El continente africano se encuentra inmerso en múltiples transformaciones. El contexto global de crisis solapadas (democrática, social y ecológica) ha adoptado África como uno de sus escenarios principales de todos estos cambios, con acentos y características diferenciadas. Del mismo modo, muchos de los grandes impactos en la escena global, como por ejemplo la alteración en la correlación de fuerzas a nivel internacional, y que ha situado al continente asiático y a China en el centro de la geopolítica mundial, no pueden explicarse sin el papel capital que ha jugado la región africana en ellos. Diríamos, pues, que África alberga hoy una reciprocidad de dinámicas: por una parte, es una de las principales arenas mundiales en la que tiene lugar la intensa competición multipolar por el poder geopolítico y geoeconómico, y, por otra parte, es una caja de resonancia, con matices propios, de las crisis que afrontamos el conjunto de sociedades a nivel global. Esta doble dinámica dificulta seguir considerando al continente como un espacio periférico de las relaciones internacionales, una visión que habitualmente ha impregnado de manera recurrente las interpretaciones y discursos sobre África. De igual modo, estamos obligados a entender y a reflexionar sobre el papel del continente africano en el escenario global post-pandémico, huyendo de los clichés y narrativas que simplifican una historia que, a todas luces, es primordial para entender el conjunto de la modernidad y de la globalización.
La dificultad de hablar de África como un todo
El continente africano, sin embargo, se caracteriza por una diversidad y complejidad que muy a menudo es obviada. En este sentido, la escritora nigeriana Chimamanda Adichie dota al público de instrumentos preventivos de primer nivel para acercarnos a una comprensión adecuada del continente. En una conferencia, la autora nos recuerda que uno de los principales problemas en relación a África ha sido interpretativo. Según la escritora, «el peligro de la historia única» sobre la región, ha conllevado que de forma sistemática los relatos, los análisis y la comprensión del continente se hiciera a partir de imágenes parciales que representaban una parte ínfima de si compleja realidad. Y han sido estas ilustraciones incompletas las que han configurado nuestro acceso reduccionista a una región profundamente compleja. El primer reto, pues, es leer, entender y dialogar sobre el presente y futuro africanos a partir de una visión que esté dispuesta a deconstruir las imágenes tradicionales del «afropesimismo». Que a su vez nos lleva a entender el contexto africano desde ángulos diversos y ofrecer un espacio central a las propias voces africanas para la comprensión de su realidad.
Viejos, nuevos e inesperados actores en el continente africano
El siglo XXI africano viene intensamente marcado por la llegada y despliegue de los países emergentes en el continente. China, India o Brasil se han convertido en nuevos actores en la región (a pesar de que algunos han estado presentes en el continente durante siglos, si bien con una presencia más discreta), intensificando sus estrategias comerciales, económicas o diplomáticas. Los últimos quince años, si ponemos la Cumbre bilateral entre China y África (FOCAC) de 2006 como verdadero punto de inflexión, suponen un antes y un después en esta relación recíproca. Por una parte, países como China han realizado una apuesta estratégica por el continente africano un espacio prioritario, no sólo para su expansión económica, sino también para fortalecer su agenda diplomática y política, cultivando la relación con una región que, no lo olvidemos, está conformada por 54 países. Por otra parte, el gran salto económico protagonizado por países como Etiopía, Angola, Kenia, Sudáfrica o Ghana no se puede explicar sin las nuevas dinámicas de cooperación Sur-Sur o las políticas de construcción de infraestructuras impulsadas por Pequín, entre otros aspectos. Pero este despliegue multipolar no se circunscribe únicamente a China. Turquía, Arabia Saudí, Corea del Sur, los Emiratos Árabes o Rusia, pero también países norteafricanos como Argelia o Marruecos, en los últimos años han otorgado al continente una posición preferente en el despliegue de sus agendas exteriores.
Nos proponemos entender África desde distintos ángulos e incorporando voces propias del continente que nos ayuden a comprender mejor una realidad diversa y compleja que a menudo obviamos
Esta nueva realidad no puede interpretarse de forma unívoca, teniendo en cuenta que también está siendo revulsiva para los objetivos y perspectivas de algunos países africanos, y a la vez es generadora de nuevas dinámicas de desigualdad, conflictividad e injusticia que merecen ser debidamente analizadas. Por su parte, Europa, Estados Unidos y el conjunto del mundo occidental han visto como en pocos años su relación privilegiada con el continente africano ha sido rápidamente disputada. En el caso de la Unión Europea, en particular, es necesario repensar y actualizar los elementos clave que, en el contexto post-Cotonou, deben caracterizar la relación de presente y futuro con una región que es del todo esencial para el viejo continente.
Protesta política, transiciones políticas y nuevos autoritarismos
Uno de los aspectos que mayor invisibilidad ha sufrido en los últimos años han sido las llamadas «primaveras africanas». La oleada de protestas políticas que el continente ha protagonizado desde 2011 está siendo extraordinaria. Prácticamente la totalidad de contextos africanos se han visto afectados desde entonces por protestas motivadas por incentivos muy diversos. En muchos casos, han sido los jóvenes urbanos los que han liderado las contestaciones, denunciando la corrupción política, la falta de expectativas sociales o, a menudo, el intento de diferentes mandatarios de reformar sus Constituciones para perpetuarse en el poder. Precisamente, una de las cuestiones que más debate y análisis ha suscitado han sido los instrumentos y métodos utilizados por estas protestas. El uso de los teléfonos móviles y las redes sociales, o el papel de liderazgo que los cantantes de rap o de hip-hop han adoptado en algunos contextos, han convertido todos estos escenarios en espacios de enorme creatividad social, aparte de presentar un gran potencial político y democrático.
A pesar de la ebullición social y política, las democracias africanas se enfrentan, como en todas partes, a un momento delicado y ambivalente. Algunos países han conseguido convertirse en referentes democráticos, con trayectorias y experiencias muy concretas, como Ghana o Botsuana. Otros han despertado enormes expectativas regionales e internacionales, pero han visto finalmente frustrados o revertidos sus procesos políticos, como es el caso de Sudán o de Etiopía. Y unos cuantos países, como la República Democrática del Congo, la República Centroafricana o Somalia, siguen sufriendo graves problemas de gobernabilidad bajo dinámicas autoritarias. La desigual progresión en la consolidación de la democracia en África, sumada a la persistencia del problema endémico de los golpes de Estado, puede comportar el riesgo de reavivar aproximaciones «afropesimistas» respecto del continente. Es por ello que, ante un panorama complejo, en movimiento y con ritmos y resultados diversos, reivindicamos la necesidad de aportar análisis profundos y ricos en matices que eviten interpretaciones reduccionistas de carácter pesimista o naif.
Retos sociales y políticos para una nueva época
Los efectos de la COVID-19 en el continente han sido variados. En países como Sudáfrica, la pandemia ha tenido un elevado impacto sanitario, social y político, homologable en algunos momentos a las severas repercusiones registradas en otras partes del mundo. En otros lugares del continente, sin embargo, las consecuencias sanitarias han sido leves o moderadas, mientras que los efectos en el terreno económico (por el frenazo de determinados sectores clave como el turismo) o social (por el impacto asimétrico de las medidas y restricciones en los grupos más vulnerables) han sido mucho más relevantes. La pandemia, por lo tanto, como ha sucedido en otras regiones del mundo, ha agudizado algunos problemas de fondo y está suponiendo un obstáculo más en un escenario con múltiples retos.
África sigue siendo el escenario de algunos de los conflictos armados con peores perspectivas. La violencia que afecta a Sudán del Sur —país que en 2011 consiguió la última independencia en el continente— o los efectos de crisis solapadas que desde hace décadas condicionan la vida de millones de personas en el este de la República Democrática del Congo son, sin ningún tipo de duda, algunas de las realidades más aterradoras del continente. En este sentido, en los últimos años dos fenómenos han empeorado todavía más el escenario regional, exacerbando la conflictividad y la violencia. Por una parte, tenemos los crecientes impactos que la crisis climática presenta en numerosos lugares del continente y que son especialmente dramáticos en zonas como el Sahel. Por la otra, precisamente el Sahel, junto con la zona del norte de Nigeria, la subregión del Cuerno de África y el territorio de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, son victimas de la intensificación del terrorismo de matriz yihadista, convirtiéndose así en un foco de preocupación regional e internacional en materia de seguridad. La respuesta internacional, ya no sólo lideradas por organismos internacionales como las Naciones Unidas o por los países occidentales, sino también por países como China o Rusia, han demostrado una notable incapacidad para hacer frente a los efectos y las causas de esta coyuntura.
Primaveras africanas, pandemia, terrorismo y conflictos, pero también integración regional, urbanismo y creación artística configuran alguno de los ejes que se abordan en esta publicación
Además, también encontramos otros dos retos actuales que ocupan hoy día algunos de los principales debates locales y globales sobre la región. El primero tiene que ver con el intenso proceso de urbanización del continente y la consolidación de grandes núcleos urbanos en países como Nigeria, Etiopía o Egipto. El crecimiento de estas grandes ciudades africanas ha generado un gran debate respecto de los problemas de desigualdades, salubridad o gobernanza que se derivan. En segundo lugar, el crecimiento demográfico del continente, que según algunas previsiones doblará la actual población africana hacia 2050, se ha convertido en el núcleo de reflexiones y análisis sobre las implicaciones de este fenómeno y las estrategias necesarias para afrontar los retos que plantee.
El regionalismo africano como promesa
En 2022 se cumplen 20 años de la histórica refundación de la Unión Africana (UA) construida sobre la idea de «soluciones africanas a problemas africanos». Dos décadas después de esta declaración de intenciones, el balance no es ni mucho menos negativo. En primer lugar, en este tiempo la UA ha conseguido articular y desplegar una arquitectura de la seguridad (la llamada APSA) que, por lo menos, ha estado presente en los debates y en las respuestas de algunos de los conflictos africanos como el de Somalia. No obstante, la dependencia de fondos externos y las rivalidades internas entre los actores han sido dos de los principales obstáculos. En segundo lugar, en un contexto global caracterizado por la crisis de los proyectos regionales, como la UE, África ha manifestado la voluntad y capacidad de continuar con sus aspiraciones regionales, también presentes a nivel comercial y económico, con la puesta en marcha del Área de Libre Comercio (AfCFTA, por sus siglas en inglés), en vigor desde enero de 2021. Del mismo modo, el papel de la UA, y en particular del llamado African Centre for Disease Control and Prevention (Africa CDC), destacó globalmente por su liderazgo en la gestión de la pandemia, sobre todo de su primera oleada.
Catalunya y el Plan África
Consciente del relevante y creciente rol de África en el escenario global y regional, y teniendo en cuenta los múltiples vínculos de Catalunya con este territorio, el Govern aprobó en 2020, por primera vez, un Plan África para guiar las estrategias de colaboración con el continente e impulsar las relaciones con los países de esta región. Con la condición de que las soluciones a los retos del continente deben desarrollarse en África y que la ayuda oficial al desarrollo no puede ser el único motor que defina las interacciones catalanas con el continente africano, el Plan es un paso más en la configuración de un futuro modelo de relaciones basado en los principios de solidaridad y de cooperación entre iguales.
El presente monográfico de IDEES se inscribe en este contexto global y regional de cambios que convierten a África en un actor internacional central, y que analizaremos a partir de las visiones y análisis de expertos de referencia
En este sentido, el Plan se articula alrededor de cuatro ejes principales: intensificar la presencia de Catalunya en el continente africano para favorecer las relaciones mutuas; buscar la sinergia y coordinación de actuaciones entre gobierno y sociedad civil para reforzar los intereses, potenciales e iniciativas compartidas; promover la incidencia política en la protección y la promoción de los valores y signos de identidad propios de Catalunya, respetando al mismo tiempo la diversidad y la soberanía de los pueblos africanos desde un enfoque transversal de género y basado en derechos humanos; y guiarse por el compromiso con la implementación de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y la Agenda 2063 de la Unión Africana como hoja de ruta para impulsar una política exterior hacia África que vele por el cumplimiento de los ODS y que se rija por la coherencia de políticas para el desarrollo.
Pensar el África de hoy y del mañana
El presente monográfico de IDEES se inserta en este contexto global y regional de cambios que convierten África en un actor internacional de primer orden. Los más de veinte artículos que se recogen y las diferentes entrevistas también integradas quieren, precisamente, captar la ebullición política, social, institucional, económica o geopolítica que tiene lugar en estos momentos en el conjunto del continente africano. A partir de las visiones y análisis de expertos de referencia y de distinta procedencia, el monográfico aborda de forma rica y densa este conjunto de elementos expuestos en este texto: la evolución de las democracias y transiciones políticas en un contexto regional de cambios; los significados de las protestas políticas y los diferentes instrumentos utilizados por los nuevos movimientos sociales; los obstáculos y retos en los que se enfrenta el regionalismo africano; los impactos de determinados retos sociales como la COVID-19, el crecimiento demográfico y urbano o la conflictividad armada y el terrorismo, así como las respuestas locales, regionales e internacionales que se ofrecen; las agendas de los países emergentes en el continente y los aspectos que caracterizan esta creciente e intensa interacción; el papel de las mujeres y de los movimientos feministas en muchos estos procesos, o bien las dinámicas, novedades y perspectivas en algunos ámbitos como la literatura o la inteligencia artificial.
En la conceptualización y coordinación de todos estos artículos y entrevistas, el Centro de Estudios de Temas Contemporáneos ha contado con el experto liderazgo de Oscar Mateos, investigador principal del GLOBALCODES y profesor en la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna. Asimismo, y con el objetivo de que todos estos contenidos que irán apareciendo en los próximos meses contribuyeran a amplificar la comprensión sobre las múltiples realidades africanas, este dossier monográfico también contó con el asesoramiento inicial de Idayat Hassan, directora del Centro para la Democracia y el Desarrollo (CDD) de Nigeria. África se constituye, pues, ahora más que nunca como una región clave a nivel global, por lo que es crucial contribuir a entender con profundidad y rigor, desde dentro y desde fuera del continente, las perspectivas que habitan en los distintos países, así como las causas de fondo y las implicaciones de los sucesos que protagonizan.

Oscar Mateos
Oscar Mateos es coordinador del grupo de investigación sobre globalización, conflictos, desarrollo y seguridad (GLOBALCODES) de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales de Blanquerna – Universidad Ramon Llull, donde también imparte docencia como profesor asociado de Relaciones Internacionales en varios estudios de Grado, Máster y Doctorado. Desde el año 2019, es delegado del rector de la URL para el impulso de la Agenda 2030. Mateos es miembro de la junta del Gobierno del Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP) e investigador asociado del CIDOB. Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración, es posgraduado en Cultura de Paz y Doctor en Relaciones Internacionales con mención europea por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Sus investigaciones se centran en el análisis de conflictos armados y de procesos de construcción de paz posbélica en el continente africano, especialmente en la región de África occidental. Ha trabajado en la Escuela de Cultura de Paz de la UAB y ha colaborado con organizaciones como Médicos Sin Fronteras en Sudán del Sur o Conciliation Resources en Sierra Leone. Fue profesor invitado en la Universidad de Sierra Leone (Fourah Bay College) entre los años 2006 y 2008, e investigador visitante de la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la Universidad de Londres.

Manuel Manonelles i Tarragó
Manuel Manonelles i Tarragó es exdirector del Centro de Estudios de Temas Contemporáneos (CETC). Desde el año 2013, es profesor asociado de Relaciones Internacionales en Blanquerna - Universitat Ramon Llull, y ha colaborado con el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Padua (Italia). Anteriormente, había sido asesor de la Presidencia de la Generalitat de Catalunya, delegado del Govern de la Generalitat en Suiza y ante los Organismos Internacionales, y director general de Asuntos Multilaterales y Europeos. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona, posee el Master Europeo en Derechos Humanos y Democratización del European Inter-Universitary Centre for Human Rights and Democratization. Tiene una amplia experiencia dentro del sector diplomático y gubernamental. Durante dos años, fue asesor especial del grupo de alto nivel de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones y ha participado en varias cumbres, foros y procesos en el ámbito de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales como el Consejo de Europa. También dirigió la Fundación Cultura de pau y la Fundación UBUNTU, y ha sido Observador y Supervisor Electoral Internacional de la OSCE en varias ocasiones.