En el dosier que ahora terminamos se han recogido miradas diversas que, desde Catalunya, explican e interpretan el viejo conflicto nacional-territorial en su tramo más conflictivo desde la recuperación democrática. Este era el punto de partida, tal como señalábamos en nuestro artículo inicial: “la complejidad del conflicto Catalunya – España es tan considerable que, si se quiere abordarlo ni que sea sólo con el afán de comprenderlo, es necesario enlazar perspectivas muy diversas, unas perspectivas que a menudo no es que se hayan opuesto, sino que han llegado a estar radicalmente enfrentadas”. Eso es lo que hemos intentado. Geográficamente, hemos situado el debate en nuestro país, invitando a participar a personas activistas o militantes, intelectuales y comunicadoras, porque creemos, y así se ha demostrado, que aportaban visiones cualitativamente relevantes y representativas de la pluralidad del debate público que no ha dejado de producirse en Catalunya.
Desde el primer momento sabíamos que no podríamos incorporar a la discusión personas de enorme valía y, con ellas, unos textos que podrían haber aportado también una enorme riqueza. Pero lo hemos hecho intencionadamente. Nuestro propósito era garantizar la presencia de un abanico de perspectivas diversas: conseguir ciertos equilibrios de género (8 mujeres y 10 hombres), generacionales (desde académicos formados en los sesenta hasta hijos del 78) y de distintos posicionamientos ideológicos en relación al conflicto (desde perspectivas que combaten la secesión entendiéndola como una forma de injusticia democrática hasta las que afirman que sólo el ejercicio del derecho a la autodeterminación tiene capacidad de resolver el conflicto). Además, a medida que editábamos los artículos que recibíamos, fuimos constatando que no sólo influyen el color político y las simpatías partidistas en el posicionamiento en el debate. También pesa la aproximación disciplinaria (desde el derecho constitucional al estudio de la hacienda pública pasando por la historia o la filosofía política) o la implicación más o menos directa que se haya tenido durante la disputa, destacando el caso del presidente de Òmnium Cultural Jordi Cuixart.
Decidimos centrar la reflexión en los años de lo que popularmente se ha llamado como procés: un periodo que se inició con la primera manifestación masiva independentista del 11 de septiembre de 2012 (y la posterior adopción de las tesis secesionistas por parte de CiU) y concluyó con las elecciones convocadas el 21 de diciembre de 2017 vía el artículo 155. De manera especial se pone mayoritariamente el acento en el desarrollo de los “hechos de octubre” cuando realmente se pasa de las palabras a los hechos, a partir de los plenos de los días 6 y 7 de septiembre, de las votaciones del 1 de octubre, de la declaración de independencia y de la activación del artículo de coerción federal el 27 del mismo mes. Las heridas abiertas durante aquel mes y medio, que siguen vivas a día de hoy, también se concentran de manera importante en aquellos meses: la existencia de presos políticos y exiliados, o la apertura de unas 3.000 causas judiciales; pero también el dolor infringido a una parte de la población que se sintió olvidada por las instituciones de su país, o herida en el funcionamiento de parte de algunos servicios públicos.
Como coordinadores del dosier, queremos agradecer de entrada la buena predisposición de las personas a quienes hemos pedido sus reflexiones. Todas ellas, sin excepción, nos lo han puesto fácil, aunque no se les encargaba una tarea sencilla: se trataba de intentar que todas las personas interpeladas hicieran el esfuerzo de salir de su zona de confort. Las poníamos ante el reto de elaborar un ejercicio a medio camino entre el análisis y la propuesta; la diagnosis y la opinión; se trataba de encontrar un tono, registro y estilo que superara el simple diagnóstico, pero sin caer en un texto de parte, activista, previsible. A medida iba avanzando el dosier sugeríamos, en la medida de lo posible, que los colaboradores que se sumaban al debate dialogaran con las aportaciones que se habían hecho anteriormente. Porque lo que pretendíamos era favorecer un debate interno, conscientes de que una de las derivadas del procés y de los “hechos de octubre” ha sido la de consolidar una división dentro de la sociedad catalana. Se trata pues de favorecer el debate para posibilitar que esta división deje de ser polarizadora y pueda ir suturándose. Eso es lo que pretendíamos en último término.
La existencia de un conflicto
Durante los últimos años se ha vivido en Catalunya una crisis política que ha polarizado la sociedad, ha tensionado las instituciones y ha devaluado el debate público. Es una réplica local de una crisis de la democracia liberal que se percibe por todas partes, pero se trata de nuestra réplica y la que más nos afecta. Al mismo tiempo esta crisis, que tiene un impacto estatal, ha revelado el agotamiento de unos consensos transicionales que demandan transformaciones estructurales en el terreno nacional-territorial y también en el socio-económico y cultural-político. Las razones y factores que han llevado a la radicalización del conflicto, y que revelan las diferentes autorías en el dosier, son diversas, en algunos casos complementarias, en otros incluso contrapuestas. Se expresan desde interpretaciones conflictualistas o consensualistas; desde miradas más democratizadoras o elitistas; desde apuestas diversas sobre el ideal de organización territorial y la interpretación identitaria, etc. Creemos y seguimos creyendo, sin embargo, que sólo desde este calidoscopio de miradas, desde este reconocimiento de la complejidad, pueden señalarse vías transitables para deshacer el nudo y avanzar hacia el futuro.
Tres años después de los “hechos de octubre” se percibe un amplio consenso sobre la existencia de un conflicto que, lejos de encauzarse, se cronifica y se enquista. En la gran mayoría de los textos se reconoce el hecho que el contencioso tiene raíces y motivaciones políticas y que, por lo tanto, se necesitan altas dosis de política para encararlo. Diversos son los énfasis según los gustos: sobraría emotividad, actuaciones punitivas, utilización de las instituciones o limitaciones constitucionales… pero la mayoría cree que el camino tiene que pasar por la palabra y el compromiso, por la comprensión del otro y la búsqueda de soluciones lo más compartidas posible
Tres años después de los hechos de octubre se percibe un amplio consenso sobre la existencia de un conflicto que se cronifica y se enquista
También existe la conciencia del escenario de provisionalidad en el que estamos viviendo: un post-procés que se alarga en el tiempo. El empate de debilidades, el afloramiento de pasiones tristes, la devaluación de la calidad democrática o los problemas de gobernabilidad (en Catalunya y en España) son expresiones diversas de una situación de impasse en la que estamos instaladas desde hace años. Tras un momento de alta polarización, el país vive una distensión post-trauma. No hallamos caminos para la canalización y apertura de una nueva etapa. Somos capaces de trazarlos sobre el papel, pero no hay manera de recorrerlos.
La ilusión de un diagnóstico compartido
A pesar de la importancia de una mirada plural para avanzar en la resolución (o como mínimo hacia una gestión no punitiva del conflicto), en estos momentos todavía parece ilusorio pensar en la posibilidad de elaborar un diagnóstico compartido. Las perspectivas analíticas y políticas, las experiencias vividas, las apuestas normativas, etc. dificultan asumir una interpretación unitaria de lo que ha pasado en Catalunya. Sin embargo, dicho esto, es sumamente importante, imprescindible el hecho de que los diferentes diagnósticos puedan ser no sólo respetados sino también comprendidos. Quizás este es el ejercicio más importante que debe llevarse a cabo en la primera fase del post-procés: comprender cómo el otro ha entendido el conflicto, comprender cómo lo ha vivido y visualizar sus horizontes de esperanza. Es este esfuerzo de empatía –para decirlo con una expresión que usó Carme Forcadell– lo que puede ir generando mínimos puntos de encuentro: de explicarnos el pasado, pero sobre todo de transitar hacia el futuro. No se trata de olvidar ni de pasar página, pero tampoco de vivir aferrados a un pasado mitificado que ya no volverá (ni en positivo, ni en negativo). Para avanzar hay que lograr que la memoria pueda empezar a ser historia.
En este sentido hay que apuntar también difícilmente se podrá pactar una propuesta en Catalunya para llevarla después a España, como se había propuesto en algún momento. No vivimos la realidad política en compartimentos estancos. Estamos en un contexto de soberanías compartidas, gobernanzas multinivel (cómo ha evidenciado la pandemia) y arenas políticas interdependientes. Avanzar en paralelo en varios espacios de diálogo es, como bien se sabe, una técnica utilizada habitualmente en los procesos de resolución de conflictos. Sin ir más lejos, combinar una mesa de diálogo entre actores catalanes con otra entre gobiernos catalán y español podría ser una buena estrategia. Reconocer la existencia de actores en el país, con distintos puntos de vista y aspiraciones, pero también dar centralidad a los representantes del ejecutivo catalán y español en un reconocimiento de las relaciones de bilateralidad entre el país y el Estado. Quizás una doble vía de este tipo pueda acabar integrando la mayor parte de representantes y sensibilidades políticas en la consecución de soluciones pactadas que tendrían que tender hacia una doble meta: desjudicialización del conflicto y transformación del modelo de organización territorial.
Las dificultades para avanzar
Hay que señalar que el proyecto de reflexión se planteó con anterioridad a la pandemia: se buscaba construir un espacio plural para poder reflexionar, con una cierta distancia y sosiego, sobre el conflicto en curso. Un espacio donde reconocer y entender la otra parte. Donde revisar los propios postulados, evaluando los aciertos y los errores. Y, sobre todo, vislumbrar una perspectiva de tránsito hacia el futuro.
Todavía no había pasado un mes y medio de la investidura del presidente Pedro Sánchez cuando Pere Almeda, como lo hizo con los otros coordinadores del número, nos empezó a concretar la propuesta de coordinar este dosier. Faltaba una semana justa para que se celebrara en el Palacio de La Moncloa la primera (y hasta ahora única) reunión de la Mesa de Diálogo constituida con el fin de afrontar el conflicto político. La reunión constitutiva se celebró el 26 de febrero de 2020 y al cabo de quince días entramos en un periodo de excepcionalidad global que todavía no ha acabado. Los primeros textos, contra todo pronóstico, ya se escribieron durante el periodo extraño que fue el confinamiento. La crisis de la COVID-19 trastocaba el mundo que hasta aquel momento dábamos por descontado, haciendo más crueles las debilidades y vulnerabilidades presentes en la organización política, económicas y sociales. El reto sanitario pronto se convertía también en emergencia social y económica. Prioridad absoluta de todos los gobiernos y a todos niveles.
Desde el primer momento, pues, creímos que la irrupción de la pandemia podía modelar también nuestro objeto de estudio. En parte lo ha hecho, pero quizás sólo en parte. Desde hace un año no parece que el escenario que nos ocupa se haya movido demasiado. Ni la celebración de las elecciones autonómicas, a pesar del cambio de partidos ganadores (PSC y ERC, en vez de Ciudadanos y Junts), parece que haya creado las condiciones que permitan empezar a deshacer el nudo en el cual sigue atrapada la política del país como consecuencia de la no resolución del conflicto. Los represaliados siguen ahí y la Mesa de Diálogo, más allá de su constitución, no ha servido para avanzar ni parece que lo haga a corto plazo. Ni el independentismo tiene fuerza para proseguir por la vía de la desobediencia ni el gobierno español ha hecho propuesta alguna para pasar de las buenas intenciones no ya a la negociación sino ni siquiera al diálogo.
Las fórmulas de solución siguen planteadas, pero no están siendo negociadas: ni el independentismo tiene fuerza para proseguir por la vía de la desobediencia, ni el gobierno español ha hecho propuesta alguna para pasar de las buenas intenciones al diálogo
Estamos donde estábamos o estamos peor: ante una crisis económica que tendrá profundas repercusiones sociales y habiendo perdido una coyuntura parlamentaria que, en teoría, parecía propicia para tomar decisiones valientes en Madrid. Pero eso no ha sucedido. A pesar de que en los textos se apuntan varias líneas de transición, que tras una atenta lectura constituyen caminos más parecidos de lo que en un primer momento se podría pensar, no se acaban de dar los factores adecuados ni parece que haya una de las partes con suficientes incentivos para cambiar de paradigma.
Las fórmulas de solución siguen planteadas, pero no están siendo negociadas. Fórmulas que en el dosier se han apuntado y que son de muy diversos tipos: desde una reforma institucional que posibilite un doble pluralismo, la repetición de una reforma del estatuto hasta los que buscan la posibilidad de celebrar un referéndum, como paso necesario para la secesión, amparado por la Unión Europea. En todo caso sí que parece constatarse un punto de partida compartido por la mayoría de las personas que han participado en este ejercicio. A diferencia de lo que se pensaba hace tres años, se asume que la resolución del conflicto va para largo.

Jordi Amat
Jordi Amat es escritor, filólogo y editor del cuaderno de reflexión crítica "El món de demà". Escribe regularmente en La Vanguardia y en el suplemento Cultura|s, y también colabora en espacios como el programa Més3|24, El Balcó de la cadena SER o el Subjetivo. Licenciado en filología hispánica por la Universidad de Barcelona, durante su trayectoria se ha centrado en la crítica literaria y también en la literatura autobiográfica y la historia intelectual catalana y española del siglo XX. Ha publicado varios libros de ensayo y biografías como la crónica Laso voces del diálogo: poesía y política en lo medio siglo o Els laberints de la llibertat: vida de Ramon Trias Fargas. Es investigador de la Cátedra Josep Pla.

Gemma Ubasart-González
Gemma Ubasart-González es politóloga y analista. Es profesora de Ciencia Política y vicedecana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Girona. Actualmente también es profesora visitante en la Université Lumière Lyon 2, en Francia. Colabora con varios medios de comunicación, entre los cuales El Periódico, El Diario, Crític, TV3, TV1, Canal 24h, Betevé, Catalunya Ràdio i Ràdio 4. Sus áreas de interés son las políticas públicas, el gobierno local, el Estado del bienestar, los movimientos sociales y el conflicto político. Es Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y desde el 2008 compagina la tarea académica –docente, investigadora y de gestión– con la asesoría a gobiernos, partidos y organizaciones sociales tanto en Europa como en América Latina. Ha realizado estancias de investigación y/o docencia en la London School of Economics and Political Science, en la Università di Padova, en la University of Ottawa, en Sciences Po-París y en el Instituto de Altos Estudios Nacionales del Ecuador. También ha ejercido de Secretaria General de Podemos Catalunya.