En primer lugar, debemos preguntarnos por qué poner el foco en los hombres y en el fomento de las masculinidades cuidadoras. Bien, la respuesta es sencilla. Es una necesidad social y es justo para las mujeres y la sociedad en general que los hombres se impliquen en los cuidados. Las sociedades contemporáneas occidentales están transformando progresivamente la tradicional división sexual del trabajo. Durante la mayor parte del siglo XX, en las parejas heterosexuales, el modelo del breadwinner, donde el hombre asumía el rol del sustentador económico principal de la familia y la mujer el rol de cuidadora principal, era el dominante. El trabajo de las mujeres era la casa y los cuidados y/o un trabajo suplementario, de menor salario y de condiciones laborales más precarias. Este modelo familiar empieza a desestabilizarse en los años sesenta y setenta del siglo XX con el aumento de las tasas de divorcio y la lucha de las mujeres por la igualdad, los derechos educativos, laborales y el control de la natalidad.

En los modelos familiares emergentes, los dos miembros de la pareja tienen un trabajo remunerado y ambos asumen los roles de proveedor; es lo que se denomina familias de doble ingreso. Este es actualmente el modelo familiar mayoritario, al desbancar al modelo tradicional del hombre proveedor –centrado en el trabajo, en el mundo público– y la mujer centrada en los cuidados y la esfera privada. Sin embargo, este cambio de modelo no implica que las sociedades inmersas en esta transformación hayan conseguido la igualdad entre hombres y mujeres. Aunque ha habido mejoras, persiste la segregación de género horizontal y vertical en el mercado laboral. El techo de cristal y el suelo pegajoso, para las mujeres, se traducen en menos oportunidades, mayor precariedad laboral y en la persistencia de la brecha salarial respecto de los hombres. Estas desigualdades en el mercado laboral contribuyen a mantener la brecha en el tiempo que ambos dedican a los cuidados.

A pesar de que las mujeres han ido aumentando progresivamente el tiempo dedicado al trabajo remunerado y han ido reduciendo el tiempo dedicado al trabajo doméstico no remunerado y los cuidados (tendencia que es inversa en el caso de los hombres), las diferencias siguen siendo significativas. Por poner un ejemplo, en España las mujeres trabajadoras dedican de media más del doble de tiempo a las tareas domésticas y el cuidado de sus criaturas que los hombres [1]1 — Gracia, P.; García Román, J. (12 de enero de 2015). Género y trabajo doméstico: ¿Tiende España a la igualdad?. ElDiario.es. Disponible en línea. . Las mujeres asumen mayoritariamente los cuidados, lo que supone una sobrecarga. Es decir, tienen una segunda jornada laboral cuando llegan a casa, o incluso una triple jornada si tenemos en cuanta la organización y logística de los cuidados —la carga mental—, tarea que también suelen asumir las mujeres. Esta mayor implicación de las mujeres en los cuidados también las penaliza en el mercado laboral, ya que suelen ser ellas las que reducen la jornada laboral o solicitan excedencias para poder atender los cuidados familiares. Esto implica, en general, menos oportunidades en la promoción y mejora laboral; y para las organizaciones, una pérdida del talento femenino.

Es una necesidad social y una cuestión de justicia avanzar en la igualdad, reducir los desequilibrios en el mercado laboral y fomentar la implicación de los hombres en los cuidados

Esta situación, junto a la fragmentación y ruptura de las redes de apoyo, la falta de políticas públicas hacia las familias y el aumento de las necesidades de cuidados por el envejecimiento de las sociedades europeas, lleva a una crisis de cuidados que se expresa con el colapso de las capacidades de cuidar de las familias [2]2 — Comas d’Argemir, D. (2016) Hombres cuidadores: Barreras de género y modelos emergentes. Psicoperspectivas 15 (3): 10-22. . En este contexto, como decíamos, es una necesidad social y un tema de justicia avanzar en la igualdad, reducir los desequilibrios en el mercado laboral y fomentar y progresar en la implicación de los hombres en los cuidados.

Barreras que dificultan la implicación de los hombres en los cuidados

Bárbara Risman [3]3 — Risman, B.J. (2004) Gender as a social structure. Theory wrestling with activism. Gender & Society 18 (4): 429-450. propone un enfoque teórico a través del cual se analiza el género como una estructura social donde los factores individuales, relacionales, económicos, culturales e institucionales interactúan conjuntamente. Su propuesta consiste en analizar estos factores de forma simultánea. Esta propuesta integra estructura y sujeto, en interacción, para explicar las relaciones de género y la desigualdad.

En el nivel individual, podemos hablar de la socialización diferencial y la construcción de las identidades a partir de los roles y mandatos de género que imperan en una sociedad y en un momento concreto, teniendo en cuenta, también, la relación del género con otras categorías sociales, como la clase social, raza, etnia, orientación sexual, etcétera. En las relaciones interpersonales, en la interacción social cotidiana, se ponen en juego los roles sociales que hombres y mujeres adoptan, o se espera que adopten, de acuerdo con las expectativas económicas y culturales. El nivel institucional hace referencia a las normas, leyes, la distribución de recursos en las organizaciones —que son diferentes para hombres y mujeres— y los discursos ideológicos que justifican estas diferencias.

Uno de los mandatos de la socialización masculina patriarcal es la negación de la vulnerabilidad, ya que los hombres deben ser fuertes. Sin embargo, la vulnerabilidad forma parte de nuestra naturaleza. Nacimos vulnerables y, mientras sigamos existiendo como seres vivos, siempre conviviremos con ella. Desde que nacemos, especialmente en la infancia, somos extremadamente vulnerables, necesitamos a alguien que se ocupe de nosotros, tanto física como psicoemocionalmente. Necesitamos comida, calor, higiene, etcétera, pero también necesitamos la mirada, que se respete quienes somos, nuestras particularidades, ser escuchados, que nos hablen con amor. A medida que vamos creciendo vamos ganando autonomía, aunque nunca somos totalmente independientes: existen momentos vitales o situaciones particulares en las que podemos vivenciar necesidades (enfermedades, conflictos, rupturas, …). En la vejez volvemos a vivir un proceso de deterioro motor importante y volvemos a depender en gran medida de otros. Para los hombres es muy difícil darse cuenta de la vulnerabilidad que experimentamos porque eso impacta frontalmente con uno de los mandatos más arraigados de la masculinidad patriarcal: “yo puedo solo”; “yo puedo con todo”.

El modelo mayoritario que aprendimos pasaba por dominar las situaciones, no experimentar fragilidad, ni dependencia, no fuera acaso que eso nos convirtiera en “no hombres”. Aprendimos a no ver nuestra parte vulnerable y también tuvimos que forzarnos a no ver lo vulnerable en los otros y otras. Reconocer la vulnerabilidad del otro u otra nos podría recordar la propia, así que poco a poco hemos ido desplazando todo ese mundo a nuestras compañeras, a quienes sí que se les ha enseñado a atender eso. ¿Y cómo se atiende la vulnerabilidad? Lo vulnerable se atiende a través del cuidado. El cuidado, tanto propio como ajeno, es la acción de atender a lo vulnerable. Aquí podemos incluir, además de lo humano (salud física y emocional de las relaciones, paternidad, compromiso), el cuidado de la casa, de los animales, de nuestro entorno, del planeta. Las cosas no se crean sin más, necesitan un mantenimiento, una atención particular. No obstante, es obvio que, en este sistema patriarcal, el cuidado (especialmente de lo humano) se ha otorgado a las mujeres. Ellas son las que, en mayor medida, tienen que hacerse cargo del mundo de los cuidados. Esto ha sido experimentado por muchos hombres como un privilegio, ya que ser responsable de los cuidados, por ejemplo, en la familia, no es algo socialmente muy valorado y de lo que se pueda hacer mucho alarde entre hombres.

El nivel educativo, los recursos relativos, el nivel de ingresos de cada miembro de la pareja y el tiempo disponible explican, también, las decisiones y el poder de negociación de hombres y mujeres en el reparto del trabajo reproductivo y los cuidados en las familias. Como hemos dicho, la brecha salarial y la precariedad laboral, que afecta más a las mujeres, juega en contra de éstas y en el reparto equitativo de los cuidados.

A nivel institucional, en los últimos años se ha entendido la necesidad de implicar a los hombres en los cuidados y han surgido iniciativas, principalmente públicas, que tratan de fomentar esta implicación, como la ampliación del permiso de paternidad

En el nivel institucional, en los últimos años se ha entendido la necesidad de implicar a los hombres en los cuidados y han surgido iniciativas, principalmente públicas, que tratan de fomentar dicha implicación. Un ejemplo son los avances que se han realizado en muchos países para ampliar el permiso de paternidad. Detrás de esta ampliación está la idea de que los cuidados, en este caso de los hijos e hijas, deben compartirse. Un permiso de paternidad largo, pagado e intransferible, ayuda a desarrollar, en los hombres que no lo tienen, un vínculo con sus criaturas que permite una mayor implicación en los cuidados a largo plazo. También es una respuesta a una demanda social de cada vez más hombres que quieren tener una paternidad activa y responsable. Este compromiso de los hombres con la paternidad, y con los cuidados en general, favorece relaciones de género más igualitarias y ayuda a (re) significar las masculinidades hacia modelos alternativos y disidentes de la masculinidad hegemónica tradicional. Sin embargo, a pesar de los logros y avances, todavía hay mucho margen en las políticas públicas y desde la iniciativa privada para la inclusión de los hombres en la igualdad de género y el fomento de las masculinidades cuidadoras.

Masculinidades cuidadoras

El concepto de masculinidades cuidadoras —caring masculinities— es relativamente reciente, pero se inspira en el concepto de cuidador universal —universal caregiver— de Nacy Fraser [4]4 — Fraser, N. (1997) Justice Interruptus: Critical Reflections on the “Postsocialist” Condition. New York, NY: Routledge. , que pretende poner en valor el trabajo de los cuidados y trata de fomentar que los hombres se impliquen en ellos para logar, así, la igualdad de género. El concepto de cuidador universal implica que la igualdad se consigue cuando los hombres dedican las mismas o más horas a los cuidados que las mujeres. Desde esta perspectiva, el cuidado es la base de la cooperación social y económica que se aplica tanto a hombres como a mujeres. Hanlon [5]5 — Hanlon, N. (2012) Masculinities, care and equality. Identity and nurture in Men’s live. London: Palgrave MacMillan. , Elliot [6]6 — Elliot, K. (2016). Caring Masculinities: Theorizing an Emerging Concept. Men and Masculinities 19 (3): 240-259. y Scambor et al. [7]7 — Scambor, E., Bergmann, N., Wojnicka, K., Belghiti-Mahut, S., Hearn, J., Holter, O.G., Gärtner, M., Hrženjak, M., Scambor, C. y A. White (2014). Men and Gender Equality: European Insights. Men and Masculinities 17 (5): 552-577. desarrollan el concepto de masculinidades cuidadoras como una antítesis de la masculinidad hegemónica, porque el trabajo de cuidados requiere que los hombres adopten valores y características del cuidado que son contrarias a la masculinidad hegemónica. Además, destacan que las masculinidades cuidadoras son una forma crítica de compromiso de los hombres con la igualdad de género.

Así, estos modelos de masculinidad son una variación de la masculinidad que involucra valores derivados de la ética feminista del cuidado, por ejemplo, la atención, interdependencia, corresponsabilidad, apoyo y empatía. También este tipo de masculinidad se caracteriza por el rechazo a la violencia y la dominación masculina. Diversas investigaciones han puesto el foco en los beneficios del fomento de las masculinidades cuidadoras para los hombres, las mujeres y la sociedad en general. Entre otros, se destaca la disminución de los costes asociados a la masculinidad hegemónica, como los comportamientos de riesgo y violentos, autocuidado y salud deficientes, abuso de sustancias y menor esperanza de vida [8]8 — Holter, O. G. (2013). Masculinities, Gender Equality and Violence. Masculinities & Social Change, 2 (1): 51–81. .

El concepto de cuidador universal implica que la igualdad se consigue cuando los hombres dedican las mismas horas o más a los cuidados que las mujeres; el trabajo de cuidados requiere que los hombres adopten valores contrarios a la masculinidad hegemónica

Este modelo emergente de masculinidad contribuye a la igualdad de género. Sin embargo, las sociedades contemporáneas están cada vez más polarizadas y convienen visiones e ideologías antagónicas. Por un lado, el avance hacia la igualdad es evidente en muchos ámbitos, también en el de la implicación de los hombres en los cuidados, especialmente en el cuidado de los hijos e hijas. Por el contrario, las resistencias y los discursos que reivindican el papel tradicional del hombre en la sociedad, lejos de desaparecer, se están reforzando entre algunos colectivos de hombres. Por ejemplo, entre aquellos hombres que temen perder los privilegios que las sociedades patriarcales les han otorgado por el hecho de ser hombres. El aumento de partidos de ultraderecha en la mayoría de los países europeos, sostenido en muchos casos por hombres jóvenes, está justificando discursos que amenazan y ponen en cuestión los logros en materia de igualdad de género.

¿Cómo fomentar las masculinidades cuidadoras en la vida cotidiana?

En la mayoría de los casos, cuando los hombres asumen responsabilidades de cuidado lo hacen a través del cuidado de los hijos e hijas. Esta es la vía de entrada, a veces la única, de muchos hombres al mundo de los cuidados, pero el fomento de las masculinidades cuidadoras no debe suscribirse exclusivamente al ámbito familiar. La noción de cuidado debe ampliarse y abarcar otros ámbitos como son el cuidado de las amistades, la comunidad, el medio ambiente y el autocuidado, la salud y el desarrollo personal. Esta noción más amplia y la idea de la corresponsabilidad de los cuidados debe formar parte de la educación y formación de las personas. Los hombres, y la sociedad en general, deben aprender que el cuidado es imprescindible para el sostenimiento de la vida. En este sentido en la socialización primaria y secundaria de las personas se debe poner en valor los cuidados hacia los otros y hacia uno mismo. Esto es especialmente importante en el caso de los niños, ya que si de pequeños aprenden la importancia de cuidar y cuidarse estaremos contribuyendo a desarrollar un tipo de masculinidad alejada de la competencia, la lucha, el sobreesfuerzo, las conductas de riesgo y poco saludables y la violencia. Este cambio de perspectiva debe estar apoyado desde la educación, en el currículum, pero también desde las políticas públicas y en los medios de comunicación, visibilizando modelos de masculinidad que pongan en valor los cuidados.

Por otro lado, es necesaria una reflexión crítica de los hombres sobre nuestro papel en los cuidados que debe pasar por el reconocimiento de las estructuras de poder asociadas al patriarcado, los privilegios masculinos y la dominación de los hombres y subordinación de las mujeres. En este contexto, el trabajo no remunerado y los cuidados se han desvalorizado porque han sido tradicionalmente asignados a las mujeres. Esta reflexión crítica debe poner el foco en los costes sociales y personales de la no implicación de los hombres en los cuidados. También deben destacarse los beneficios del fomento de las masculinidades cuidadoras para la igualdad, para los hombres y para la colectividad. Una sociedad más igualitaria no solo es más justa y menos violenta, sino que también proporciona un mayor grado de satisfacción y de felicidad personal.

El otro frente se encuentra en el desarrollo de políticas que pongan el foco en la disminución de la desigualdad laboral y la brecha salarial entre hombres y mujeres, y en el fomento de las masculinidades cuidadoras. Mencionábamos en este texto el permiso de paternidad de larga duración, pagado e intransferible como una buena medida de estímulo de las masculinidades cuidadoras. También desde las empresas, tanto públicas como privadas, se pueden acometer acciones encaminadas a la transformación de la sociedad mediante la apuesta por la igualdad. Un ejemplo de esto último es el proyecto europeo Men in Care [9]9 — UNED (16 de julio de 2020) Men in care. Workplace support for caring masculinities. Disponible en línea. , que trata de reducir las barreras que tienen los hombres en las organizaciones para desarrollar actitudes y prácticas de cuidado. El objetivo es mejorar las condiciones laborales y reflexionar sobre la cultura patriarcal en las organizaciones para, de este modo, facilitar que los hombres adopten roles de cuidado.

En una primera fase de este proyecto se pone en evidencia cuales son las barreras y los factores que apoyan la implicación de los hombres en los cuidados. Una de las evidencias es que los hombres se implican más cuando se les facilita y no se les penaliza formal o informalmente. Esto se da con mayor frecuencia en empresas donde los liderazgos apoyan con claridad la implementación de medidas que favorecen la igualdad o, incluso, donde las personas directivas son ejemplo y modelo a seguir entre las personas empleadas porque no renuncian a sus tareas de cuidado aun ejerciendo un puesto de responsabilidad. Las empresas que apuestan por la diversidad e incorporan a mujeres u hombres que no representan la masculinidad hegemónica tradicional en la dirección también están más abiertas a promover la cultura del cuidado en las organizaciones y entre los hombres. Las personas empleadas y sus representantes sindicales, cuando están sensibilizadas, pueden ser agentes de cambio y promover la igualdad y el desarrollo de las masculinidades cuidadoras. Además, desde el punto de vista económico, la flexibilidad y las medidas de apoyo a la conciliación corresponsable de la vida laboral, familiar y personal tiene beneficios para las organizaciones, que se traducen en la mejora del clima laboral, la reducción del absentismo y el aumento de la productividad.

El proyecto Men in Care incide directamente en las empresas que quieren iniciar un cambio en la cultura de género de la organización y desean desterrar los patrones y modelos vinculados a la masculinidad hegemónica. Mediante jornadas de sensibilización y talleres, mixtos y no mixtos, al personal directivo, representantes sindicales y personal, se fomenta la reflexión y los cambios hacia una cultura del cuidado que incluya explícitamente a los hombres.

El camino hacia la igualdad y el desarrollo de masculinidades disidentes y cuidadoras implica alejarse de la norma de género para que afloren alternativas donde hombres y mujeres puedan desarrollar vidas más sostenibles, personal y socialmente

El camino hacia la igualdad y el desarrollo de masculinidades disidentes y cuidadoras implica alejarse de la norma de género y dar la posibilidad de que afloren alternativas donde hombres (y mujeres) puedan desarrollar vidas más sostenibles, personal y socialmente. El fomento de las masculinidades cuidadoras debe situar el foco en el cuestionamiento de los sistemas de dominación —el patriarcado y el capitalismo— y atravesar todos los ámbitos de la vida: la familia, la educación, el mundo laboral, la política, los medios de comunicación y las relaciones entre humanos y no humanos. En un mundo en crisis, como el actual, los cuidados deberían convertirse en el epicentro de la transformación social. La palabra cuidado proviene del latín —cogitatus—, su etimología nos habla de co- (acción conjunta o global) y agitare (poner en movimiento, agitar, darles vueltas a las cosas, hacer avanzar). Es, quizás, el momento de una acción conjunta que de la vuelta a las cosas y, en este sentido, los hombres tenemos la responsabilidad de cambiar personal y colectivamente. Hacer de los cuidados el motor de nuestras vidas, por el bien común.

  • Referencias

    1 —

    Gracia, P.; García Román, J. (12 de enero de 2015). Género y trabajo doméstico: ¿Tiende España a la igualdad?. ElDiario.es. Disponible en línea.

    2 —

    Comas d’Argemir, D. (2016) Hombres cuidadores: Barreras de género y modelos emergentes. Psicoperspectivas 15 (3): 10-22.

    3 —

    Risman, B.J. (2004) Gender as a social structure. Theory wrestling with activism. Gender & Society 18 (4): 429-450.

    4 —

    Fraser, N. (1997) Justice Interruptus: Critical Reflections on the “Postsocialist” Condition. New York, NY: Routledge.

    5 —

    Hanlon, N. (2012) Masculinities, care and equality. Identity and nurture in Men’s live. London: Palgrave MacMillan.

    6 —

    Elliot, K. (2016). Caring Masculinities: Theorizing an Emerging Concept. Men and Masculinities 19 (3): 240-259.

    7 —

    Scambor, E., Bergmann, N., Wojnicka, K., Belghiti-Mahut, S., Hearn, J., Holter, O.G., Gärtner, M., Hrženjak, M., Scambor, C. y A. White (2014). Men and Gender Equality: European Insights. Men and Masculinities 17 (5): 552-577.

    8 —

    Holter, O. G. (2013). Masculinities, Gender Equality and Violence. Masculinities & Social Change, 2 (1): 51–81.

    9 —

    UNED (16 de julio de 2020) Men in care. Workplace support for caring masculinities. Disponible en línea.

Paco Abril

Paco Abril es Doctor en Sociedad de la Información y el Conocimiento y profesor asociado en la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Girona y en el Grado de Humanidades y Ciencias Sociales de la UOC. También es miembro del grupo de investigación "Medusa- Géneros en transición: masculinidades, afectos, cuerpos y la tecnociencia". Sus intereses de investigación se centran en el cambio y la transición de los hombres hacia modelos disidentes y alternativos de masculinidad. Actualmente participa en el proyecto europeo Men in Care, que trata de fomentar las masculinidades cuidadoras desde las empresas y las organizaciones. También participa en un proyecto sobre la (re)significación de las masculinidades en entornos carcelarios. Combina su faceta docente e investigadora con el activismo en la asociación de hombres por la igualdad Homes Igualitaris- AHIGE Catalunya, donde desarrolla proyectos de formación y sensibilización sobre masculinidades con jóvenes y varios colectivos de hombres.