preocupante. Cuando un agente no gubernamental tiene las armas en sus manos, intenta posicionarse como la alternativa al Estado (si bien no como el Estado Islámico, pero sí como un «salvador del pueblo» que intenta resolver los problemas de inseguridad), de manera que la situación se vuelve realmente preocupante por las graves implicaciones que conlleva.

Nos interesa conocer el movimiento feminista y el papel de las mujeres en la sociedad nigeriana. ¿Cómo valora esta cuestión en Nigeria y en África en general?

Históricamente, en África ha habido monarquías poderosas dirigidas por mujeres, y las mujeres han sido activistas importantes en los movimientos de independencia que lucharon contra los colonialistas. A partir de cierto momento en adelante, las mujeres quedaron relegadas a servir al hombre, pero ahora vuelven a la carga, impulsando el cambio y el liderazgo. Las mujeres se están movilizando, como vimos en Sudán al final del mandato de Omar al Bashir, y también se movilizan contra los golpistas. Lo mismo sucede en Nigeria. Por ejemplo, las coaliciones feministas compuestas de jóvenes, se crearon para abordar las desigualdades económicas en la sociedad nigeriana, y estas mujeres desempeñaron una función activa en la coalición #EndSARS. Incluso en Burkina Faso, con el derrocamiento de Blaise Compaoré, las mujeres contribuyeron activamente con el movimiento espátula, ya que encabezaban las manifestaciones blandiendo una espátula de cocina. De modo que las mujeres están desempeñando papeles muy importantes en distintos lugares del continente, incluso en Sudán del Sur, donde, después de ser excluidas de la mesa de negociación, no solo consiguieron volver a ser incluidas, sino que aumentaron su presencia como agentes no gubernamentales y como agentes reconocidos en las negociaciones.

Las mujeres también ejercieron presión en la negociación para poner fin a la guerra civil de Liberia, donde han conseguido mantener la paz hasta ahora. Lo mismo sucede aquí, en Nigeria, donde, además de la coalición feminista, contamos con un manifiesto integrado por 8.000 mujeres, expertas en distintos campos, que empiezan a participar en el debate. Poco a poco, cada vez más mujeres ocupan puestos de autoridad en el sector público, pero sobre todo en el sector privado, y realizan cambios en sus propios campos, algo que, en mi opinión, es una tendencia significativa, pues esperamos que se vaya extendiendo, sobre todo con el creciente movimiento multipartidista de mujeres que apoyan a mujeres de todos los partidos políticos.

Dando por hecho la hipocresía del Norte global en cuanto a la gestión de la pandemia de la COVID-19, el gobierno nigeriano contaba, por suerte, con instrumentos de detección consistentes en materia de protocolos de control de enfermedades y cuarentenas a raíz de epidemias previas como la del ébola, que, a propósito, se gestionó con eficacia y fue aplaudida por la comunidad internacional. ¿Cómo valora los efectos de la COVID-19 en Nigeria y qué opina de la respuesta del gobierno nigeriano a la hora de gestionar la pandemia?

Creo que la experiencia africana con la COVID-19 ha sido complicada, no solamente en Nigeria, sino en distintas partes del continente, a pesar de los encomiables esfuerzos en confinar ciudades, cerrar aeropuertos y difundir programas de concienciación, y pese a tener experiencia en la gestión de epidemias. Algunos países como Sudáfrica, disponen de un sofisticado sistema que les permite secuenciar virus de forma inmediata, lo cual es admirable. En África no se ha alcanzado el elevado número de muertes que se predijo. En buena parte, se debe a las rigurosas medidas que los organismos de seguridad aplicaron durante los confinamientos en todo el continente en Nigeria, Níger, Guinea, Uganda, Zambia, Zimbabue.

Los líderes autoritarios han utilizado la prevención contra la COVID-19 como excusa para impedir a la sociedad civil manifestarse y organizar protestas. En Chad, por ejemplo, antes de la muerte de Idriss Deby y después de concluir su propia campaña electoral, confinó inmediatamente la capital y prohibió el resto de campañas. En Nigeria, la prevención contra la pandemia se usó como pretexto para sofocar las protestas del #EndSARS, pero pocas semanas después, se vio a un gobernador bailando en un lugar público con un gran grupo de gente.

La COVID-19 ha afectado de manera significativa a la subsistencia básica de la ciudadanía y a la economía. Los confinamientos han perjudicado especialmente a los más pobres del continente, porque estos no pueden trabajar desde casa y sus hijos no tienen acceso a la educación porque no tienen acceso a Internet. En el sector empresarial se despidió a muchísimos trabajadores, y aunque buena parte de estos pudieron subsistir gracias a la economía sumergida, nuestro sistema carece de un estado de bienestar social robusto y, como ejemplo ilustrativo, en Camerún, Gabón, Guinea Ecuatorial y Congo, el cierre de las fronteras tuvo como consecuencia un deterioro de la cadena de alimentos. Así, en el caso de los productores de tomates, se vieron obligados a dejar pudrir los cultivos porque los mercados locales no tenían capacidad para absorber la producción.

“Los líderes autoritarios han utilizado la prevención contra la COVID-19 como excusa para impedir a la sociedad civil manifestarse. En Nigeria, la pandemia se usó como pretexto para sofocar las protestas del movimiento #EndSARS”

Algunas medidas que se aplicaron en el resto del mundo y en el hemisferio norte, no eran las adecuadas para los países del hemisferio sur. No se plantearon bien. Por ejemplo, la población confinada en barrios marginales o asentamientos improvisados, llegaban a convivir con diez personas en un mismo espacio. Asistimos a mucha brutalidad policial en Kenia, Nigeria y Sudáfrica, entre otros países. Creo recordar que en Kenia hubo un caso de tres muertos por no llevar la mascarilla. Según un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en un momento en que la COVID-19 había matado a 12 personas, las fuerzas de seguridad nigerianas habían matado a 18. La estrategia de mano dura que aplicó el sector de la seguridad no evitó muertes. Con suerte, saldremos de este retroceso democrático en todo el continente, ya que hay evidentes signos de resistencia por parte de grupos de ciudadanos, de la sociedad civil y de los políticos de la oposición, que están planteando maneras de hacer frente a estos entornos cívicos restringidos.

¿Cuál es su visión de la gestión global de esta pandemia y qué papel juega África en esta?

Creo que los africanos sienten que están jugando con mucha desventaja en la pandemia. En África existe un amplio juego de acusaciones. Da la sensación de que el hemisferio norte no se percata de lo muy interconectado que está el mundo ahora, y que si África no cuenta con igualdad en el reparto de las vacunas nadie estará a salvo. Los africanos están descontentos, sobre todo por las prohibiciones de viajar a causa de la variante ómicron. No debería verse como algo negativo que países como Sudáfrica dispongan de los recursos para realizar una excelente secuenciación y sean transparentes a la hora de informar de los resultados obtenidos. Porque, a fin de cuentas, esta falta de libertad de circulación está afectando a la economía. De una forma u otra, induce a países como Sudáfrica, entre otros, a ser menos transparentes en la gestión de la pandemia de COVID-19. Es necesario reconocer que la pandemia no puede abordarse únicamente en Europa, India, Estados Unidos o Canadá de manera individual sin incluir África.

Idayat Hassan

Idayat Hassan

Idayat Hassan es abogada y directora del Centro para la Democracia y el Desarrollo (CDD) de Nigeria. Sus intereses giran alrededor de la democracia, la paz y la seguridad, la justicia de transición y las TIC para el desarrollo en África Occidental. Como experta en Nigeria y África Occidental, aparece habitualmente en varios medios de comunicación internacionales y locales como Bloomberg, The Washington Post, Financial Times o The Guardian, entre otros. Como directora del Centro para la Democracia y el Desarrollo (CDD), ha logrado situar a esta organización en el puesto número 11 de entre un total de 94 think tanks de África subsahariana y en el número 1 de Nigeria, según el informe del Índice Global Go To Think Tank 2020 de la Universidad de Pensilvania. Idayat Hassan ha reforzado la posición del CDD como líder en tecnología cívica con una cartera de proyectos. Sus investigaciones sobre los medios de comunicación social han adquirido una gran popularidad y han sido citadas por The Economist, la BBC y varias publicaciones académicas.


Oscar Mateos

Oscar Mateos es coordinador del grupo de investigación sobre globalización, conflictos, desarrollo y seguridad (GLOBALCODES) de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales de Blanquerna – Universidad Ramon Llull, donde también imparte docencia como profesor asociado de Relaciones Internacionales en varios estudios de Grado, Máster y Doctorado. Desde el año 2019, es delegado del rector de la URL para el impulso de la Agenda 2030. Mateos es miembro de la junta del Gobierno del Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP) e investigador asociado del CIDOB. Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración, es posgraduado en Cultura de Paz y Doctor en Relaciones Internacionales con mención europea por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Sus investigaciones se centran en el análisis de conflictos armados y de procesos de construcción de paz posbélica en el continente africano, especialmente en la región de África occidental. Ha trabajado en la Escuela de Cultura de Paz de la UAB y ha colaborado con organizaciones como Médicos Sin Fronteras en Sudán del Sur o Conciliation Resources en Sierra Leone. Fue profesor invitado en la Universidad de Sierra Leone (Fourah Bay College) entre los años 2006 y 2008, e investigador visitante de la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la Universidad de Londres.