El 2015 fue un año decisivo para el multilateralismo y el desarrollo sostenible. Bajo el paraguas de las Naciones Unidas, se alcanzaron el Acuerdo de París sobre el cambio climático y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ambos acuerdos presentan una dirección común y un proyecto político basado en diferentes modalidades de cooperación y coaliciones que se orquestan en torno a las necesidades específicas de cada país. Ambos pactos tienen el apoyo de la inmensa mayoría de los países del mundo.

ODS y cambio climático: Una agenda actual en común

Ambos pactos no sólo tienen muchos objetivos interconectados, sino que ponen en énfasis que se necesitan mutuamente. La Agenda 2030 manifiesta que no es sostenible asegurar el acceso universal a todos los servicios esenciales, incluyendo la salud, la educación, el agua, la energía y los alimentos, sin fijar las causas que originan la vulnerabilidad, tanto en términos de desigualdades sociales como de degradación del clima y de la biodiversidad. Por otra parte, evitar esta degradación ambiental asociada al calentamiento global sólo se concibe si va de la mano de una sociedad más equitativa que dé una respuesta universal a las necesidades básicas de desarrollo, y su viabilidad técnico-económica está condicionada a la implantación de cambios profundos y sin precedentes en todos los sistemas de la sociedad, incluyendo cambios en los modelos de consumo y de producción [1]1 — AR5, IPCC, 2014 . Se requiere inevitablemente un cambio de modelo energético, sustituyendo masivamente las energías fósiles por energías renovables. Pero eso no es suficiente, ya que muchas de estas energías también llevan asociados procesos que requieren recursos que son finitos y que en su ciclo de vida siguen afectando al clima. Por lo tanto, además del contenido de carbono, es necesario replantear los servicios energéticos y su eficiencia para poder disminuir el consumo de energía, materiales y agua en un mundo que está creciendo demográficamente con un déficit agudo de desarrollo. En definitiva, es un reto que conduce a un replanteamiento del modelo de sociedad en el que vivimos y del modelo al que aspiran los países emergentes y en vías de desarrollo. La posibilidad de caer en un neocapitalismo verde que no respete los derechos humanos ni busque la equidad y la justicia climática se revela como un peligro en un camino que busca una mayor resiliencia climática, del cual una buena salvaguardia sería el cumplimiento de los ODS, de la misma forma que lo sería ante un totalitarismo dictatorial en nombre de la sostenibilidad.

La Agenda 2030 manifiesta que no es sostenible asegurar el acceso universal a todos los servicios esenciales sin fijar las causas que originan la vulnerabilidad, tanto en términos de desigualdades sociales como de degradación del clima y de la biodiversidad

Esta sintonía entre las agendas de desarrollo y de la lucha contra el cambio climático, conceptualizada bajo el término de desarrollo sostenible e institucionalizada en estos dos grandes pactos internacionales, se ha venido construyendo con el tiempo, y no queda libre de matices. En la práctica, y durante la transición entre modelos, las sinergias no son absolutas y a menudo son necesarias soluciones de compromiso. Además, tanto las sinergias como las contrapartidas son específicas a un contexto geográfico y temporal determinado. No obstante, como ha mostrado la pandemia de la Covid-19 este 2020, las diferentes crisis están convergiendo críticamente. Ningún país —sea pobre o rico— es inmune a los impactos del cambio climático sobre la salud humana [2]2 — Lancet Countdown, 2020. Disponible en línea. . Sin duda, adoptar una agenda coherente para una emergencia planetaria [3]3 — La Agenda 2030: transformemos el mundo ante la emergencia planetaria. Puri Canals, et al. Idees, 2020. Consúltese la editorial de este monográfico en línea. es la premisa para avanzar, y entender los matices es la garantía para hacerlo de forma inclusiva y al ritmo necesario. Las próximas secciones aportan una pincelada sobre estos matices.

Mitos que hemos dejado atrás

En 1972 la Dra. D. Meadows coordinó el informe impulsado por el Club de Roma “The Limits to Growth”, y en 1973 se publicaba una serie de ensayos escritos por el economista alemán E. F. Schumacher, “Small Is Beautiful: A Study Of Economics As If People Mattered”. Nos acercamos, por lo tanto, a celebrar su quincuagésimo aniversario. En 1987 la Dra. G.H. Brundtland introducía el término “Desarrollo Sostenible” en el informe “Our Common Future”: lo hacía unos treinta años antes de que Naciones Unidas presentara la propuesta de los Objetivos del Desarrollo Sostenible 2030. Paralelamente, en 1979 la Organización Meteorológica Mundial (OMM) celebraba la 1ª Conferencia Mundial sobre el Clima y convocaba a los gobiernos del mundo a controlar y prever cambios potenciales en el clima, provocados por el ser humano, que pudieran resultar adversos para el bienestar de la humanidad. Nueve años después el OMM y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente creaban el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que tenía que evaluar la magnitud y cronología de los cambios climáticos, estimar sus posibles efectos ambientales y socioeconómicos y presentar estrategias de respuesta realistas. Pero no fue hasta el quinto informe del IPCC presentado entre 2013 y 2014 que se reconoció la indiscutible influencia de la actividad humana en el aumento global de temperatura del planeta, y hasta el año 2015 que todos los países se sumaron a esta constatación durante la 21.ª Conferencia Mundial del Clima (COP-21) en París.

Este contexto histórico muestra que el primer mito que tenemos que dejar atrás es que el “descubrimiento” de los límites planetarios es reciente, tal como algunos artículos parecen sugerir. En esta misma línea, el segundo mito es pensar que hasta la COP-21 no hemos sido conscientes de que el cambio climático global, producido por el hombre tal como lo entendemos, es una realidad y una emergencia. Al contrario, la breve historia que aquí hemos presentado muestra que ya hace unos 50 años que se hicieron las primeras denuncias científicas y que, si bien no se han detenido los estudios, informes y reuniones internacionales en busca de acuerdos, el proceso de consenso con respecto a al cuidado de la Tierra y todo lo que la habita y sobre cómo afrontar esto es tremendamente lento o, aún más, inaceptablemente lento.

El tercer mito es que, durante mucho tiempo, cambio climático y desarrollo sostenible han recorrido caminos separados e incluso se ha creído que su solución podía llevar hacia caminos contradictorios. ¿Sin embargo, por qué motivo esta conexión que hoy en día parece tan evidente no se había llevado a cabo? En cierta medida porque no se disponía de los conocimientos y de las evidencias científicas necesarias. El Informe Brundtland consideraba que se tenía que proteger el equilibrio general y el valor de la reserva de capital natural; establecer criterios e instrumentos de evaluación de los costes y beneficios a corto, medio y largo plazo para reflejar los auténticos efectos socioeconómicos y los valores de consumo y conservación, y que los recursos se tenían que distribuir y consumir con justicia en todas las naciones y regiones del mundo. Pero no hablaba explícitamente del cambio climático. Paralelamente, los informes del IPCC se centraban en comprender y modelizar mejor el sistema climático y las consecuencias directas e indirectas del aumento de gases de efecto invernadero en la atmósfera, avanzando claramente en el estado de conocimiento de un informe al otro. En 2014 el IPCC presentó las amplias interacciones existentes entre la adaptación, la mitigación y el desarrollo sostenible en el quinto informe del grupo de trabajo II sobre vulnerabilidad, impactos y adaptación. A finales de 2018, el Informe Especial del 1,5 ºC constataba el impacto positivo sobre el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza y la reducción de desigualdades si se limita el aumento de la temperatura global a 1,5 grados, en vez de limitarla a 2 grados, siempre que se maximicen las sinergias y se minimicen las contrapartidas. Las evidencias actuales del impacto del cambio climático demuestran que las vulnerabilidades no pueden resolverse si no se trabajan la sostenibilidad y el clima de forma conjunta.

Institucionalmente, fue en 1992, con la Cumbre Mundial de Sostenibilidad de Río de Janeiro, ‘La Cumbre de la Tierra’, que se acordó establecer dos nuevos convenios, el del cambio climático y el de la biodiversidad, para abordar de forma concreta y firme estas dos problemáticas. Y consecuentemente, los Estados fueron respondiendo de manera similar, estableciendo líneas específicas de actuación contra el cambio climático, como lo hizo la Comunidad Europea en su Quinto programa de política y actuación en materia de medio ambiente y desarrollo sostenible aprobado en 1993. Desde 1995, el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) ha acogido las negociaciones internacionales del clima, testimonios de la evolución en el tiempo de la percepción de cómo los objetivos del clima se interrelacionan con los objetivos de desarrollo. Antes de la Cumbre de París de 2015, los acuerdos alcanzados reflejaban cierta yuxtaposición entre el desarrollo (que todavía no era desarrollo sostenible) y la lucha contra el cambio climático. Los incrementos de las rentas iban asociados al crecimiento de emisiones de gases de efecto invernadero creando, por lo tanto, tensión entre desarrollo y cambio climático. La diferenciación entre países ricos y empobrecidos formaba la parte central de los acuerdos, y la mitigación del cambio climático quedaba reducida a una carga a asumir desde el Norte por su responsabilidad histórica incuestionable.

La noción de que descarbonizar es costoso se está sustituyendo por la idea de una inversión que puede ayudar a corto, medio y largo plazo a crear empleo y prosperidad

Mientras que la cuestión de justicia climática continuaba, con razón, siendo un eje vertebral de las negociaciones, el Acuerdo de París se convirtió en el primer acuerdo que detallaba obligaciones precisas, sustanciales y legalmente vinculantes para todos los países [4]4 — Emerging from Paris: Post-2015 process, action and research agenda. Waisman, H, Torres Gunfaus, M, Spencer, T, Marquard, A (2016). Disponible en línea. . Las diferentes circunstancias nacionales se tenían en cuenta para flexibilizar el camino hacia el objetivo final, pero este objetivo era global y común, y se situaba en el contexto de desarrollo sostenible. La noción de que descarbonizar es costoso se está sustituyendo por la idea de una inversión que puede ayudar a corto, medio y largo plazo a crear empleo y prosperidad. Sin embargo, la capacidad de hacer esta inversión no es igual para todo el mundo, y es aquí donde la justicia climática requiere asegurar que todos los países y comunidades, sobre todo los más vulnerables, pueden sumarse y beneficiarse de esta transformación, además de adaptarse a los cambios ya inevitables.

Objetivos interdependientes

Pensar que el cambio climático en la Agenda 2030 sólo se contempla en el ODS 13 (Acción por el Clima) es un error. Una herramienta desarrollada [5]5 — The SDG Climate Action Nexus tool (SCAN-tool). Véase la herramienta en en línea. para facilitar la exploración de las interdependencias entre las acciones de mitigación y adaptación y los ODS muestra un total de 982 relaciones directas, sin tener en cuenta el propio ODS 13 ni el ODS 17, que tiene que ver con la movilización necesaria de recursos. La relación es muy pronunciada para algunos ODS y, para pocos ODS, mayoritariamente aquellos de carácter transversal, se encuentran pocas o ninguna relación directa. Los ODS 8 (Trabajo digno y crecimiento económico), 9 (Industria, innovación e infraestructuras), 11 (Ciudades y comunidades sostenibles) y 15 (Vida terrestre) presentan el número más elevado de relaciones con las acciones por el clima [6]6 — SCAN (SDG & Climate Action Nexus) tool: Linking Climate Action and the Sustainable Development Goals. Key findings note. Disponible en línea. .

El contexto geográfico en el que se aplican los ODS es muy importante, pero su interdependencia sigue siendo incuestionable. Uno de los primeros informes a escala regional sobre los ODS, si no el primero, que se hizo en Europa, fue el del CADS (Consejo Asesor para el Desarrollo Sostenible), denominado “La agenda 2030: transformar Cataluña, mejorar el mundo”, presentado al Gobierno de la Generalitat en 2016. En este informe el término “cambio climático” aparecía 146 veces, distribuidas en la práctica totalidad de los capítulos. De hecho, el ODS 13 aborda los impactos del cambio climático como uno de los factores clave que limitan el desarrollo sostenible y comprometen la consecución de los objetivos de la Agenda 2030. Pero como los impactos en ámbitos como el agua, la biodiversidad, o la agricultura y los impactos en dimensiones socioeconómicas se tratan en otros ODS, el 13 se centra en los riesgos y desastres relacionados con el clima y la capacidad de mitigar y adaptarse al cambio climático a nivel gubernamental, social e individual. Se trata de un ODS que tiene un contenido específico que también es transversal en todos: el de “mejorar la educación, la concienciación y la capacidad humana e institucional en relación con la mitigación del cambio climático, la adaptación a este, y la reducción de sus efectos”, para constatar que sin educación, concienciación y empoderamiento de la ciudadanía no hay salida.

Veamos ejemplos de cómo, a nivel global, los otros ODS abordan el cambio climático en base a las evidencias científicas existentes [7]7 — IPCC (2019). Informe Especial 1.5C. Disponible en línea. . El primero de todos es el ODS 1 (Fin de la pobreza). El cambio climático empeora la pobreza y agudiza las desigualdades (ODS 10), ya que sus impactos afectan especialmente a la población vulnerable. En contrapartida, y en particular en el sector de la generación eléctrica, existe la preocupación de que algunas tecnologías y su despliegue puedan hacer aumentar la factura de la luz y afectar a la pobreza a corto plazo.

El ODS 13 aborda los impactos del cambio climático como uno de los factores clave que limitan el desarrollo sostenible y comprometen la consecución de los objetivos de la Agenda 2030

El ODS 2 (Hambre cero) considera, entre otras cuestiones, que se garantice que los cultivos energéticos no entren en competencia con la producción de alimentos, y que para asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos es necesario fortalecer la capacidad de adaptación de los cultivos al cambio climático y a fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones. En efecto, la influencia del aumento de las temperaturas en el ciclo fenológico de los cultivos y en sus necesidades hídricas es ineludible y se interrelaciona con otros ODS, como el 6 (Agua Limpia y Saneamiento). En nuestra zona, en este último tiene especial incidencia el hecho de que el cambio climático afecta especialmente a los recursos hídricos en la zona mediterránea, disminuyéndolos, pero aumentando las lluvias intensas en la parte europea. Esto pone en peligro la disponibilidad de agua por irrigación e incrementa el efecto destructor que pueden tener los aguaceros o las granizadas, sin tener en cuenta el hecho de que, en la región sur del Mediterráneo y otras regiones de África y América, el agua necesaria para la subsistencia está en peligro.

La escasez de agua puede afectar al ODS 7 (Energía Limpia y Asequible) con respecto a la producción de energía hidroeléctrica o a la necesaria desalinización o reutilización del agua y el consumo energético asociado. El despliegue rápido de energías renovables, junto con la reducción dramática de energías fósiles, se alinea con uno de los objetivos específicos del ODS 7 (7.2), y las renovables de pequeña escala, o soluciones autónomas para habitantes de zonas remotas, tienen un fuerte potencial para mejorar el acceso a la energía. Sin embargo, la transición de fósiles a renovables puede tener efectos negativos a corto plazo en la asequibilidad de la energía en países altamente dependientes de la generación con combustibles fósiles o de los ingresos por exportación derivados de su explotación. En sitios determinados, instalaciones de energía eólica offshore pueden afectar negativamente al ODS 14 (Vida Submarina). El ODS 14 reconoce el rol de los océanos y la necesidad de conservar la funcionalidad de los ecosistemas marinos para contribuir a la mitigación del cambio climático y, por otra parte, considera cómo el aumento del nivel del mar y el aumento de la temperatura a causa del cambio climático modifican la composición de las especies en los ecosistemas marinos.

El ODS 8 (Trabajo digno y crecimiento económico) no sólo requiere que este crecimiento económico global del que habla sea compatible con el resto de ODS, sino que también tiene que tener presente cómo la transformación hacia sociedades descarbonizadas impacta en los sectores económicos y qué oportunidades de trabajo hace emerger; por ejemplo, cómo serán la industria del turismo o la de la automoción. Generalmente las acciones de mitigación en los sectores del transporte, los residuos, las viviendas y la industria tienen relaciones directas con el ODS 8 debido a la contribución positiva en valor económico añadido (inversiones) o empleo.

Con respecto al ODS 9 (Innovación, Industria e Infraestructuras), hay que tener en cuenta también los posibles efectos del cambio climático sobre las infraestructuras (erosión, aumento de la temperatura, inundaciones, etc.) e incorporar medidas dirigidas a garantizar su resiliencia incluyendo — y enlazando con el ODS 13 de acción climática — el desarrollo de programas de actuación específicos ante situaciones de emergencia en caso de fenómenos meteorológicos extremos. La adaptación de la industria intensiva energéticamente, así como la producción de acero, para ser compatibles con el objetivo del 1.5ºC, exigen procesos de innovación notables (ODS 9), alianzas supranacionales (ODS 16 y 17) y consumo sostenible (ODS 12). La movilización de financiación y el desarrollo de la movilidad sostenible son aspectos relevantes que se relacionan directamente con el ODS 10 sobre la reducción de las desigualdades.

En un contexto de post-pandemia hay que garantizar que los esfuerzos por recuperarnos social y económicamente estén en línea con los objetivos de ambos acuerdos: las alianzas que se desprendan de ellos pueden ser una buena base para organizar cooperativamente una salida de la crisis que aborde las causas estructurales de nuestras vulnerabilidades

El ODS 11 quiere garantizar que todos los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, independientemente de si son ciudades o poblaciones indígenas, y apuesta por la utilización de materiales de edificación y estructuras con más eficiencia energética e, incluso, que puedan actuar como imbornales de gases de efecto invernadero. El aumento de zonas verdes puede disminuir claramente el aumento de temperatura asociado al calentamiento de las ciudades como ecosistemas y mitigar las condiciones adversas para la salud, entroncando con el ODS 3. El ODS 3 plantea cómo el cambio climático favorece el establecimiento de los vectores (por ejemplo, mosquitos) que transmiten enfermedades emergentes, hecho al que tenemos que añadir el aumento de mortalidad a consecuencia del incremento de olas de calor, de los días extremadamente cálidos y de las enfermedades y muertes provocadas por la contaminación. El cambio de modelo energético también tiene relación directa con la salud a causa, primordialmente, de los impactos en la calidad del aire. El ODS 15 (Proteger, restaurar y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de manera sostenible, combatir la desertificación, parar y revertir la degradación del suelo, y parar la pérdida de la biodiversidad) está muy relacionado con el ODS 13 dado el papel de los bosques como imbornal, pero también por la problemática de los incendios forestales, que exige una política dinámica de gestión del territorio y del patrimonio natural. Este ODS, que integra la protección de la biodiversidad, entronca con el punto siguiente, donde aparece en escena un tercer factor, la pandemia de la Covid-19, que se ha relacionado de manera evidente con la pérdida de la biodiversidad. Alianzas (ODS 17) e instituciones participativas y transparentes (ODS 16) son condiciones necesarias para implantar un gran número de acciones climáticas, que dependen de la capacidad de innovación, acceso y despliegue de tecnologías.

Reflexiones finales

En el apartado anterior hemos visto que las agendas del clima y del desarrollo sostenible tienen objetivos interdependientes. La mayoría de interacciones se fortalecen mutuamente y, por lo tanto, las acciones por el clima facilitan la consecución de los ODS. De hecho, una ambición climática que limitara el aumento de la temperatura a 1.5ºC haría notablemente más fácil la consecución de muchos aspectos del desarrollo sostenible — incluyendo la erradicación de la pobreza y la reducción de desigualdades — , en comparación con una ambición menor equivalente al objetivo de 2ºC (IPCC SR1.5, 2019). En cualquier caso, clima y sostenibilidad se necesitan mútuamente.

Sin embargo, es cierto que la alineación entre ambas agendas ha sido objeto extensivo de estudio durante los últimos años, y se han puesto en práctica procesos de toma de decisiones en base a análisis multicriterio. Las diversas propuestas de acción presentan diferentes retos en cuanto a su implantación, y pueden tener efectos negativos en el desarrollo sostenible en contextos determinados. Por ello es tan necesario que cada país y jurisdicción subnacional explore hojas de ruta con perspectiva de largo plazo para entender cómo estas interrelaciones se articulan en un territorio particular y tomar decisiones adecuadas a corto plazo. Clima y sostenibilidad, de hecho, ofrecen la oportunidad de establecer o reforzar los procesos de planificación integrales y la coordinación multi-ministerial o inter-departamental. Los potenciales impactos negativos pueden evitarse con una buena gestión de la transición, sea habilitando las condiciones necesarias, sea estableciendo medidas compensatorias. En otras palabras, acciones diseñadas adecuadamente pueden favorecer múltiples objetivos.

Por todo ello, la implantación del Acuerdo de París y de la Agenda 2030 tiene que ser coherente e integrada. Por ejemplo, la destrucción de los bosques del Amazonas para hacer cultivos y pastos (ODS 2) y los planes de instalación de centenares de presas hidroeléctricas en este río (ODS 6) constituyen un claro ejemplo de malversación de los ODS y los Acuerdos de París. Los caminos hacia el cumplimiento del ODS 6 tienen que ir de la mano de los ODS 8, 9 y 11, sin olvidar el ODS 15. Al mismo tiempo, los cambios de modelo de sociedad tienen que llevarnos a una disminución del consumo de energía, pero sobre todo a una distribución más justa de los recursos energéticos. En definitiva, un desarrollo sostenible tiene que evitar caer en la trampa de agravar la injusticia climática. Y al revés, una acción decidida por el clima no puede dar la espalda a ninguno de los ODS.

En un contexto de post-pandemia, más que nunca, hay que garantizar que los esfuerzos por recuperarnos social y económicamente estén en línea con los objetivos de ambos acuerdos. Las alianzas que se desprendan de ellos pueden ser una buena base para organizar cooperativamente una salida de la crisis que aborde las causas estructurales de nuestras vulnerabilidades. Hay tres retos principales para poder avanzar. En primer lugar, la capacidad de movilizar financiación para efectivamente acelerar la implantación de estas agendas. En segundo lugar, la coordinación institucional y a diferentes esferas de gobernanza para maximizar sinergias y minimizar posibles impactos negativos. Por último, es necesaria la implicación ciudadana y la toma de conciencia sobre la realidad y la extensión del cambio climático y de la transformación que requiere nuestra sociedad para alcanzar el objetivo de 1,5ºC. Una transformación que, sin duda, representa una oportunidad para un mundo mejor, codificado en gran medida con los indicadores ODS.

  • REFERENCIAS

    1 —

    AR5, IPCC, 2014

    2 —

    Lancet Countdown, 2020. Disponible en línea.

    3 —

    La Agenda 2030: transformemos el mundo ante la emergencia planetaria. Puri Canals, et al. Idees, 2020. Consúltese la editorial de este monográfico en línea.

    4 —

    Emerging from Paris: Post-2015 process, action and research agenda. Waisman, H, Torres Gunfaus, M, Spencer, T, Marquard, A (2016). Disponible en línea.

    5 —

    The SDG Climate Action Nexus tool (SCAN-tool). Véase la herramienta en en línea.

    6 —

    SCAN (SDG & Climate Action Nexus) tool: Linking Climate Action and the Sustainable Development Goals. Key findings note. Disponible en línea.

    7 —

    IPCC (2019). Informe Especial 1.5C. Disponible en línea.

Maria del Carmen Llasat

Maria de Carmen Llasat Botija es Catedrática de Física de la Atmósfera del Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Barcelona. Es profesora del grado de Física y de los másteres de Meteorología y de Ciencia y Gestión Integral del agua, y también coordina el Máster de Climatología aplicada y Medios de comunicación de la UB. Doctorada en Ciencias Físicas por la UB, sus investigaciones se centran en el estudio de los riesgos naturales de origen meteorológico y el impacto del cambio climático, así como en la mejora de la sensibilización y la resiliencia ciudadana. Dirige ​​el Grupo de Análisis de Situaciones Meteorológicas Adversas, GAMA, y forma parte de la Comisión de Divulgación de la UB. Actualmente es integrante de los comités directivos de los programas HYMEX y MedECC y de los comités científicos del OPCC y de la Agencia Adour-Garona, entre otros. Fue presidenta de la Sección de Natural Hazards de la European Geophysical Society, editora ejecutiva de la revista Natural Hazards and Earth System Science y coordinadora internacional del grupo de trabajo Heavy Rains del programa AMHY / FRIEND de UNESCO. También lidera el grupo de Impacto Social del proyecto HYMEX y coordina el Grupo de Investigación de Meteorología. Ha publicado alrededor de 200 artículos.


Marta Torres Gunfaus

Marta Torres Gunfaus es investigadora sénior sobre energía y clima en el IDDRI (Institut du Développement Durable et des Relations Internationales), un think tank internacional con sede en París que trabaja sobre cuestiones de desarrollo sostenible y estrategias climáticas a largo plazo para hacer frente al cambio climático en la Unión Europea. Su investigación se centra en las transiciones a largo plazo, las teorías de la complejidad y los mecanismos de mitigación. Con más de 15 años de experiencia profesional en política del clima, Marta Torres ha trabajado al sector público, privado y académico como ejecutora y directora de proyectos, y ha formado parte de organismos intergubernamentales como la Comisión Europea, la Agencia Internacional de la Energía y la Asociación Internacional de Acción contra el Carbono. Fue Responsable del área de Mitigación de la Oficina Catalana del Canvi Climàtic para el Govern de la Generalitat y posteriormente ejerció de coordinadora y co-directora del programa internacional Mitigation Action Plans and Scenarios (MAPS), gestionado desde la Universidad de Cape Town, en Suráfrica, donde profundizó sobre transiciones nacionales a sociedades descarbonitzades y la formulación de políticas públicas y compromisos de mitigación en Brasil, Perú, Chile y Colombia, entre otros países emergentes, en el contexto del Acuerdo de París.