El Cordero y la Ballena fue producida en el año 2001 en el Théâtre de Quat’Sous de Montreal (Quebec, Canadá) bajo la dirección de Wajdi Mouawad. El texto ha sido publicado en francés por Éditions Théâtrales y en español en la revista Primer Acto Cuadernos de Investigación Teatral. Ha sido traducida en varias lenguas y producida en diferentes Montajes en Toronto, Montpellier, Bruselas y Trier y ha sido objeto de numerosas lecturas dramatizadas por todo el mundo.
En medio del Estrecho de Gibraltar, un carguero ruso choca con los restos de una embarcación de clandestinos africanos. Los marinos rescatan los cuerpos pero ningún país, ni España ni Marruecos, quiere ocuparse de ellos. Entonces empieza una noche muy larga de espera y enfrentamiento. Hassan y Hélène, una pareja de turistas que ha decidido seguir su viaje a bordo del carguero, se enfrenta a un drama que sacude su matrimonio mixto, que a la vez deviene el reflejo de la relación imposible entre el Norte y el Sur.
Traducción de Mireia Estrada Gelabert
La invasión de Europa
(Las cuatro de la madrugada. El mismo decorado de cubierta, el SUPERVIVIENTE está inmóvil junto a los cuerpos. HÉLÈNE aparece, arrastra con un visible esfuerzo una gran maleta negra de viaje. De golpe, un cuerpo se endereza entre los cadáveres. Aterrorizada, chilla y retrocede antes de darse cuenta de que se trata de HASSAN.)
HASSAN (sentado en medio de los cadáveres): Quería hacer una experiencia. Ver qué efecto hace estar entre los muertos. De alguna manera, familiarizarme. Debo decir que funciona. Me he tumbado entre estos cuerpos, he cerrado los ojos y he tenido una pesadilla… o ¿era un bonito sueño? Cada vez que miro estas caras siento un escalofrío en la espalda, tengo miedo de reconocer a alguien que conozco, a un hermano, a un primo o a un amigo. También te he visto en mi sueño, estabas lejos, muy lejos de mí (se levanta y da algunas pasas hacia ella).
HÉLÈNE (empieza a llorar): Perdóname, Hassan, sé que te hago daño. No sé qué me pasa. Estoy fuera de mí. No quiero ver ni sentir nada más. Volver a casa, eso es todo lo que quiero, todo lo que pienso, encerrarme en casa, hundirme en mis sábanas y no pensar más en todo lo que está pasando.
HASSAN: Pero no pasa nada, en fin, quiero decir, nada dramático. Es una noche totalmente normal en el estrecho. Aquí, este incidente pasa cada noche. Diría que ni siquiera es un incidente. ¡La tele nos lo ha mostrado mil veces! Confieso que me siento más cómodo aquí que en tierra. Aquí al menos, en este estrecho, sobre este barco, estamos todos y todos somos iguales, cada cual tiene su lugar y yo me siento más auténtico, menos burro que en París.
HÉLÈNE: ¡Nunca tocarás de pies a tierra!
HASSAN: Tocar de pies a tierra es obligarme a escoger y yo no quiero escoger. Escoger es privilegiar y yo odio los privilegios. No sé escoger. Lo he intentado, es muy difícil estar entre dos mundos que se obstinan en oponerse. Pero no se puede hacer nada. Es así. Los caminos no llevan lejos si no hay puentes para cruzar los ríos, los mares y los valles. Yo soy un puente y, en tiempo de guerra, los puentes son lo primero que se destruye.
(El SUPERVIVIENTE empieza a entonar canciones fúnebres marroquíes.)
HÉLÈNE (tapándose las orejas con las manos): ¡Es insoportable! ¿Por qué se necesita tanto tiempo para devolver estos cuerpos? Hace tres horas que esperamos. Queríamos dar una vuelta por Marsella antes de tomar el vuelo a París pero está claro que ya lo hemos perdido. Si al menos nos pudieran dejar en Gibraltar, ya casi hemos llegado.
HASSAN (al cabo de un rato): Quizás entraremos en Tánger.
HÉLÈNE (que se esfuerza por esconder su sorpresa): ¡Ah, sí! ¿Por qué, Tánger?
HASSAN (esforzándose por ser lo más neutro posible): El capitán lo ha dicho. Si los marroquíes se niegan a venir a recuperar los cuerpos, haremos escala en Tánger para dejarlos nosotros mismos.
HÉLÈNE (fingiendo indiferencia): ¿Y ahora? ¿Por qué me dices esto?
HASSAN: Hace tiempo que hablamos de visitar Marruecos, pero nunca lo hemos llegado a hacer, y he aquí que…
HÉLÈNE: ¿Qué? Eres tú quien se ha cortado siempre cada vez que ha salido el tema de ir a Marruecos. Era tan horrible para ti, que yo evitaba hablar de ello.
HASSAN: Si…
HÉLÈNE: Lo hacías una cosa personal.
HASSAN: ¿Es que nunca te has parado a pensar que la lengua en la que hablamos no es mi lengua?
HÉLÈNE: ¡Qué dices! Te he preguntado muchas cosas sobre tu cultura, he leído muchos libros. No encontrarás en Francia una mujer más curiosa que yo. Bastante bien sabes que incluso empecé un curso de árabe. Y fuiste tú quien me desanimó, nunca querías practicar conmigo. Te molestaba.
HASSAN: Sí, en efecto. Pensé que un curso de tango sería más divertido para los dos. No se trata de esto, Hélène.
HÉLÈNE (gritando con todas sus fuerzas): ¿De qué se trata, pues? ¡Habla! Ni siquiera eres capaz de hablar. ¡Cómo quieres que adivine de qué huyes! Como quieres que actúe si nunca has querido introducirme en tu mundo, si en el fondo piensas que yo no estoy a la altura, que sólo ves en mí a una occidental, una cristiana, una infiel, una puta francesa. ¡Venga, vete! ¡Vete! ¡Vuelve a tu casa! ¡En el fondo, siempre has sido un clandestino, como ellos!
HASSAN (fuera de si): !ما حاس بالمزود غير المخبوط بيه
HÉLÈNE: ¡¿Qué dices?!
HASSAN: (furioso, continúa) : علاش أنا لي دايما كنضحي؟ علاش حتى انت ما ديريش مجهود؟
HÉLÈNE: ¡Para, no entiendo lo que dices! (HASSAN, fuera de si, continúa en árabe.) ¡Para! ¡¡¡Estás hablando en árabe!!!
(HASSAN, de pronto, se da cuenta de que está hablando en árabe. Se queda inmóvil. Pausa. El SUPERVIVIENTE se pone de nuevo a cantar un canto fúnebre. HASSAN, que se encuentra junto a los cuerpos, acompaña al SUPERVIVIENTE en el canto.)
HASSAN: empezó ayer. Me sorprendí canturreando melodías marroquíes. Ni siquiera me acuerdo de qué canciones se trata ni de dónde o cuándo las escuché por primera vez. Deben venir de lejos, de muy lejos, de mi más remota infancia. Después, de mis labios se han escapado algunas palabras, como trozos de madera que se desenganchan de algún resto del fondo del océano tenebroso y que remontan lentamente y flotan en la superficie.
HÉLÈNE (muy dulce): ¡Oh, Hassan! ¡Hassan! Nunca he llegado a pronunciar tu nombre tal y como te gusta oírlo. Esta H árabe que sale del fondo de las entrañas, nunca la he llegado a liberar. Y cuántas veces la he ensayado, cada vez que has marchado de viaje he practicado sin cesar para, en tu regreso, saltarte al cuello y decir tu nombre como lo habría hecho tu madre. Esta H misteriosa, tan caliente, tan profunda, cántamela de nuevo.
(HASSAN deja salir el sonido de la letra.)
HÉLÈNE: Me decías que toda la diferencia entre Occidente y Oriente se encontraba en el abismo que separa las dos H de Hélène y de Hassan. (Se esfuerza en pronunciar la H de Hassan.) La primera fría, seca, mecánica, precisa, como el ruido de un motor. La segunda húmeda, larga, caliente, es todo calor y lleva en ella el aliento de las entrañas, como un jadeo de amor o como la proyección gaseosa de un volcán. Decías que las palabras más bellas, las más sensuales del árabe empiezan todas por H. Me enseñaste algunas.
HASSAN (en árabe): حياة
HÉLÈNE: Vida.
HASSAN (en árabe): حب
HÉLÈNE: Amor.
HASSAN (en árabe) : حس
HÉLÈNE: Sensación.
HASSAN (en árabe) : حنان
HÉLÈNE: Ternura.
HASSAN (en árabe) : حنين
HÉLÈNE: Nostalgia.
HASSAN (en árabe) : حلم
HÉLÈNE: Sueño.
HASSAN: ¡Hélène! ¡Todavía te acuerdas!
HÉLÈNE: Sí, Hassan, me acordaré toda la vida.
(Mientras continúan recitando palabras se acercan el uno al otro.)
HASSAN (en árabe): حرارة
HÉLÈNE: Calor.
HASSAN (en árabe): Hammam
HÉLÈNE: Hammam.
HASSAN (en árabe): حريم
HÉLÈNE: Harén.
HASSAN (abrazándola): حضن
HÉLÈNE: Abrazo.
HASSAN (cayendo de rodillas y escondiendo la cabeza entre los pechos de Hélène, que ella ofrece. En árabe): حليب
HÉLÈNE: Leche.
HASSAN (presionando su cara sobre su vientre. En árabe): حامل
HÉLÈNE: Preñada. (Cae al suelo, abre los muslos para contenerlo)
HASSAN (en árabe): حيض
HÉLÈNE: Menstruación.
HASSAN (en árabe): حوت
HÉLÈNE: ¿Qué quiere decir?
HASSAN: Nunca había pensado en decírtela.
HÉLÈNE: ¿Qué es?
HASSAN: Ballena, quiere decir ballena. (Se oye un canto de ballena durante un tiempo. Se gira hacia ella.) Hélène.
HÉLÈNE: Sí.
HASSAN: Hay ciertas cosas que yo he hecho que nunca te he dicho, me gustaría que las supieras ahora.
HÉLÈNE: Sí.
HASSAN: Entré clandestinamente en Francia.
HÉLÈNE: ¿¡Qué!?
HASSAN: Hace doce años, entré clandestinamente en Francia.
HÉLÈNE: Me dijiste que tenías una beca de la Universidad.
HASSAN: Te mentí.
HÉLÈNE: ¿Cruzaste el Estrecho clandestinamente?
HASSAN: Sí, en una barca como ellos, pero aquella noche no había tormenta. La luna estaba llena e inundaba el Estrecho con una luz mágica. ¡El aire era tan puro! El mar y el cielo parecían entrelazarse y veía las estrellas danzando sobre las olas. Era una noche mágica. La noche de mis bodas con Europa. Veía acercarse las luces de Gibraltar y yo sólo pensaba en una sola cosa, en mis antepasados que, llenos de sueños, habían pisado por primera vez el suelo de Europa ahora hace trece siglos. Como ellos, yo la quería, esta Europa, más que cualquier otra cosa en el mundo… Pero aquella noche olvidé pensar que ocho siglos más tarde, estos mismos antepasados habían sido expulsados y que de su historia de amor en Europa no queda nada más que la sombra de algunas mezquitas.
HÉLÈNE (aún en estado de shock): ¿Por qué no me dijiste nunca nada?
HASSAN: Hay muchas cosas que tú no sabes. (Pausa.) Jamila y Yilmaz, nuestros amigos curdos.
HÉLÈNE: Sí.
HASSAN: Igual. Clandestinamente. Desde Irak hasta Francia.
HÉLÈNE: ¿Con su hijo?
HASSAN: Sí. Entonces todavía era un bebe. De país en país, de tren en tren y todas las fronteras a pie, por la noche, a través de los bosques y en pleno invierno con la criatura en brazos. Todavía no tenía un año. (Pausa.) Benjamín, nuestro amigo senegalés.
HÉLÈNE (se imagina lo que va a oír): ¿Qué?
HASSAN: Un barco mercante como este, un contenedor como aquellos. Desde Dakar hasta la Haya. Siete días de viaje. Disfrutó como un loco. Saïd, el mauritano. Travesía del Sahara hasta Marruecos en camello. Después una patera desde Tánger, como yo, (señala los cuerpos) como ellos.
HÉLÈNE: ¿¡Saïd, el futbolista!?
HASSAN: Sí. Él, en cambio, ha visto la tormenta en el Estrecho. La barca se hundió a quinientos metros de las costas españolas. Hijo de pescador, nadó hasta la costa, pero los demás murieron bajo las olas. Vio como se ahogaban una veintena, uno tras otro. Tú, que lo encuentras divertido, lo deberías oír cuando explica sus pesadillas. Yasmina, la iraní.
HÉLÈNE: Sí.
HASSAN: Pasaporte griego falso. ¡Ah! Sus padres vendieron la casa para pagarle esto. Era o eso o ser decapitada por los integristas. Farid, el tunecino, un barco mercante. De Túnez a Nápoles. Frontera franco italiana a pie. Gravemente mordido en la pierna por un perro feroz de la policía fronteriza, dándole la bienvenida. Antonio, el boliviano, casamiento de conveniencia con una puta de Saint-Denis. Wang, el vietnamita…
HÉLÈNE (llorando): ¿Por qué nadie me ha dicho nunca nada?
HASSAN: Porqué… queríamos olvidar. Queríamos creer que éramos indispensables, más aún, que éramos llamados. Esta Europa… hemos creído tanto, en ella… ¿comprendes? Para nosotros era el punto de convergencia, el lugar de encuentro. ¿Quién mejor que Europa podría recoger los desperdicios de un mundo en descomposición, preservar la diferencia por respeto, por amor hacia esta diferencia? El mundo estaba por rehacer y Europa era para nosotros el taller inevitable de las ideas y de las reflexiones, el laboratorio ineluctable de todas las experiencias. Nos habíamos citado en París. Éramos los embajadores de nuestras culturas y estábamos preparados para participar en esta gran obra. Europa centro del Universo, Francia. Creímos en ello. Es una estupidez, lo sé, pero nosotros creímos en ello. Hasta que llegó el día que vimos el cuerpo de un árabe flotando en el Sena y algunos cementerios judíos profanados. ¡El horror! En nuestra desesperación no sabíamos hacia dónde podíamos dirigir la mirada de nuevo. Algunos tuvieron el coraje de volver a su casa, con la cabeza gacha. Otros fueron al fin del mundo para enterrar su sueño en algún país virgen y sin historia. El gran sueño de Europa ya no existe. (Pausa. HASSAN, como si retornara a la realidad, dirige una mirada a los cuerpos.) Pensaba pasar desapercibido en este estrecho. Pensaba cerrar los ojos y girar la cabeza hacia el Norte, subir al máximo el sonido de mi walkman, apretar fuerte los dientes y esperar a que el trayecto acabara. Me he dicho: se trata de unos minutos, atravesar el Estrecho. Pero ahora sé que nadie puede escapar de su propio destino. Y por muy furiosa que estés contra este destino, no olvides que eres tú quien me ha traído. Recuérdalo, teníamos que coger el avión hacia París, pero tú me cogiste por la mano y me forzaste a subir a este barco. Tánger ha gritado y tú has oído su llamada. Una mujer siempre es la primera en oír la llamada de otra mujer.
(Pausa. El SUPERVIVIENTE empieza a entonar cantos fúnebres. HÉLÈNE se deja mecer por la melodía)
HÉLÈNE: ¡De pronto empiezo a pensar en la otra vida, aquella que siempre he rechazado! ¡Y la vida que he intentado vivir no me parece más que una ilusión! De pronto, tengo miedo. Por primera vez vuelve el recuerdo de mis misas de infancia. Por primera vez pienso en la muerte. He visto mi cuerpo viejo y acostado huesudo sobre una cama de madera en una cueva glacial y húmeda en el fondo de una montaña olvidada. Pienso en todos estos viejos que hablan a sus perros, en los compañeros de despacho que preparan su jubilación a los treinta años, en todos estos jóvenes que se apuntan a sectas o los que deciden acabar con su vida en la flor de su juventud. He despreciado a estas personas. Sí, las he despreciado, denigrado, calumniado. Y ahora siento que, de pronto, las entiendo y tengo ganas de hablar. ¡Son ellas las que tienen razón! ¡Me he obstinado a creer que yo soy un alma inmortal y que podría salvar el mundo! Que traigo en mí el secreto de la existencia y he aquí, que repentinamente, me doy cuenta que el mundo se ha hecho sin mí.
HASSAN: Hemos soñado, ¡Hélène! ¡Hemos soñado! ¡No hemos hecho más que soñar el mundo! ¡Sin osar mirarlo! (Pausa.) ¿Sabes que todavía no te has acercado a todos estos cadáveres? Tienes suficiente mirándolos de lejos como si se tratara de algo que no te concierne. Te esfuerzas en creer que esta historia no tiene nada que ver contigo, con nosotros y, aún así, nos ha trastornado tanto que nuestra vida cambiará por siempre jamás. El mundo no es el que era, Hélène. Antes, la desgracia de unos hacía la felicidad de otras. Hoy, la desgracia de unos acontece, tarde o temprano, la desgracia de todos. ¡Venga, ven a mirarlos!
HÉLÈNE: ¡Déjame!
HASSAN: ¡Pararemos de soñar, Hélène, e iremos a mirar! Ah, si fueran ballenas encalladas en la arena o focas heridas sobre las rocas, habrías hecho fotografías, las habrías mimado con ternura. ¡Acércate!
(HÉLÈNE intenta resistirse. Lucha, pero él la arrastra con fuerza entre los cuerpos y le obliga a ponerse de rodillas.)
HASSAN: ¡Ven! ¡Mira! Es el museo del hombre. Venga, mira aquel de allá, es un berebere, lo sé por el color de sus ojos. Aquel otro es un árabe. ¡Mira! Un sub sahariano, y adivina cómo lo sé. Porque también hay negros en el Magreb. Es el único que no está circuncidado, evidentemente. ¡Acércate! ¡Ponte cómoda! No te preocupes, los cuerpos todavía no están podridos. Además, tan salados como están se conservarán más tiempo. ¡Mira! Aquel de allí es más viejo, apuesto a que es un montañés del Atlas, mira sus piernas fuertes, toca sus manos, están muy gastadas, ha trabajado muy duro.
HÉLÈNE: ¡Déjame!
HASSAN: Ahora tengo una sorpresa para ti. Tú misma lo has dicho: «He venido aquí para ver y compartir».
(Levanta uno de los cuerpos, lo sienta delante de ella y le saca la ropa de cintura para arriba.)
HÉLÈNE (muy trastornada, en estado de shock): ¡Es una mujer!
HASSAN: Sí, es una mujer. Se ha disfrazado para que la dejen pasar. Todo esto por la maravillosa vida de Europa. ¡Si supiera! ¡Si todos supieran lo que yo! ¿Crees que es demasiado tarde? ¿Ya están muertos? ¿Los vivos primero? ¡Tienes razón, vamos a buscar a los que todavía están vivos!
(La arrastra a la fuerza hacia los contenedores.)
HÉLÈNE: ¡Déjame!
HASSAN: Están allí. ¿Los oyes? (Habla a los posibles clandestinos escondidos dentro de los contenedores.) ¡Buenos días, hermanos míos! Os presento a la señora Hélène Laporte. Os da la bienvenida a Francia, la dulce Francia, el país de acogida, la amiga fiel de África, vuestra amiga. Os invita a su casa, calle Montparnasse número 45, tomad nota, por favor. De todos modos ella vendrá a buscaros al puerto. Pero, por favor, sed puntuales porqué a la Señora le gusta la puntualidad. Os lo digo porque ya sé que la puntualidad no es vuestro fuerte. Dice que no tiene demasiado sitio en su casa, pero que hay un sótano y también buhardillas y que, una vez limpios, no estarán tan mal y que, de todos modos, todo acabará arreglándose puesto que lo esencial, ya lo habréis adivinado, es:
(Se oye un gran número de voces en off de clandestinos desde los contenedores que exclaman al mismo tiempo: “¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!”)
HASSAN: ¡Sí, en este orden y no en ningún otro!
HÉLÈNE: ¡Me haces daño!
HASSAN: Están allí. Tú no los ves, pero ellos te ven. Desde el fondo oscuro a través de las grietas y los agujeros, te espían. Lo saben todo de ti. Todo lo que dices, todo lo que haces, todo lo que piensas, lo que sueñas. ¿Quieres hacer un test? (En voz alta dirigiéndose a los clandestinos que supuestamente se encuentran dentro los contenedores.) ¿Ella viene de…?
(Se oyen las voces en off de los clandestinos desde los contenedores, gritando y haciendo un barullo parecido al de los juegos televisivos. Gritan: “¡París!”)
HASSAN: ¿Sus colores preferidos?
(Las voces en off de los clandestinos gritan: “¡El rojo y el negro!”)
HASSAN: ¿Su perfume?
(Las voces en off de los clandestinos gritan: “¡Chanel número 5!”)
HASSAN: ¿Sientes el olor de África? Nunca has estado en África, pero has cogido el metro centenares de veces. Seguramente que, más de una vez, a la hora punta te has encontrado aprisionada en medio de una muchedumbre de árabes o negros, has sentido un calor, un olor, pues bien, ese es el olor de África. O recuerda los restaurantes africanos donde íbamos a comer. Cada vez me decías: «Me gusta este olor, me transporta, me exalta, es místico.» Me decías: «Llévame a África! Hazme el amor en el desierto, dentro de una tienda, sobre una piel de cordero, bajo una palmera, encima de una duna.»
(La arrastra a un pasillo entre los contenedores. Mientras habla se adivinan sus movimientos en la penumbra, de pie, intenta penetrarla. Al principio ella se resiste, después se deja hacer. Disfrutan. HÉLÈNE pega unos gritos fuertes y agudos hasta el orgasmo. Tras el último grito se oye el ruido de alguien que orina dentro de uno de los contenedores de al lado.)
HASSAN: ¿Qué haremos de nuestros sueños ahora, Hélène? ¿Dime, qué será de nosotros?
HÉLÈNE (furiosa, llorando): ¡Déjame tranquila! ¡Quiero volver ahora mismo a casa!
HASSAN: ¡Eso no sirve de nada, pobre! Ellos llegarán a Marsella antes que tú. Y cuando estés en casa y te encierres en tu cuarto detrás de la puerta blindada con triple cerradura, ¿sabes qué pasará cuando abras tu maleta? ¡Saldrá un clandestino!
(Apenas pronunciada la palabra maleta, casi mágicamente, de la maleta de HÉLÈNE sale un NEGRO SUBSAHARIANO casi desnudo. HÉLÈNE, enloquecida, chilla con todas sus fuerzas y da unos pasos hacía atrás. El NEGRO empieza a jugar con el tam-tam atado en su cintura. En ese mismo momento, salen sombras de los contenedores, se escuchan en la oscuridad y aparecen bajo la luz, en cubierta. Son negros sub saharianos, casi desnudos. Se acercan a HÉLÈNE, forman un círculo a su alrededor y se ponen a girar, a danzar, a cantar mientras otros tocan música africana con los tam-tam y otros instrumentos.)
HASSAN (fuera de si, a pleno pulmón): ¡Millones de clandestinos llegarán a Europa! Vendrán del Este, de África, de Asia, de América del Sur. Negros, árabes, argelinos, camboyanos, ecuatorianos, cubanos, haitianos, iraquíes, mejicanos, jamaicanos, nigerianos, peruanos, iraníes, uruguayos, filipinos, marroquíes, etíopes, egipcios, bohemios, armenios, rusos, bielorrusos, paraguayos, birmanos, keniatas, persas, albaneses, polacos, cameruneses, gaboneses, sudaneses, libaneses, rumanos, angoleños, togoleses, congoleños, húngaros, chilenos, chinos y turcos y curdos y moros y búlgaros y tártaros y cataros y bárbaros, ¡todos los bárbaros! ¡Vendrán por aire, por mar, por tierra, por el desierto, excavarán túneles, escalarán cloacas, caerán de las alas de los aviones! ¡Y cada turista que entre en Europa traerá con él un clandestino dentro de su maleta! ¡Pronto este estrecho estará rebosante de cadáveres que emergerán de las aguas! Sí, una montaña de cadáveres emergerá entre Tánger y Gibraltar y sólo hará falta andar un par de horas por encima de ellos para cruzar el Estrecho.
(Aparecen otros clandestinos. HÉLÈNE está en el centro, cantan y danzan a su alrededor. La rodean, le tiran de la ropa, algunos pedazos se desgarran. HASSAN se mezcla con el grupo. Histérico, baila con los clandestinos sub saharianos todas las músicas del mundo y después, fuera de si, entra en trance. HÉLÈNE, asustada, vencida, intenta protegerse de todas las manos que la invaden. Se oyen sus gritos de terror. El círculo se cierra cada vez más cerca de ella. Cae al suelo, lanza un último chillido como aquel de quien cae dentro un abismo. El círculo se cierra sobre ella.)
Oscuro
Muestra literaria

Ahmed Ghazali
Ahmed Ghazali es escritor y cofundador de Jiwar Creación y Sociedad, una organización cultural con sede en Barcelona que promueve la creación y la residencia de artistas. Cursó estudios científicos en Rabat y en París y trabajó como ingeniero geofísico en el desierto del Sahara antes de dedicarse a la dramaturgia. Su primer texto, Le mouton et la baleine (El Cordero y la Ballena), fue galardonado con el premio SACD 2001 dramatúrgia francófona y se ha producido en Montreal, Toronto, Montpellier, Bruselas y Trier, junto a numerosas lecturas públicas. Desde entonces, Ghazali ha escrito varios textos, con éxito internacional, como Toumbouctou 52 jours à dos de chameau (edición en castellano de la Editorial Icaria, 2005), Travessies (edición en catalán en la revista Pausa), El cel massa baix y Mellah. Además de su faceta de escritor y guionista teatral, trabaja como museólogo en el diseño y producción de museos y centros de interpretación, especialmente en el mundo árabe.