El Sahel es la franja de transición entre el desierto del Sáhara y la sabana africana, una región semiárida entre las más pobres del mundo, desafortunadamente conocida hoy en día por la inestabilidad política, los conflictos comunitarios y la violencia yihadista. En los últimos años, se ha vuelto crucial por los intereses europeos de cara a la contención de flujos migratorios y la lucha contra el terrorismo, convirtiéndose de facto en la “nueva frontera adelantada” de la UE.

La zona ya sufre, y más que lo hará en el futuro, las consecuencias de la crisis climática [1]1 — IPCC. (2019). Global Warming of 1.5°C. , atendiendo sobre todo a su economía dependiente de la meteorología y su vulnerabilidad dentro del orden mundial. El discurso más frecuente establece un vínculo más o menos directo entre cambio climático, inseguridad y migraciones. El razonamiento claro está: el desierto del Sáhara se expande, ello comporta más pobreza y más hambre, que deriva en más conflictos y, en última instancia, en más desplazamientos, también hacia Europa.

Aunque el argumento parece sólido y es verosímil, requiere de algunos matices. En primer lugar, respecto de los impactos climáticos en la zona, no sólo basados en la desertificación. En segundo término, en relación al nexo entre cambio climático y migraciones, mediado por factores socioeconómicos y políticos, poniendo el acento en la importancia de las migraciones internas respecto de las que anhelan Europa. Y, finalmente, sobre los efectos de las políticas de contención migratoria en la adaptación a la crisis climática.

Las consideraciones compiladas en el presente artículo surgen de una investigación en el marco de un proyecto europeo llamado CASCADES, basada en una encuesta además de 200 expertos de la zona, entrevistas a actores locales e internacionales y trabajos de campo previos [2]2 — Puig, O., Desmidt, S., Detges, A., Tondel, F., Van Ackern, P., Foong, A. & Volkholz, J. (2021) Climate Change, Development and Security in the Central Sahel. CASCADES. June 2021. .

Impactos climáticos

El Sahel es y será una de las regiones del planeta que más sufra las consecuencias de la crisis climática, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el tema (IPCC, por su sigla en inglés). Aunque abarca hasta 11 países desde el océano Atlántico hasta el Mar Muerto, a menudo el concepto se circunscribe a los países más pobres del mundo, como el Níger, Mali y Burkina Faso, foco de nuestro estudio. Son estados vulnerables, dedicados principalmente al sector primario, en la agricultura, la trashumancia y la pesca, dependientes de las lluvias y las ayudas internacionales.

Desde las grandes sequías de la década de 1970 y 1980, se acostumbra a hablar de una creciente desertificación a la zona como consecuencia de la escasez de precipitaciones. En efecto, existen territorios específicos que la registran, por ejemplo, Nigeria o Sudán. Sin embargo, la expansión general del desierto del Sáhara no está del todo acreditada. De hecho, los indicadores puramente climáticos apuntan a un retorno de la vegetación. Los estudios de Observación de la Tierra muestran una tendencia positiva en el aumento de la lluvia y el reverdecimiento en las últimas tres décadas [3]3 — Fensholt, R., Mbow, Ch., Brandt, M. & Rasmussen, K. (2017) Desertification and Re-Greening of the Sahel. Oxford: Oxford Research Encyclopedia of Climate Science. . De ahí que algunos expertos hablen incluso del “mito de la desertificación”, derivado de perspectivas coloniales y neocoloniales de desarrollo que beneficiarían a las potencias mundiales [4]4 — Davis, D. K. (2016) The arids lands. History, Power, Knowledge. Cambridge: MIT Press. .

La degradación de la tierra no sólo viene condicionada por las sequías, sino también por factores humanos como el uso y conservación de los suelos, diferentes formas de asentamiento de las personas o el crecimiento de la población, entre otros

Los debates científicos en torno a la desertificación en el Sahel siguen abiertos y las proyecciones climáticas no son concluyentes; difieren según modelos, periodos y espacios analizados. Es, pues, difícil de pronosticar qué sucederá en el futuro, puesto que se deberán tener en cuenta las medidas de mitigación, adaptación y resiliencia que se tomen para hacer frente a la emergencia. La degradación de la tierra no sólo viene condicionada por las sequías, sino también por factores humanos como el uso y conservación de los suelos, diferentes formas de asentamiento de las personas o el crecimiento de la población, entre otros. Con todo, el único consenso académico vigente sobre los impactos climáticos en la zona es: 1) el aumento de la frecuencia y gravedad de acontecimientos climáticos extremos —sequías y lluvias torrenciales—; 2) el incremento de la temperatura 1.5 veces más rápido que la media global y, finalmente, 3) la mayor variabilidad de las lluvias en tiempo y espacio.

El Sahel: entre movilidad y fronteras

Aunque la migración, de alguna manera, siempre pueda considerarse una respuesta humana a circunstancias climáticas, debemos ser cuidadosos con establecer una relación directa entre los efectos del calentamiento global y la movilidad humana. En el Sahel, durante generaciones, la migración —sobre todo circular y estacional— ha sido una forma de vida con la que hacer frente a las inclemencias meteorológicas y ambientales, pero también como medio de diversificación económica. Algunos lo han llamado “culturas de la movilidad” [5]5 — Hahn, H. & Klute, G. (Ed.) (2007) Cultures of migration. Münster: Lit Verlag. , basadas en diferentes tipos de desplazamiento incluyendo el nomadismo, la trashumancia o la migración a países vecinos. En los últimos tiempos, la región ha experimentado desplazamientos forzosos, principalmente debido a los conflictos, la violencia y, también, como no, a pesar de la dificultad de cuantificarlos, a los choques climáticos. El número de desplazados internos se estima en más de 2 millones, principalmente en Burkina Faso, así como 850.000 refugiados repartidos por la zona, en su mayoría procedentes de Mali.

La movilidad en el Sahel, en sus diversas versiones, es, pues, principalmente interna y se mantiene dentro de África, llegando históricamente a los países del Golfo de Guinea como Costa de Marfil, Nigeria o Ghana, y al norte del África, principalmente Argelia y Libia [6]6 — Puig, O. (2020) EThe Nigerien migrants in Kaddafi’s Libya: between visibility and invisibility», en J. Bjarnesen, S. Turner (coords). Invisibility in African displacements (pp. 160-178) Londres: Zed Books. . Sólo una pequeña porción de los migrantes sahelianos se dirige a Europa, algo que contrasta con la importancia que la migración a través de la región ha adquirido en los círculos políticos de la UE en los últimos años. Desde la mal llamada “crisis de refugiados” a Europa y la Cumbre de la Valetta de 2015, las instituciones comunitarias europeas se han empeñado en frenar a miles de personas en tráfico por la zona. Por eso han desplegado una estrategia securitaria de reforzamiento de fronteras y cooperación al desarrollo, con el objetivo de sedentarizar a las personas o, en caso de que se muevan, bloquearlas.

El dispositivo, a pesar de ser general en el territorio, se ha centrado particularmente en Níger, el país con los índices de desarrollo humano más bajos de la Tierra, que se ha visto forzado a actuar como gendarme de la UE en su condición de cruce principal dentro del corredor del Mediterráneo central. La UE no ha escatimado esfuerzos por contener el movimiento en esta ruta y, según el discurso oficial, se han disminuido los flujos. No obstante, también se han abierto nuevas rutas más clandestinas y se ha expuesto a los migrantes a más violaciones de los derechos humanos [7]7 — Brachet, J. (2018) «Manufacturing smugglers: from irregular to clandestine mobility in the Sahara». Annals 676(1): 16-35. .

El fortalecimiento de las fronteras ha chocado directamente con los protocolos específicos regionales que procuran garantizar la movilidad como modus vivendi

El fortalecimiento de las fronteras ha chocado directamente con los protocolos específicos regionales que procuran garantizar la movilidad como modus vivendi en el marco de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO). Uno de 1979 ampara la libre circulación de personas y otro específico de 1998 avala la trashumancia. Aunque los desplazamientos pastorales continúan, las comunidades afrontan cada vez más retos para cruzar los confines estatales. Las políticas de contención migratoria han dado lugar a más controles y han contribuido, por lo tanto, a vulnerar los acuerdos vigentes.

Consecuencias de la emergencia climática en la movilidad

Es de prever que los impactos climáticos puedan afectar a las diversas formas de movilidad humana en el Sahel pero, según nuestra investigación, no se espera un aumento significativo de los desplazamientos hacia Europa, sino más bien una continuidad de los patrones migratorios inter e intrarregionales, al menos en el corto-medio plazo. Eso viene a desmentir algunos de los discursos más alarmistas sobre la posibilidad de “aludes migratorios” de África hacia Europa como consecuencia de la crisis climática. Al mismo tiempo ratifica algunos de los postulados de las voces más expertas en el estudio sobre movilidades que alertan del simplismo y la falta de rigor en el establecimiento de una relación causal entre cambio climático y migración transcontinental [8]8 — De Haas, H.; Castles, S. & Miller, M. (2020) The Age of Migration. Nova York: Red Globe Press. .

Son múltiples los argumentos. En primer lugar, el hecho de que la mayoría de personas afectadas por el estrés climático, ya sean los de aparición rápida —terremotos, inundaciones, huracanes… — o lenta —sequías, subida del nivel del mar… — se mueven habitualmente a distancias cortas. En segundo término, la consideración de que la movilidad es más frecuente entre las personas con más recursos que entre las más vulnerables, ya que depende de los medios para desplazarse. Algunas comunidades de pastores, por ejemplo, incluso reducen sus movimientos durante sequías extremas por falta de recursos, lo cual certifica que algunas personas se pueden ver “atrapadas” como consecuencia del cambio climático, en lugar de ser inducidas a moverse [9]9 — Black, R., Adger, N., Arnell, N., Dercon, S., Geddes, A. & Thomas, D. (2011) «Migration and Global Environmental Change: Future Challenges and Opportunities». Foresight, Government Office of Science. . Finalmente, la utilización superficial del nexo entre cambio climático y movilidad corre el riesgo de instrumentalizarse desde posicionas conservadoras para legitimar políticas cada vez más restrictivas.

Desmintiendo algunos de los discursos más alarmistas, no se espera un aumento significativo de los desplazamientos hacia Europa como consecuencia de la crisis climática

Sin entrar en los debates abiertos sobre la conceptualización jurídica del término “migrante climático o ambiental”, parece evidente la necesidad de atenuar ciertos discursos sobre el probable aumento de movimientos migratorios hacia Europa procedentes del Sahel fruto del cambio climático. Al contrario, sería conveniente abordar las consecuencias específicas de la emergencia a las movilidades internas, tanto en la modificación de los corredores trashumantes por el acceso al agua y al forraje, como en el aumento de los desplazamientos del campo en la ciudad, con todos los desafíos que ello supone. O sería deseable profundizar en los impactos de las políticas de externalización de fronteras europeas en la zona, que también pueden ser fuente de desplazamiento al debilitar medios de vida locales.

Respetar la movilidad como estrategia de adaptación al cambio climático

El aumento del control fronterizo penaliza a las comunidades rurales vulnerables que, o bien tienen acceso limitado a documentos de identidad, o no están familiarizadas con los procedimientos administrativos. La ley 036/2015 del Níger contra la trata de seres humanos es un ejemplo claro de vulneración de los protocolos regionales de libre circulación. Se ha utilizado para interceptar a personas en Agadez, en el norte de Níger, además de en 800 km de las fronteras regionales de Argelia y Libia. Por otra parte, estas medidas crean una serie de problemas adicionales para las economías locales, afectando a la cohesión social y la integración. También refuerzan sentimientos nacionales y agudizan tensiones entre grupos. El hecho de bloquear a miles de personas en ciudades como Agadez, Niamey o Bamako, ya de por si vulnerables, también contribuye a tensionar los servicios locales y agudiza las desconfianzas entre comunidades y migrantes.

Los dispositivos de contención, además, lejos de conseguir parar los movimientos, los acompañan hacia rutas más costosas, largas y peligrosas, en las que la vulneración de derechos humanos escapa a cualquier fiscalización. Aumentan así las redes de tráfico informal de personas, ya que al ahogar los canales formales, legales y seguros se arroja a las personas a la clandestinidad. Los fondos europeos destinados al control también crean nuevas jerarquías y perpetúan y amplían estructuras depredadoras y clientelares, pudiendo incrementar recelos entre comunidades dentro de un mismo estado por el acaparamiento de fondos.

Las medidas también son incoherentes con algunos de los propios objetivos de la UE. Las instituciones comunitarias financian proyectos multilaterales sobre libre circulación en la CEDEAO, mientras contribuyen a vulnerarla. Dicen querer trabajar para potenciar la adaptación y resiliencia al cambio climático y, al mismo tiempo, obstaculizan la movilidad, que es una de las estrategias primordiales para hacer frente a la crisis climática. También aseguran fomentar el regionalismo en África Occidental, pero priorizan acuerdos bilaterales para contener el flujo migratorio con países como Níger, lo cual debilita la acción común africana.

En definitiva, la obcecación europea por construir muros en pleno desierto del Sáhara tiene efectos contraproducentes, no sólo para los migrantes y las poblaciones locales, sino también para los hitos que se dicen perseguir. Los responsables políticos tienen que prestar atención a las pruebas aportadas por gran parte del mundo académico sobre la importancia de una mayor flexibilidad de las fronteras interiores y exteriores y, en este sentido, tener el coraje de suavizar las políticas migratorias restrictivas implementadas hasta ahora, respetando y permitiendo la movilidad como forma de vida en el Sahel y estrategia de adaptación a la emergencia climática. Deben hacerlo no sólo en nombre de los derechos humanos, sino también para vertebrar una política exterior sólida, coherente y eficaz, que redunde en beneficio de sus propios intereses en materia de desarrollo y seguridad. Es imperativo hacerlo cuanto antes mejor, incorporando nuevas narrativas centradas en la migración dentro de África, revisando los vínculos entre cambio climático y (in)movilidad y profundizando en los impactos negativos que las mismas medidas de contención producen a todos los niveles.



Este artículo se basa en un proyecto que ha recibido financiación del programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea en virtud del acuerdo de subvención nº 821010. Refleja la opinión del autor; la Comisión Europea y su Agencia no son responsables del uso que pueda hacerse de la información que contiene https://www.cascades.eu/

  • Referencias

    1 —

    IPCC. (2019). Global Warming of 1.5°C.

    2 —

    Puig, O., Desmidt, S., Detges, A., Tondel, F., Van Ackern, P., Foong, A. & Volkholz, J. (2021) Climate Change, Development and Security in the Central Sahel. CASCADES. June 2021.

    3 —

    Fensholt, R., Mbow, Ch., Brandt, M. & Rasmussen, K. (2017) Desertification and Re-Greening of the Sahel. Oxford: Oxford Research Encyclopedia of Climate Science.

    4 —

    Davis, D. K. (2016) The arids lands. History, Power, Knowledge. Cambridge: MIT Press.

    5 —

    Hahn, H. & Klute, G. (Ed.) (2007) Cultures of migration. Münster: Lit Verlag.

    6 —

    Puig, O. (2020) EThe Nigerien migrants in Kaddafi’s Libya: between visibility and invisibility», en J. Bjarnesen, S. Turner (coords). Invisibility in African displacements (pp. 160-178) Londres: Zed Books.

    7 —

    Brachet, J. (2018) «Manufacturing smugglers: from irregular to clandestine mobility in the Sahara». Annals 676(1): 16-35.

    8 —

    De Haas, H.; Castles, S. & Miller, M. (2020) The Age of Migration. Nova York: Red Globe Press.

    9 —

    Black, R., Adger, N., Arnell, N., Dercon, S., Geddes, A. & Thomas, D. (2011) «Migration and Global Environmental Change: Future Challenges and Opportunities». Foresight, Government Office of Science.

Oriol Puig Cepero

Oriol Puig Cepero es investigador asociado del CIDOB, en el marco del proyecto CASCADES sobre cambio climático y seguridad alimentaria en el Sahel Occidental. Doctor en Antropología Social por la Universidad de Barcelona (UB), ​​su tesis sobre movilidad transahariana entre Níger y Libia fue reconocida con el Premio Extraordinario 2017 de la UB. Es profesor asociado en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y tutor-profesor de Antropología Social en la UNED. También forma parte del Grupo de Estudios de Sociedades Africanas (GESA) de la Universidad de Lleida, del Grupo de Estudios Africanos (GEA) de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y del Grupo de Estudios sobre Migración, Espacios y Sociedades (GERMES, en francés) de la Universidad Abdou Mou mouni de Niamey (Níger). Ha trabajado como periodista y como consultor para organizaciones y ONG internacionales en el ámbito de la externalización de fronteras europeas en la zona del Sahel. Sus líneas de investigación giran en torno a las migraciones intraafricanas, la migración de retorno, las fronteras y las identidades en el marco de la movilidad.